En estos días revivimos, sólo que la mayoría con wifi, la vida de los ermitaños o eremitas de siglos pasados, capaces de permanecer en su eremitorio las décadas que hicieran falta y con una parca dieta basada en un puñado de higos.

De esos eremitas nos ha quedado la palabra 'ermita', hoy asociada a tumultuosas romerías en las que no suelen faltar los rezos, ni tampoco las barbacoas.

Vivimos tiempos extraños, capaces de dejar con menos tráfico rodado que el Gran Canal de Venecia una infraestructura tan frecuentada por los coches como el túnel de la Alcazaba.

Esta obra fue un sueño que muchos malagueños del pasado, a lo largo de las décadas, consideraron más propia de una novela de Julio Verne que de la ingeniería de su tiempo, pero llegó el momento propicio y se ejecutó, con una leve subida del montante final, lo que provocó que el túnel atravesara el cerro de la Alcazaba pero en el tintero se quedara la insonorización. Más de 20 años han pasado desde entonces.

En estos días de eremitas forzosos quienes acuden al trabajo, porque no tienen más remedio, pueden tener el privilegio de atravesar el túnel en hora punta, a pie o en coche, en medio de un silencio que sólo rompe el viento.

Porque el 'efecto túnel' de esta obra propicia que el viento sople a más velocidad y así cuente con un sistema de ventilación natural extra.

Pero además de la brisa, los peatones habrán experimentado lo que San Juan de la Cruz y luego Juan Ramón Jiménez llamaron «la soledad sonora». En suma, ni un puñetero coche de los que provocan triples saltos mortales en los nervios de los peatones.

Junto con el pago de una multa de Hacienda y escuchar a una manada de hienas, pocas experiencias hay más desagradables que atravesar los cerca de 200 metros de este túnel al tiempo que se accionan los zapatos.

Como alguna vez hemos comentado en esta sección, las mediciones realizadas en 2016 arrojaron 86 decibelios y en ocasiones aisladas, hasta 100, cuando la Organización Mundial de la Salud recomienda durante el día un límite de 65.

Ante esta situación, en 2018 el Ayuntamiento licitó las obras por cerca de 150.000 euros para insonorizar de una vez esta gruta del tráfico rodado, pero la verdad es que ninguna empresa se interesó y los peatones tuvieron que aguantarse y seguir esperando.

En teoría, y siempre que el coronavirus no volee la economía mundial demasiado, existe el compromiso del equipo de gobierno de solucionar este problema en la legislatura actual.

Esa es la conclusión que podemos sacar si examinamos el programa electoral de los populares, de 2019, que parece englobar la actuación con la regeneración urbana del entorno de calle Victoria y «las traseras de Gibralfaro». Ahí queda la promesa: «Acondicionaremos acústicamente el Túnel de la Alcazaba». Dios les escuche y así, escucharemos menos al atravesarlo.