Hace cuatro años, Francisco Jiménez confesaba a este diario: «Me encuentro solo, he sufrido amenazas de muerte, acoso y maltrato psicológico y ahora me tengo que ir a vivir a una furgoneta, con 360 euros de pensión».

Cuatro años más tarde, la situación no ha cambiado, aunque reconoce que se ha acostumbrado «a vivir en la furgoneta». En ella guarda el aparato para remediar todas las noches la apnea del sueño que padece.

El mal sueño se inició en 2010, cuando una caja de ahorros expropió el bloque con ocho apartamentos levantado por su propio padre tras una expropiación municipal forzosa para abrir una calle y una plaza. Con la crisis el edificio, levantado sobre la casa de su familia en la pequeña Colonia de San Eugenio, en La Trinidad, fue adquirido por la Sareb, informa, pero en 2012 entraron en él varias familias de forma ilegal. Sólo Francisco tiene su apartamento en propiedad.

A partir de ahí denunció varias amenazas, la colocación de pegamento en la cerradura e incluso un intento de prender fuego a su casa. En otra ocasión, «me llegaron a meter un perro por la terraza», cuenta. De ese tiempo, este malagueño recuerda también el ruido incesante en el bloque y que le engancharon el agua y la luz y le cortaron la electricidad, un cúmulo de circunstancias que en 2016 le empujaron a mudarse a una furgoneta, no sin antes hacer un huelga de hambre de tres días delante del Ayuntamiento.

En el bloque, la situación ya no es como antes pero Francisco señala que sigue habiendo «mucho ruido y mucho estrés». En la actualidad, cuenta que una vez a la semana entra al apartamento para recoger los papeles del médico que le envían por correo y de paso, para cerciorarse de que sigue siendo la única vivienda sin okupas de todo el bloque.

En el piso, por cierto, conserva un pequeño transformador que genera la electricidad justa para el aparato contra la apnea.

En la actualidad, cuenta que sobrevive con un trabajo en un parque acuático los veranos, «y que me da para pagar las revisiones del coche». En cuanto a la alimentación, explica que tira adelante con «pan, aceite y ajo». «Mi abuelo y mi padre estuvieron en dos cuerpos de élite del Ejército y me enseñaron unos valores. Yo antes de pedir, prefiero morir», confiesa.

El sueño de Francisco es, además de poder recuperarse psicológicamente, alquilar algún día su apartamento a estudiantes de Erasmus y con los ingresos, marchar al campo para aplicar los principios de la permacultura, y así poder «aportar a la comunidad». Pero para ello, pide al 'banco malo' que acabe con las irregularidades y se terminen los problemas en un bloque en el que hasta su único propietario se ha visto obligado a marcharse.