La semana pasada hablamos del trueque escultórico en ciernes en el barrio de La Paz. Un intercambio que permitirá que a la plaza principal del barrio, la dedicada a Mozart, arribe el busto de Wolfgang Amadeus Mozart y que el lugar que ocupaba el compositor, en una isleta cercana, lo ocupe el monumento a los conquistadores de la Luna, un hecho muy en boga en los inicios de La Paz, que se inauguró dos años después de la llegada de los astronautas al satélite.

Pasar a la posteridad en forma de bronce o piedra es un camino tortuoso, como podemos ver repasando la Historia de Málaga, porque los homenajeados vienen y van y un día el monumento al comandante Benítez ocupa el 'centro neurálgico' (con perdón) de Málaga y al cabo de unas décadas se marcha a un discreto rincón del Parque, hasta hace poco oculto tras unas altivas palmeras.

En ocasiones, son los vándalos los que ganan la partida y ahí tenemos el caso de la descabezada Niña de Lagunillas, esculpida por Jaime Pimentel, que nunca más se repuso y la única copia conocida descansa en un chalé de Málaga.

En otras, la desidia, la mala calidad y los elementos climáticos han acelerado tanto la descomposición de la obra pública, que la erosión de la Esfinge de Gizeh es una broma en comparación con el grado de deterioro del busto a Carlos Rein, en la plaza de la Sauceda, en un lateral de Tabacalera.

Pero, estén atendidos o no, reciban la guillotina malaguita o sigan con la cabeza en su sitio, ninguno se libra del choteo local, en forma de bromas en las que, en ocasiones, está en juego la integridad física del gamberro, aparte de la del monumento. Fue el conocido caso de la bufanda futbolera al águila que corona la Fuente de Génova y hace unos días, en Lagunillas, la broma la sufrió el monumento al artista malagueño Miguel de los Reyes.

El fallecido escultor Miguel García Navas, antiguo campanero de la Catedral y autor de la estatua del Fiestero en el Parque, realizó la escultura de Miguel de los Reyes en 2009, una obra costeada en su mayor parte por una suscripción popular mientras que el Ayuntamiento puso el resto. Ese año 2009, una década después de la muerte del artista, se inauguraba la estatua junto al jardín de la Victoria y la calle Lagunillas.

Ajeno al currículum de Miguel de los Reyes y al esfuerzo de tantos malagueños anónimos por costear la obra, uno o varios bromistas colocaron a la estatua de casi 2,10 de altura una faca digna del más fiero bandolero, casi un machete de la selva de Borneo. El producto, no sabemos si hecho en Albacete, lo lucía el artista en su mano derecha.

El resultado, tan desconcertante como inquietante, estamos seguros de que habría arrancado alguna carcajada al cantante, al verse en semejante pose de atracador de caminos. Por suerte, la faca ya fue retirada.