Gracias al trabajo de muchos años del locutor malagueño Domingo Mérida, la ciudad de Málaga cuenta con un callejero histórico en el que se desvela la vida y milagros de los personajes que pueblan nuestras calles, avenidas y plazas.

Y así, podemos recuperar a personajes ignotos, pese a que en su día cortaran la pana en Málaga como el decano Juan Oliver y García, que estuvo al frente del Colegio de Abogados de Málaga en el lejano año de 1822, en pleno trienio liberal, poco antes de que Fernando VII destapara de una vez su vocación de tiranuelo perpetuo.

Según informa Domingo Mérida, don Juan, además de juez fue Subdelegado de Mostrencos, un cargo que no implicaba coordinar los destinos de ningún equipo de cazurros sino que hacía referencia a los llamados 'bienes mostrencos', es decir, los que se encontraban perdidos, deshabitados o abandonados.

El destino ha querido que el que fuera subdelegado de semejantes bienes en el pasado cuente en la actualidad en Málaga con una calle en su honor que tiene toda la pinta de calle mostrenca, al menos en su tramo más veterano.

Si no tienen la oportunidad de visitar ahora mismo la calle Decano Oliver y García, echen mano de Google Maps y comprobarán que el coche marciano que fotografía todas las calles del planeta las pasó canutas para inmortalizar esta vía. De hecho, pueden localizar el punto en el que el conductor pegó el frenazo y decidió dar la vuelta o cuando menos, poner la máquina de fotos en huelga de trípodes caídos.

Y aunque las últimas fotografías fueron tomadas por el buscador en 2014, esta sección ha comprobado esta misma semana que la situación no ha cambiado.

Todo se debe a que esta calle, que tiene en sus dos extremos tanto otra calle 'decana', la del decano Ignacio Alaminos como el Camino del Colmenar, cuenta con una parte más digna de ser recorrida por los todoterrenos del Rally Dakar.

Se trata del tramo que arranca en el Camino del Colmenar y que sigue siendo una vía terriza, pese a contar con la placa municipal de la calle.

Se trata de unos cien o 150 metros de terrizo erosionado, hasta formar un piso inestable, escoltado por hierbas que no han visto un jardinero municipal o de alguna entidad de conservación en su vida.

Es un auténtico camino de cabras, salpicado de algunas pellas de hormigón depositadas, posiblemente, por los vecinos. Tampoco faltan otro tipo de pellas, así que el viandante tendrá que pasear cabizbajo, no vaya a tropezar o a pisar lo que no debe.

Es muy posible que este tramo arrastre algún problema urbanístico, porque recorridos los cien o 150 metros, la calle que homenajea a don Juan Oliver y García se transforma en una vía civilizada. En suma, deja de ser una calle mostrenca.