La gente ya no dice palabrotas; ahora suelta tacos, que es una manera más suave, fina y delicada de decir lo mismo obviando la utilización de la desagradable palabrota, que durante años reinó en los ambientes menos selectos de la sociedad.

Al imponerse el taco, que es lo mismo que palabrota, su uso y abuso no conoce ni clase social ni sexo, porque jóvenes de uno y otro sexo no se miran en si está bonito o feo soltar un joder (o jo a secas), mierda y coño, que encabezan la clasificación (ranking, según los cursis) de los tacos, improperios, insultos y malos deseos a terceros.

El taco no tiene nada que ver con la blasfemia, exabrupto que está en declive pero no erradicado. La blasfemia es desagradable, hiere los sentimientos más profundos y descalifica al que acostumbra a usarla para reforzar su enojo, malhumor o cabreo.

Entre los más extendidos -con perdón-, coño, en Chile, se usa de forma despectiva, para identificar a una persona natural o nacida en España. En toda España se utiliza, según la docta RAE, para «expresar diversos estados de ánimo, especialmente extrañeza o enfado».

En el diccionario de nuestra lengua se recogen muchos de los improperios e insultos de implantación nacional, digamos; lo que no se recogen son los propios de cada comarca, provincia, ciudad, pueblo…, porque esas expresiones, a veces malsonantes y a veces ingeniosas, se reducen a zonas muy concretas.

Málaga

En Málaga -capital y provincia- hay expresiones que pertenecen al acertado eslogan Sabor a Málaga, uno de los grandes logros de la Diputación Provincial, no sé si inventado por Elías Bendodo o por otro miembro o asesor de la corporación provincial.

Pues bien, al movimiento Sabor a Málaga, se pueden incorporar, por ser de origen malagueño: liopuchi (hijo de puta), ves menos que Pepe Leche, eso está tirao, muerde vieo, tus muertos a caballo, más flojo que un guita, ni pintao, echando chiribitas, corres más que el tío de la lista, que te folle un pez, escuchimizao (flaco), cagslisto (Eucalipto), más corrío que una mona, vete a tomar viento a la Farola, está dabuten (de muy buen ver, guapa, espectacular), es un cayo (fea), metió la bacalá, está achiná (pocas carnes), le dio el dolor del miserere (apendicitis), cagarruta poética (poesías de mala calidad, ripiosa) y me cago en diez, que tiene su origen en una blasfemia; diez sustituye a Dios.

Esta última expresión dio lugar a un chiste: Dos amigos se encuentran después de muchos años, y uno le pregunta al otro: ¿Te casaste? El aludido, asiente. ¿Tienes hijos?, vuelve a preguntar. Sí, es la respuesta. Y vuelve a preguntar: ¿Cuántos hijos tienes? Respuesta: Once. Y ante la respuesta, el otro exclama: ¡Me cago en diez! Y el prolifero padre remata el diálogo: te puedes cagar en los once.

Hay otros muchos tacos e improperios que se usan en los países, naciones y comunidades autónomas que configuran España, como córcholis, cáspita, demontre, canastos, me cago en la mar salada, finolis, me cachis, es de pan y manteca, tu puta madre (que no es lo mismo que «está de puta madre», que equivale a estupendo. magnífico, fantástico, el no va más), más chulo que un 8, más tieso que un palo, cagón, malas puñalá te den, ojalá se te hinches los pies y te hagas cartero, te ha mirado un tuerto, enguaschisná, mardito parné...

Una expresión desaparecida y extendida por toda la piel de toro es ¡voto al chápiro verde!, señal de enfado o enojo, aunque también se utilizaba en tiempos muy pasados para responder a la pregunta de a quién iba a votar en unas elecciones.

Como hasta hace poco hemos estamos en época de elecciones continuas, no descarto que alguien preguntado sobre a quién va a votar se acuerde del chápiro verde.

Y más, y más...

