Hasta una docena de ejemplares juntos, a escasos metros de la cima de La Maroma, justo en el límite entre las provincias de Málaga y Granada y a más de 2.000 metros de altitud. La estampa idílica de poder ver en libertad a estos caballos cimarrones no deja de atraer a más y más montañeros a las cotas de mayor elevación de todo el territorio malagueño. Pero detrás de los animales que se detienen ante nuestros ojos, casi domésticos, hay una larga historia desvelada por el guarda forestal más veterano del Parque Natural de las Sierras Tejeda, Almijara y Alhama.

A sus 81 años, Pedro Aguilar todavía es recordado y homenajeado por vecinos de Alcaucín, Canillas de Aceituno, Sedella, Canillas de Albaida, Cómpeta o Frigialiana. Es la voz más autorizada para conocer la naturaleza de un territorio que tras la Reconquista se erigió en el último de los reductos para los pobladores musulmanes residentes en la península Ibérica. «Siempre ha habido caballos, desde que recordamos, en los llanos de Sedella, algo más abajo de donde llevan algunos años estos que la gente fotografía», relata.

«Antes tan arriba lo normal era ver a la cabra montés. Pero con los cambios de temperatura, la sequía y lo que cuesta alimentar a uno de estos animales, algunos ganaderos han ido dejándolos porque allí están bien y no tenían un relevo generacional para mantenerlos», expresa. El fantasma de la despoblación y de la falta de ganaderos dentro de los municipios situados en la Sierra Almijara ha contribuido por lo tanto a que se multipliquen estos cimarrones, pero también hay grupos de hasta 20 perros salvajes.

«A estos otros animales no se les echa fotos, pero también están ahí arriba ahora que nieva menos y que hay alimento. En el caso de los perros sí que hay un problema, sobre todo ahora cuando llega abril y es el tiempo en el que va a parir la cabra montés. Llegan en grupo, porque se avisan unos a otros, y matan a las cabras pequeñas. Antes no pasaba esto porque siempre teníamos la colaboración de pastores que a lo largo de la primavera iban con sus rebaños a estas cotas altas, bien con ovejas o con cabras, pero ahora no hay forma de controlar a los perros», argumenta Aguilar.

Por su parte, los responsables de El Refugio del Burrito, que defendieron hace unos años la permanencia de los caballos cimarrones en La Maroma, porque consideraban que estaban bien de salud y en estas cumbres tenían pastos y alimentos para sobrevivir, reconocen las muchas amenazas que existen en Andalucía sobre la ganadería tal y como se ha conocido durante siglos. Este colectivo es testigo privilegiado de lo que denuncia el propio antiguo guarda forestal, que al no existir relevo generacional en el campo algunos équidos son abandonados a su suerte año tras año.

Las autoridades municipales de la zona consideran que la Guardia Civil debiera disfrutar de más dotaciones y recursos para asistir a los animales que son abandonados o retener a aquellos que ponen en peligro a la fauna autóctona protegida, como es el caso de la cabra montés. En el caso del Ayuntamiento de Alhama de Granada, con El Refugio del Burrito, se han organizado visitas para supervisar el buen estado de estas yeguas, machos y potros cimarrones «que vigilan La Maroma».