Al hilo de la incursión ayer por la Colonia de San Eugenio, se evidenció que su propietario, Eugenio García Serrano, había tomado la 'precaución' de poner a las calles nombres de familiares.

Y así, la principal, que hoy homenajea a Pacheco Maldonado, corregidor de Málaga contemporáneo de Cervantes, se llamó originalmente Eugenio García Serrano, es decir, él mismo, al tiempo que otras calles del barrio llevaron los nombres de tres hermanos y de sus padres. Tras la Guerra Civil, estos nombres desaparecieron, apuntan Inmaculada Serrano y Jesús Santana en un completo trabajo para la revista 'Isla de Arriarán'.

El único nombre que se mantiene es Monteleón, que o bien hace referencia al Parque de Artillería de Madrid de la Guerra de Independencia, o bien don Eugenio nos coló para la eternidad a un amigo o pariente.

Pero sin duda, el ejemplo más señero de influencia familiar en el callejero, por su importancia y antigüedad, es el del poderoso gobernador de la Málaga del XIX Antonio María Álvarez.

En la gestión de don Antonio María, la barrera entre el cargo público y los negocios nunca estuvo clara, lo que sí es cierto es que los vasos comunicantes entre estas dos facetas de su vida se refleja todavía en el callejero de 2020.

Si fuera un personaje de nuestros días, es muy probable que, en lugar de dueño de una desaparecida plaza de toros de Málaga, como lo fue, se hubiera decantado por un club de fútbol, y quién sabe si esos vasos comunicantes no le hubieran llevado a los juzgados o incluso a Alhaurín, y no precisamente a su finca de recreo.

Pero no debemos juzgar a un personaje del XIX con los ojos del siglo XXI. El pasaje de Chinitas se lo debemos a él y lo mismo su portada, que preservó, y que perteneció al desamortizado convento de las Agustinas.

El pasaje del gobernador fue originalmente el Pasaje de Álvarez, y la calle Álvarez, en terrenos que urbanizó del antiguo convento de San Francisco, todavía le recuerdan. Al lado está, por cierto, la calle Purificación, que homenajea a su segunda mujer, Purificación Moya Chacón. La hija de ambos, Matilde Álvarez Moya, se casó con el VIII marqués de Valdecañas, y, casualidades de la vida, también en el barrio del gobernador hay una calle con el título nobiliario de su yerno.

Otro ejemplo curioso que vimos hace poco en esta sección es el de la calle María, cerca del Santuario de la Victoria, que no hace referencia a la Madre de Jesús sino a la mujer y una de las hijas del arquitecto municipal del XIX Rafael Mitjana. En esta calle, por cierto, se encuentra el Colegio Cardenal Herrera Oria, en cuya portada algún bromista ha pintado una hoja y da la impresión de que es una hoja de 'maría'.

Queda por recordar al concejal del siglo pasado Pepe Mena que, asegura una leyenda, se dedicó dos calles a sí mismo con sus apodos personales (calle Pepote y calle Menita) y cuenta además con la plaza Pepe Mena.