«Tienes que tener muy claro lo que quieres decir y trasmitirlo», zanja Conchi Quesada al tiempo que hace volar el pincel fino por un lienzo de donde florece ya una nueva creación, un trabajo en marcha. «Si un cuadro con una línea hace que te pares a verlo, ese ya vale para ti». No cabe duda.

Así explica esta artista de raíces granadinas y malagueñas lo que para ella implica la pintura bien hecha, un arte que pasó a convertirse en el eje de su vida hace dos décadas, cuando decidió que se dedicaría a lo que siempre quiso desde niña y trataría de vivir de ello. Conchi abandonó una vida laboral estable como programadora de sistemas informáticos para lanzarse al mundo de los colores, las mezclas y la composición artística.

«Lógicamente el ganarse la vida era diferente y he tenido que trabajar», rememora esta pintora, para quien esta disciplina no fue nunca solo una afición o un hobby, sino una verdadera vocación. «Yo llevaba dentro el dedicarme completamente a la pintura en cuanto pudiera».

Con el propósito de afianzarse en esta materia, Conchi acudió a varias academias para aprender lo que ella consideraba una «base que seguir desarrollando». No obstante, los métodos no la convencieron en absoluto, por lo que adquirió algunos manuales, empezó a investigar y a aprender por su cuenta, un impulso que la despojaría de la etiqueta de pintora amateur y le añadiría las de profesional y autodidacta. No obstante, Quesada no perdió la oportunidad de perfilar sus conocimientos artísticos en la Escuela de Arte de San Telmo en la capital malagueña.

De esta forma, y tras tomar la decisión que cambiaría su vida por completo, la rutina de Conchi empieza a las nueve de la mañana, cuando dispone de la mejor luz para pintar, y pasa el día trabajando en un estudio en su propio domicilio. Es entonces cuando ella coge el pincel, se engarza a la paleta llena de pegotes de color y de ahí ya no se mueve hasta bien entrado el mediodía. A veces acompaña la labor con algo de música clásica o quizás unas sevillanas, según el espíritu. «A menos que surja cualquier cosa, normalmente es así». Durante la tarde, a excepción de que se acumulen los encargos pendientes, prefiere no pintar, para evitar trabajar con luz artificial, que tiende a modificarle los tonos, según explica.

Pintar sin red

La técnica de Conchi Quesada suele llamar la atención, porque prefiere saltar al lienzo sin redes. Ella contempla el blanco hueco de color, hace unas medidas a ojo, organiza sus ideas y empieza a dar pequeñas pinceladas. Sin esquemas, sin guías, tan solo con el meñique de la mano diestra apoyado cuidadosamente y la vista fija sobre sus avances. «Siempre sorprende», confiesa sonriente, aunque sin dejar de advertir que es una forma de pintar que requiere tener las ideas muy claras sobre lo que se quiere plasmar. Esas decididas pinceladas, siempre impregnadas de pinturas al óleo, atienden a la corriente del realismo, incluso al hiperrealismo en algunas creaciones, y disfrutan especialmente con los retratos religiosos,pedidos muy habituales de las hermandades malagueñas.

El último ha sido la Virgen del Rocío, un encargo para la Asociación Victoriana de Capuchinos que acabó esta misma semana, aunque antes de ella han pasado un amplio abanico de imágenes devotas como el Cristo de la Expiración, la Virgen de los Dolores o el cristo de la Misericordia.

El atractivo de los cuadros religiosos de Conchi Quesada traspasa las fronteras de Málaga, en especial, hasta su pueblo natal, Zafarraya, para el que está pintando el Cristo de las Tres Marías, una imagen muy venerada en Granada, sobre todo durante los festejos del día de la Cruz.

De entre todo lo pintado en 20 años de trayectoria, hay algunos cuadros de los que cuesta desprenderse una vez terminados. Es difícil decantase por uno solo, sin embargo, para Quesada, cuando pinta al Cautivo, lo que más le cuesta es la entrega final. «Hay algunas que me han llegado al alma y me ha costado desprenderme de ellas», asegura. «Pintar el Cautivo, para mí, ha sido siempre muy grande, es algo muy especial».

Más allá del arte religioso, donde Conchi se siente realmente cómoda, hay otros retos igual de especiales, como en el que se encuentra enfrascada ahora: interpretar los últimos momentos de la vida del general Torrijos antes de que fuera fusilado en las playas de San Andrés en1831.

Sobre un chapón marino en blanco, ya se adivinan las facciones del general junto a un fraile capuchino, aunque habrá que esperar cosa de un mes para verlo completo, luciendo en uno de los muros del Centro de Interpretación de Torrijos, donde ya luce una obra de Quesada sobre este reconocido militar español.

Copista en el Prado

En 2016, esta enamorada de la pintura se convirtió en copista en el Museo del Prado. Aunque a Conchi no le falta el trabajo, trata de sacar una semana para viajar a Madrid y encerrarse durante cinco días en este espacio bicentenario, donde descansan grandes obras maestras de la pintura española, flamenca e italiana. «Tengo programado estar allí cada mes, lo que pasa es que en este momento de los carteles de Semana Santa, tengo que aparcar esa programación».

Para ella, estar siempre rodeada de visitantes genera un «ambiente muy bonito» donde no le importa pasar extensas jornadas de trabajo copiando a autores magistrales, que además le han valido para crearse una fama entre los amantes del arte de diversos rincones de la Península que visitan el Prado y que han acabado por convertirse en sus nuevos clientes. «He estado copiando cuatro años a Velázquez, mi pincelada ha cambiado mucho desde he estado copiándolo a él, estudiando la suya», rememora Conchi. Entre las obras de este pintor del barroco español que ha calcado destaca el Cristo crucificado, el Dios Marte, la Fragua de Vulcano o Mercurio y Argos. En cuanto a Goya, hay un cuadro que ha llegado a copiar hasta en cuatro ocasiones debido a que los clientes se lo han encargado: el Perro Semihundido

Un encargo soñado

Hace unos años, Conchi llegó a revelar a este periódico que siempre, antes de pintar una imagen religiosa, le reza. Una suerte de ritual que le sirve para «conectar» con la figura. Estas pinturas entraron poco a poco en el día a día de Conchi Quesada y hoy forman son gran parte de su trabajo. Las cofradías y asociaciones le hacen peticiones en las que ella se embarca con pasión, aunque hay uno de suma importancia que aún no ha llegado y que le maravillaría afrontar: ser la autora del cartel de la Semana Santa de Málaga. Quién sabe.