Cuenta en uno de sus descacharrantes artículos el escritor mexicano Juan Villoro cómo un amigo le gastó una broma y le invitó en México D.F. a una supuesta fiesta de disfraces históricos.

El inocente escritor acudió vestido de Cristóbal Colón y, para su sorpresa, se vio rodeado de gente vestida con trajes de chaqueta y faldas 500 años posteriores a su desembarco en América.

Una sensación a la inversa de la experimentada por Juan Villoro, la de acudir vestido a la moda de 2020 en un entorno de otra época, más cercana a la de Benito Pérez Galdós que a la de Mark Zuckerberg, es lo que experimentará el paseante que suba la Calzada de la Trinidad.

Ayer, esta sección recogió el temprano despertar de la primavera en el entorno del Convento de la Trinidad, olvidado de los jardineros y los políticos, pero unos metros más abajo ya no se produce un viaje a la próxima estación del año sino, directamente, al siglo XIX.

Lo conocen los muchos malagueños que cruzan el modesto arco de ladrillo visto para entrar en la Placeta del Compás de la Trinidad, un rincón detenido en el tiempo y que hace unos años vivió un esperanzador despertar, con la rehabilitación de la mitad de esta placita, gracias a que en ella se encuentra la sede de la Real Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Málaga.

Este compás en semicírculo es la antesala al aire libre de la preciosa parroquia de la Trinidad, que algunos malagueños confunden con el convento vecino e incluso con la parroquia de San Pablo, la de la calle Trinidad.

Como saben muchos, se trata de una iglesia de 1861, obra del arquitecto municipal Cirilo Salinas, una iniciativa del sacerdote malagueño Rafael Rodríguez Prieto, a petición de las monjas clarisas, que se habían quedado sin convento tras su demolición y estaban albergadas en Capuchinos.

Las clarisas se mudaron al nuevo convento de clausura de Nuestra Señora de La Paz, anexo a la iglesia. Allí siguen desde entonces, en esta placita cuya mitad se encuentra restaurada gracias a los rocieros malagueños pero la otra mitad sigue apuntalada y es puro cascajo.

Como explica a esta sección el antiguo hermano mayor del Rocío, Ricardo Gómez, la mitad de la placita sin reformar también pertenece a la hermandad, que ha encargado un segundo proyecto de rehabilitación al arquitecto Luis Machuca. Confiemos en que llegue pronto el visto bueno del Ayuntamiento a este esperada reforma que completará este precioso rincón de Málaga.

Mientras tanto, disfruten de estas dos mitades tan distintas del compás y echen un vistazo al empedrado decimonónico, tan desmadejado, que en él podrían hocicar perfectamente Fortunata, Jacinta e incluso cualquier escritor mexicano disfrazado de Colón. Esperemos que pronto haya buenas noticias.