A los accionistas del entonces Banco de Bilbao que asistieron a la reunión informativa celebrada en febrero de 1987 -ahora hace treinta y tres años- se les obsequió con un ejemplar de la novela titulada 'El ciego y oscuro salto de Francisco Vicaría', a la que se le había concedido el Primer Premio Andalucía de Novela, auspiciado por la citada entidad bancaria y la Editorial Espasa Calpe.

Yo poseo un ejemplar de esta novela con dedicatoria de su autor, Luis Ramírez Beneytez. No es que yo fuera accionista del Banco Bilbao; es que su autor, al que entrevisté para Radio Nacional de España, tuvo la amabilidad de obsequiarme con un ejemplar, con dedicatoria incluída.

Tanto me impresionó la personalidad de Ramírez Beneytez que propuse a Luis del Olmo, a la sazón máximo responsable del programa 'Protagonistas' que lo entrevistara. 'Protagonistas' era el espacio radiofónico más oído en España. La entrevista se la hizo... y como resultado de la misma le ofreció que se incorporara al grupo de tertulianos de 'Protagonistas'.

Si traigo esta historia a colación es porque en estos días he vuelto a leer el libro que leí en su día, hace más de treinta años. Llevo algún tiempo alternando libros nuevos, novedades, con otros que leí a lo largo de los años. Es una política que me recomendó Juan Cepas, el autor, entre otras publicaciones, de su famoso 'Vocabulario Popular Malagueño'.

Fui a entrevistarlo a su domicilio en la Prolongación de la Alameda para incluirlo en la serie 'Los que hicieron el Club', dedicada a los socios del Real Club Mediterráneo que más se habían distinguido en el desarrollo de la entidad, el club náutico más antiguo de España, que este año cumplirá 147.

Le pregunté entonces qué libro estaba escribiendo; su respuesta fue que estaba disfrutando releyendo los libros que más le gustaron y que ahora los podía gozar sin la esclavitud de tener que ir a trabajar porque se había jubilado.

Luis Ramírez, sacerdote

Si uno desconoce la vida del autor que fue galardonado con el Premio Andaluz de Novela, el texto, las ideas que desarrolla, las descripciones... le parecerán normales dentro de una estética liberal, crítica, incorformista. Pero si se interesa por su formación, por su vida diaria, por los ambientes en que se desenvolvía y descubre que era sacerdote, el perfil cambia de forma radical.

Luis Ramírez nació en 1927 en Mora (Toledo) y falleció el 10 de junio de 2016 a los ochenta y nueve años de edad en Torre Alquería, término municipal de Alhaurín de la Torre, provincia de Málaga.

Tras cumplir el servicio militar en Gerona, donde aprendió el catalán, entró en el noviciado de la Compañía de Jesús; había tenido anteriormente contactos con el Padre Llanos, el jesuita que se desarrolló una acción social que todavía se recuerda en el lugar conocido por el Pozo del Tío Raimundo, en Madrid.

Al parecer no se sintió a gusto en la Compañía de Jesús y derivó su inquietud religiosa hacia el clero secular, ingresando en el Semanario de Ávila. Y de Ávila se trasladó a Málaga donde en nuestro Seminario terminó sus estudios, siendo ordenado como sacerdote en 1960. Desde sus inicios mostró sus deseos de incorporarse al movimiento conocido por curas obreros. Completó sus estudios cursando la carrera de Económicas en Málaga con el doctorado final. Don Luis Ramírez se convirtió en cura obrero, economista y escritor.

En la Diócesis de Málaga estuvo como ecónomo en Montecorto, en Fuengirola y finalmente en Torre Alquería (Alhaurín de la Torre).

Torrijos

Seguramente le apasionó la historia del general Torrijos, el adalid del fracasado levantamiento contra el nefasto reinado de Fernando VII. Su aventura le costó a él y a sus seguidores la vida: fueron fusilados en Málaga. Nuestra ciudad recuerda la trágica historia con el monumento que lleva el nombre del general en la plaza de la Merced y su nombre a la glorieta de la fuente del Parque, la plaza Torrijos.

Su novela se centra en el padre carmelita -fray Francisco Vicaría- que prestó los últimos auxilios a los condenados a muerte. En la presentación del libro figura parte del texto de las crónica de la Venerable Hermandad de la Santa Caridad de NSJC de Málaga: «... fray Francisco Vicaría, religioso del Carmen, que en el año 1831 prestó los divinos auxilios al fusilado General Torrijos. La fuerte impresión que le causó aquel suceso lo redujo por diez años a un estado de delirio concluyendo su vida de sesenta y seis años de edad, el 17 de abril de 1842. Auxilió al más joven de las víctimas, asistente de Torrijos, que sobrevivió algunos minutos entre los demás compañeros y lo despenó el mismo padre carmelita...».

Malagueñismo

El libro de Luis Ramírez es un duro y descarnado documento de lo que fue la muerte de Torrijos y seguidores y, de paso, una crónica de la Málaga de la época con escenarios nauseabundos, viviendas insanas, miseria, pobreza, hambre... Y lo que realmente llama la atención es cómo el autor, no malagueño pero sí encardinado desde su juventud en Málaga capital y pueblos del interior, transmite sus impresiones y diálogos de los entornos cercanos al mar con palabras y expresiones de allí.

Llama también la atención que una persona de gran formación haya recurrido con naturalidad al lenguaje de la gente de la mar, de los barrios, de los pueblos, de los analfabetos... para relatar el ambiente y escenarios donde se desarrollan los hechos.

Recojo algunos de estas aúténticos hallazgos, frases como «cuando ze toméis», «quiyu», «los zofales», «chisgate», «eran unos esmallaos», «ponle un vaso grande de Cómpeta», «es un poco bastante demasiado», «que a cuánto zalemos», «su pechá de vino», «el perro meneando el hopo», «los hijopuchis», «porque fuera aparte de las ideas de cada uno»... y otras muchas que revelan cómo el escritor se 'malagueñizó'.

Como en la novela hay algunos saltos -del pasado al presente-, el autor, por ejemplo, al referirse los personajes a dos vehículos muy populares entonces, escribe «lánrover» y «seilla», que es cómo la gente del entorno donde acaecen los hechos denominaba ambos medios de transporte.

Ni puntos, ni comas...

Yo no recuerdo haber leído nunca la licencia que se toma un autor en la redacción de una carta de gente poco preparada. En tres ocasiones, en la novela que comento, Luis Ramírez se atreve a recoger el contenido de tres cartas bastante extensas en las que no hay ni mayúsculas, ni puntos, ni comas... Ningún signo que separe los sustantivos, los verbos, las preposiciones, los complementos... Voy a reproducir parte de una de esas cartas:

«Hola cariño mi mayor deseo es que al recibir estas cuatro letras te encuentres bien y pronto podamos estar juntos hasta la presente yo estoy bien y te escribo desde el barco de vuelta de las maniobras y estarás pensando malamente de mí y todo porque llevo unos días sin escribirte pero si no te he escrito antes es porque de nabuibras no da lugar a nada que tú no eres capaz de saber lo duro que es esto...».

Y así hasta setenta líneas donde Ceuta, Señor y Camarón son las únicas mayúsculas de la carta.

Es sorprendente que un señor nacido en Toledo, educado en los jesuitas en Ávila, doctor en Económicas por la Universidad de Málaga... se impreganara de malagueñismo escribiendo «cuando ze tomeis el café», «risquitimpace» y otras palabras que configuran nuestro popular vocabulario.

Si tienen ocasión, lean la novela del admirado Luis Ramírez Beneytez.