La colección de improperios, tacos, malos deseos, insultos y calificaciones y descalificaciones, es más larga que la lista de personas en el paro como me cago en tus cálculos tiesos (originario del barrio de La Trinidad), más bruto que un arao, tiene más mierda que el palo de un gallinero, se puso colorao como un tomate, es un pringao, es un Juan Lanas (un don nadie. El 24 de junio tiene su santo), no es más tonto porque no se entrena, más mierda que el sombrero de un picaó, a la mierda en bote, es un pardillo (inocente), está chachi (que está buena), es un pardillazo (antecedente de rollo y coñazo), chichinabo, una ardilla (astuto), más desgraciado que el pupa, más corto que las mangas de un chaleco, ¡leche! (asombro), vete a freír espárragos, higona, no me sale de los cojones (en Málaga, coones) que tiene su origen en cataplines, que es más fino, chavea, arza la pata y mea; está crúa, le falta un hervor, una poco leche, leche y agua…

Gilipollas

Un taco o improperio muy arraigado y que se oye por doquier es gilipollas, que tiene sus ancestros en la meliflua expresión gili a secas, cuyo significado es lelo, tonto, simple…

A gili, para darle más fuerza, se le agregó puerta, naciendo un nuevo palabro poco expresivo: gilipuerta. Y del gili y gilipuerta nació gilipollas y las gilipolleces, palabras y exclamaciones que están en boca de todos los hispanoparlantes sin exclusión de sexo. Gilipollas y los soplapollas están en vocabulario para quedarse. No sucederá como en los casos citados en párrafos anteriores como cáspita, cáscaras, demontre, canastos… que están obsoletos, sin uso, condenados a ser borrados del diccionario de nuestra lengua que a la par se va enriqueciendo con nuevas palabras como postureo, aporofobia, buenismo, cliqueo, pinqui, posverdad, heteropatriarcado…

Ya no se utiliza la interjección ¡pardiez!, cuyo origen está en la exclamación ¡por Dios! Las señoritas que aprendían costura y tocaban el piano en los hogares de la burguesía recurrían en determinadas situaciones al pardiez en desuso; las de hoy, que no son señoritas sino jóvenes (y jóvenas en el lenguaje progresista) ni aprenden labores ni hacen tartas de chocolate, ni beben anís del Mono, sino que cursan en la universidad las carreras de Matemáticas o Ingeniería, en una de esas situaciones de enfado, te largan un joder, coño o vete a tomar por culo.

Como estamos en el sarampión de las palabras anglosajonas, los esnobs, en lugar de decir gilipollas, a lo mejor se inclinan por la expresión «he´s a real jerk!», que es lo más parecido al gilipollas nacional.

Y volviendo al taco que encabeza el ranking que enumera por orden de uso y preferencia la larga lista de la que he recogido solo una parte de España (Andalucía) porque en Soria, Segovia y Ávila; Cáceres y Badajoz; Lérida y Gerona… y Lugo, Orense y Pontevedra tendrán en su vocabulario popular cientos o miles de insultos e improperios que desconozco porque no soy de aquellas tierras, el número uno de la lista, como queda recogido, es coño, que en la proyectada República Catalana no se podrá soltar así como así porque la letra Ñ no existe en la lengua de la comunidad autónoma citada.

Si a alguien se le escapa el taco de referencia, agentes (comisarios políticos) del posible Departamento para la Vigilancia del Buen Uso del Catalán, informarían a sus superiores del hecho, lo que supondría la apertura de un expediente sancionador «por utilización de palabras españolas o castellanas en las relaciones profesionales, privadas y familiares».

Al llegar a este punto -punto final del capítulo doscientos y pico de las Memorias de Málaga- me asalta la duda de si me he pasado en la reproducción de tacos y palabrotas que pueden herir la sensibilidad de las personas que me leen. Pero pensándolo bien creo que no me he excedido porque todas las palabras, palabrotas, tacos… recogidos se oyen en las películas y series españolas que se pasan por las televisiones, muchas de ellas como aptas para todos los públicos o mayores de siete años.

Resumiendo: creo que la colaboración de hoy ha quedado «de puta madre».