En los entornos modernos y asépticos, el paso de las estaciones resulta en ocasiones difícil de percibir a simple vista.

Pasear por el Palmeral de las Sorpresas o el Muelle Uno en enero, agosto o noviembre se constata más bien por la temperatura ambiente o, si acaso, por la presencia de motivos navideños en las tiendas, más que por otro elementos.

Lo mismo podríamos decir de otros espacios de la ciudad, no sólo porque en Málaga abundan los árboles de hoja perenne y el paso de las estaciones no resulta tan evidente, sino sobre todo por el mantenimiento y la limpieza, que mantienen a raya espacios como la nueva Alameda Principal peatonalizada.

Por suerte, hay espacios en los que el malagueño, como si fuera un fenicio de la Malaka más lejana en el tiempo, puede ser testigo de la sucesión de los días, de los meses y de los años bisiestos.

Para contemplar tan impresionante portento no es menester irse al Jardín de La Concepción o salir en bicicleta a los Montes de Málaga. En la Calzada de La Trinidad.

Como saben, esta cuesta clásica de Málaga comunica con el Convento de la Trinidad, que continúa en barbecho administrativo, en un proceso quién sabe si de siglos, el periodo que quizás transcurra entre la primera rueda de prensa en la que se anunció que el edificio saldría del olvido y el momento en que el político de turno inaugurará el equipamiento.

Mientras llega ese lejanísimo día, el patio del antiguo convento trinitario está cuajado de plantas en un espectáculo sin igual. La ausencia de jardineros nos ofrece estos días un recinto, en pleno mes de febrero, con ese 'primer verdor' del que hablaban los romanos y del que proviene la palabra 'primavera'. La próxima estación ya se puede constatar con resultados ciertamente frondosos.

Completa el cuadro natural otro cartel administrativo, de los muchos que jalonan Málaga en estado de despiece. Asomado a la Calzada y cuarteado, a duras penas informa de las obras de consolidación del monumento, cofinanciadas por la Junta de Andalucía y el Gobierno central.

Como curiosidad, el cartelito señala que la Junta financia la obra «con el Estado Español», como si la administración autonómica fuera un ente ajeno a este. Quizás forme parte del Estado sueco y no lo sepamos.

Así pues, la primavera llegó al convento, que sólo recupera algo de vida en cada cita electoral, cuando arriban políticos con promesas de nuevos usos culturales para el edificio.

Por eso, es el momento de recordar aquí al arqueólogo Juan Manuel Muñoz-Gambero, que en los años 60 evitó que la inmobiliaria Sofico demoliera este monumento del Siglo de Oro. La duda es si no haría falta salvarlo más veces.