Como alguna vez hemos comentado en esta sección, a estas alturas del siglo XXI, Reino Unido, Francia y Estados Unidos siguen siendo las tres más grandes y rancias potencias coloniales. Los tres países cuentan con un amplio catálogo de posesiones, algunas de ellas camufladas en forma de ‘territorios de ultramar’ y otros tejemanejes nominales.

Y como no tienen bastante con mantener semejante anacronismo, una parte importante del acervo colonial ha sido reconvertido en paraísos fiscales y otros chanchullos financieros.

En España nos quedan algunas plazas de soberanía en forma de un par de peñones e islotes mal contados en el Norte de África, cuya naturaleza ‘colonial’ algunos discuten. En todo caso, estaríamos a años luz de ingleses, franceses y estadounidenses.

Málaga, eso sí, puede presumir de tener un par de colonias, que, lejos de ser un ejemplo de rapacería financiera y supremacismo de una metrópoli, son queridas, admiradas y en algunos casos protegidas, aunque algunas sean más desconocidas que otras.

La más conocida, sin duda, es la Colonia de Santa Inés, ligada a la desaparecida fábrica de ladrillos, tejas, mármoles y cemento hidráulico del mismo nombre. En 2003, La Opinión entrevistó a José Vázquez, de 86 años, que recordaba que entró a trabajar en la fábrica con ochos años y que una parte de la producción de ese tiempo fue a parar a la Exposición Iberoamericana de Sevilla y al Protectorado Español. El trabajo del pequeño José consistía en recoger arcilla de ‘la charca’, como entonces se conocía la Laguna de la Barrera, hoy un hermoso y original parque, recién dedicado a su diseñadora, la fallecida arquitecta María Eugenia Candau.

La otra colonia notable, bastante menos conocida pero muy relacionada con la de Santa Inés, es la Colonia de San Eugenio, en la Trinidad, a pocos metros del Mercado de Bailén. El PGOU la tiene calificada como Colonia Tradicional Popular, lo que no ha impedido que una buena parte de las viviendas, con tejados a dos aguas muchas de ellas, se hayan transformado en otra cosa. Las casas eran un diseño original de 1918 de Fernando Guerrero Strachan.

Pese a los cambios, a la manida expresión ‘oasis de paz’ hay que añadir la de ‘viaje en el tiempo, porque esta colonia, que puso en marcha don Eugenio García Serrano fallecido en 1942 y que vivía en el mismo barrio, sigue con el sabor de otra época.

Poblada originalmente por trabajadores de otra fábrica de ladrillos, la de Salyt, y de los tejares de Monte Pavero, todavía sigue en pie, cruzado por unos cables lamentables, un arco con el nombre de la colonia.

Al fondo de la vía principal, la calle Pacheco Maldonado, puede verse todavía el gran panel de cerámica con las normas de convivencia de esta pacífica colonia.