Miles de personas salieron a la calle y clamaron por la igualdad real entre mujeres y hombres en una multitudinaria marcha por el 8-M, que partió desde la Alameda de Colón y Muelle Heredia para recorrer el centro de Málaga hasta concluir el itinerario, en un ambiente festivo, en la plaza de la Constitución.

La estrecha relación con la conciliación, la vida personal y la profesional que abraza esta celebración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora adquiría dimensiones de lo más intensas en ciertos testimonios que iban desgranando participantes que respondían a perfiles de lo más variados.

Por ejemplo, Melanie, una mujer hispano-alemana afincada desde hace 15 años en Málaga, explicaba que el hecho de dedicarse a un negocio de moda sostenible la invitaba a estar allí para rebelarse contra las «indignas condiciones con las que se trabaja en tantos países en el sector de la moda». Además, la compañía de sus dos hijas y de una amiga de estas la asociaba al deseo de que las niñas de hoy puedan vivir en un futuro, cuando ya sean adultas, «con la máxima libertad posible».

En otro punto de la marcha, María explicaba, junto a dos amigos, que su pertenencia a la Unidad de Igualdad de Málaga y los estudios que cursa de Trabajo Social le hacen tener presente en su propio ámbito laboral el motivo de la manifestación: «Quiero ganarme la vida como trabajadora social, me cambié de carrera por el feminismo», explicaba mientras portaba una pancarta en la que se leía un expresivo «estoy borracha, quiero llegar a casa».

Esta sensación de indefensión sobre la que acechan los delitos sexuales se reflejaba, igualmente, en los mensajes que mostraba la veinteañera Ángela en carteles que reproducían los mensajes de móvil con los que se suele ir comentando la evolución, bajo la madrugada, del camino de vuelta a casa: «Hay relaciones que son muy tóxicas y también constituyen un verdadero peligro», señalaba en alusión a otra proclama que rezaba 'no es amor, no es tu problema».

Al igual que en los dos años anteriores, aunque resultara mucho menor en proporción a la afluencia femenina, la presencia de hombres fue notable. Por ejemplo, Antonio, de 66 años, había acudido desde Torrox con el convencimiento de que «la mujer necesita la igualdad lo mismo que el hombre». «Si no se sale a la calle a protestar, no se va a conseguir nunca», incidía.

En la babel de impresiones de la que se nutrían las miles de personas que participaron en la marcha, la igualdad real era un grito unánime.

Desde la cola de la comitiva hasta esa cabecera en la que, junto al primer cordón de seguridad, se encontraban tras la pancarta integrantes de la Coordinadora 8-M como Carmen, quien reiteraba que «tiene que llegar el día en el que hombres y mujeres tengan las mismas condiciones laborales, con idénticos salarios, o la responsabilidad de los cuidados no recaiga exclusivamente sobre la mujer».

Miles de personas claman en Málaga por la igualdad real

Miles de personas claman en Málaga por la igualdad real

En una serpiente multitudinaria que no entendía de edades, en una pandilla de jóvenes recién salidas de la adolescencia María insistía en la necesidad de estar allí «para luchar por los derechos de la mujer» y su amiga Marta recordaba en tono crítico que «desde los años 70 no se ha cambiado, prácticamente, nada».

Las proclamas que eran tarareadas por los distintos colectivos o grupos de participantes también se ramificaban en una amplia variedad que no renunció a un bailongo «el feminismo camina para adelante, el machismo camina para atrás» o aludió a Vox. También abarcaban desde temas laborales con cánticos del tipo «no estamos todas, faltan las precarias» o «igualdad con trabajo»; a los delitos sexuales con el grito de «hombre violador al triturador» o las consignas de «aborto libre» le brindaban un guiño a la situación de la sociedad argentina.

En términos generales, reinó la unidad y el respeto, aunque la tensión se tornó inevitable con algún grito que aireaba un «feministas no» ante quienes se dirigían a la manifestación o sembró cierta confusión a la altura de la plaza de La Marina. Allí, un grupo que no llegaba a la media docena de hombres permanecía, escoltado por agentes policiales, con la boca tapada y unas pancartas que pedían una sociedad igualitaria.

Más allá de estas excepciones, la marcha del 8-M en la capital malagueña fue una fiesta en toda regla, al igual que las ya celebradas por la mañana en otros puntos de la provincia y en otros cinco capitales de provincia andaluzas.