Cuando inicio la redacción del capítulo de hoy de las Memorias de Málaga me asalta una preocupación por las consecuencias que pueda acarrear su difusión. Nunca se sabe cuántas personas te van a leer. El caso es que su difusión puede provocar problemas en organismos y entidades tan importantes en la vida administrativa del país como, por ejemplo, en el Registro Civil, en el Instituto Nacional de Estadística, en las notarías, seguros, pensiones, expedición del DNI, NIF, familias, parentescos, parejas de hecho, hijos e hijas, centros escolares y la marimorena.

Todo tiene su origen en la decisión de uno de mis hijos (Carlos Jiménez Gámez, catedrático de Ecología de la Universidad de Málaga) de invitarnos a mi mujer y al autor de estas líneas de viajar a Eslovenia hace un par de años. Por razones de una indisposición imprevista, mi mujer y yo tuvimos que renunciar a última hora. En lugar de trasladarme al aeropuerto para el vuelo al país balcánico, un taxi me llevó a Urgencias de Carlos Haya donde -aprovecho la ocasión- me atendieron mejor que bien. Prueba de ello es que dos años después sigo vivo y me permito escribir esta curiosa historia.

El motivo del viaje a Eslovenia no era como el que se montó poco después don Joaquín Torra, titular del gobierno de la Comunidad Autónoma de Cataluña, para aprender cómo el país consiguió la independencia después del conflicto de Yugoslavia.

Mi viaje era más modesto: buscar los orígenes del apellido Smerdou que yo llevo tras Jiménez. Yo me perdí la apasionante historia familiar, pero mi hijo llevó a cabo la investigación.

No voy a entrar en detalles porque se trata de un asunto familiar que solo interesa a los que nos apellidamos Smerdou.

Por qué Eslovenia

Mi hijo y mi nieto ajustaron su estancia en Eslovenia a lo que habíamos programado más o menos, o sea, buscar nuestros ancestros porque los primeros Smerdou llegaron a Málaga en 1914, cuando empezaba la Guerra Europea.

Como es habitual, mi hijo se apuntó a uno de los desplazamientos turísticos por la zona de donde procedían los Smerdou, como Planini, Mannitz, Palcie, etc.

Como Eslovenia es un país que aspira como tanto otros a incorporase a la nómina de lugares de interés turístico, los guías que atienden a los visitantes formulan una pregunta de gran interés para el desarrollo de las campañas a realizar en las ferias internacionales que se celebran en diversas capitales europeas como Londres, Berlín, Madrid... La pregunta era tan simple como decisiva: ¿Por qué ha venido a Eslovenia? ­

Cada turista responde de acuerdo con sus miras y aficiones: conocer un nuevo país, disfrutar de sus bellezas naturales, ver sus monumentos, gastronomía€Cuando le formuló la pregunta a mi hijo, la respuesta no daba lugar a dudas: conocer el lugar donde nació mi abuelo, sus antepasados, si había en su lugar de nacimiento personas de su apellido... El guía trató de ayudarle: ¿Cómo se apellidaba su abuelo? Al decirle Smerdou, la respuesta fue la menos esperada: «Yo me apellido Smerdu», respondió el guía.

La diferencia estaba en la ortografía: el Smerdou de mi familia se escribe tal como lo redacto, y el del guía, era Smerdu, sin la o.

Y ahí empezó la historia: el apellido Smrdel, el originario que data de mil seiscientos y pico, se fue modificando hasta acabar como el del guía esloveno.

Pero lo que me mueve a esta colaboración no es hablar ni del apellido Smerdou ni de mi familia, sino de algo que puede provocar lo que adelanto en el primer párrafo.

Los apellidos se feminizan

Resulta que en Eslovenia es costumbre -o era- feminizar los apellidos; así, los Smerdou varones son Smerdou, pero si son hembras, el Smerdou se transforma en Smerdeuka. Una familia que tenga dos hijos, uno varón y otro hembra, él se apellida Smerdou y ella Smerdeuka.

Si el imparable feminismo español, el de españoles y españolas, ciudadanos y ciudadanas, andaluces y andaluzas, jóvenes y jóvenas, miembros y miembras... en el ardor guerrero que ponen en la feminización de todo lo que nos concierne, como viajeros y viajeras, parlamentarios y parlamentarias, concejales y concejalas... no me extrañaría que se iniciara una campaña en pro de la traducción al femenino de los apellidos, con espectaculares resultados de convertir a las hijas de los González en Gonzálas, los Calvo en Calva, los Carrasco en Carrasca, los Gómez en Gómaz, los López en Lópaz, los Almendro en Almendra y así hasta Puigdemont que en el caso de descendencia femenina sería Puigdomona, vamos, digo yo.

Poner en femenino los apellidos permitirá a los políticos aparcar, como si se tratara de patinetes, los grandes problemas del país, como Cataluña, el mantenimiento de las pensiones de acuerdo con el IRPF, la sanidad, la quema de los bosques, la falta de educación, la mala ortografía que deja sin cubrir plazas de profesores porque no saben si haya de haber se escribe haya y el aya que custodia niños se escribe sin hache, el paro que supera los tres millones de personas, la falta de estímulos económicos para que las parejas traigan más niños (y niñas) al mundo, cómo regular los desechos de plásticos y un montón de problemas que no se acometen con valentía y éxito.

Ahora, la gran preocupación de los políticos por exigencia de un indeterminado grupo de féminas, está en cambiar los cuarenta millones del DNI con los apellidos feminizados, que los testamentos en las notarías sean modificados para que no se planteen dudas porque los apellidos de los dos hermanos herederos no coinciden, el INE tenga que modificar los censos para las próximas elecciones, en el registro civil habrá que poner en lugar de Manzano Manzana, los títulos de doctores, licenciados, diplomados actualizarlos para evitar que quede claro que la que está en posesión del título ya no se apellida Smerdou sino Smerdeuka...

Todo el funcionariado de los cuerpos de seguridad, de la justicia, de la cultura, de la enseñanza, del deporte, de la educación, de la medicina... estarán obligados por Decreto Ley a modificar los apellidos de las mujeres en su versión femenina.

Por el bien de España, espero que no se llegue a materializar la costumbre eslovena de feminizar los apellidos. Ya tenemos bastante con la muletilla de trabajadores y trabajadoras, ciudadanos y ciudadanas, soldados y soldadas, ladrones y ladronas...