Con motivo del regreso de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo al Museo de Málaga, del que es parte fundadora, publicó la institución un precioso libro, 'La Aduana, la Academia, el Museo', un homenaje de los académicos a su sede recuperada, en forma de dibujos, poemas, semblanzas históricas, partituras e incluso un guión cinematográfico.

Este último es el que presenta Carlos Taillefer, que escenifica, con nombres ficticios, un hecho real: la marcha de Málaga a Valencia junto con el gobernador civil, en febrero del 37, de Josefina Gálvez, en calidad de prisionera, por ser la mujer del aviador Carlos de Haya. Cinco meses más tarde, Josefina, hija además del doctor Gálvez, sería canjeada por el periodista y escritor Arthur Koestler.

Incluye la publicación aportaciones de académicos ya desaparecidos, como un maravilloso texto de Antonio Garrido Moraga o el cartel de 'La Aduana para Málaga' de Eugenio Chicano.

Una de las aportaciones más curiosas es la del catedrático Pedro Rodríguez Oliva, que desvela la historia de la escultura romana de una mujer que da la bienvenida a los visitantes nada más entrar en el Museo de la Aduana, algo no muy conocido.

Trasladémonos a la Málaga de finales del XVIII, con unos 52.000 habitantes y 22 conventos, que por su pujanza comercial, con un puerto que ya recibía el doble de barcos que Cádiz, decide jubilar la pequeña aduana de Puerta del Mar y levantar una en condiciones. En esas obras, en 1789, cuando iban a abrir los cimientos apareció esta escultura.

El catedrático precisa que mide 1,57 y fue tallada en un taller local a finales del siglo I o comienzos del II. La pista del taller local nos la da, entre otras cosas, el que el mármol procediera de la vecina cantera de la Sierra de Mijas. Y como ocurre tantas veces la obra, de clara inspiración griega, apareció descabezada.

Lo fascinante es que, tras ese desfile de siglos bajo tierra, la estatua comenzó un deambular apasionante. Primero marchó a una finca cerca del arroyo de los Ángeles, propiedad del responsable de las obras de la Aduana,Pedro Ortega y Monroy.

A mediados del XIX, la elegante mujer desconocida pasó a la colección de Jorge Loring y Amalia Heredia y se trasladó a La Concepción. En 1937, por la Guerra Civil, dejó el Museo Loringiano para ir a la Alcazaba y diez años más tarde ya se exhibió allí, como parte del Museo Arqueológico Provincial.

De 1996 a 2016, estuvo en varios almacenes, aunque pudo verse en una exposición en el Palacio Episcopal, donde se descubrió que bajo la base, en la cara apoyada en el suelo, aparecían tres letras mayúsculas grabadas (L.D.E), separadas por puntos, como se estilaba en muchas inscripciones romanas. ¿Qué significan?, nadie lo sabe a ciencia cierta. Muchas gracias a Pedro Rodríguez Oliva por regalarnos este precioso enigma nada más entrar en el Museo de Málaga.