Lo que usted va a leer en esta crónica no es la descripción de la forja de una novela o una película apocalípticas. Ni siquiera es la ensoñación de un científico loco o de un terraplanista o la proyección mental de un tipo que leyó '1984' y se lo creyó. Lo que usted va a leer aquí es la crónica de la pandemia del coronavirus en clave malagueña, el día a día de la ciudad y de sus habitantes, y las quejas de los sanitarios y de las familias de los afectados, el goteo insoportable de nuevos infectados y muertos, las historias de héroes anónimos y de irresponsables: en definitiva, el latir de un tiempo que, según muchos analistas, nos cambiará para siempre y en el que, como en la novela 'El americano tranquilo' de Graham Greene, nadie puede ser neutral.

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Antes del sábado 14 de marzo en el que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, salió a escena para instaurar un estado de alarma que confinaba a millones de ciudadanos en sus casas, llegaban los ecos de las luchas contra el virus de chinos y coreanos, la altivez de Trump y la irresponsabilidad de Johnson. Nadie pensaba que en España se pudiera instaurar un estado de desolación colectiva como el que sufrimos, capaz de sacar lo peor y lo mejor de todos como sociedad, pero los malagueños comenzaron a ser conscientes de que esto también iba con ellos cuando días antes de esa comparecencia del premier socialista se suspendió, de golpe, el Festival de Cine en Español. Y luego vino la media maratón. Y así hasta varias decenas de eventos que debían celebrarse en hoteles de la capital y en el Palacio de Ferias. Los hoteleros y los hosteleros miraban de reojo a la Semana Santay calificaban de tragedia su posible suspensión, un hecho hoy consumado. Y, poco a poco, la cifra de contagiados y muertos subía en Málaga, con los hospitales al borde del colapso. Pero la vida continuó con una relativa normalidad hasta que el viernes los líderes políticos comenzaron a ser conscientes de que están en sus cargos para tomar decisiones, por muy impopulares que sean, y se filtró la intención de decretar el estado de alarma, una figura constitucional desconocida. Y así fue. Luego, la historia puso el contador a cero.

Sábado 14 de marzo

La realidad nos estalla en la cara

El Gobierno anuncia, tras un Consejo de Ministros maratoniano en el que salen a relucir las diferencias entre podemitas y socialistas, la declaración del estado de alarma. El Ejecutivo toma el control de la sanidad y los transportes e impone un confinamiento obligatorio a toda la población. Sólo se puede salir para comprar alimentos, tabaco, el periódico o ir a la farmacia o a la gasolinera. Se avanza la figura del mando único. En Málaga los rictus se endurecen: se confirma la debacle económica y espiritual con la suspensión de la Semana Santa. Pablo Atencia, presidente de la Agrupación de Cofradías, vive horas frenéticas en contacto con el alcalde, Francisco de la Torre, y Jesús Catalá, obispo de la diócesis, así como con otros presidentes de agrupaciones o consejos andaluces. Esa mañana ya han anunciado que no tendrán procesiones Sevilla, Murcia, Cádiz y Córdoba. Y Málaga sigue el camino. El presidente de la Junta, Juanma Moreno, anuncia ese mismo día el cierre de comercios, parques y playas, la reducción drástica del transporte y llama a no salir de casa.

El Obispado pide a los fieles que sigan la misa a través de los medios, se suspende la huelga de limpieza en la UMA y la protesta anunciada en Derecho, la Policía Nacional cancela la expedición de documentos y la cita previa. La peor noticia es que ese día Málaga alcanza los cuatro fallecidos. Las calles se vacían a medias, aún incrédulos los malagueños ante lo que se les avecina. Algunos hacen deporte, otros pasean a sus mascotas. El rumor del tráfico se apaga ante la realidad de las portadas y la gravedad de los mensajes que estas difunden. Los hosteleros y los hoteleros se resignan. Se empieza a ser consciente de que, además de una crisis en la que muere gente, muchos perderán su empleo.

Domingo 15 de marzo

Una foto como síntoma

La imagen del fotógrafo Jesús Domínguez protagoniza la portada de La Opinión el lunes 16, pero se toma el domingo 15: la Avenida de Andalucía se presenta colosal, gigantesca y vacía. No hay un coche ni un viandante. Es la nada absoluta. El aeropuerto se llena de turistas buscando regresar a sus sitios de origen lo antes posible. Los sanitarios trabajan a destajo y reconocen que comienzan a quedarse sin espacio para tratar a los pacientes. Juanma Moreno respalda al Gobierno de Sánchez y pide un plan por si hay que cerrar las fronteras. Hay 180 infectados en la provincia, la mitad de los afectados en Andalucía. Una embarazada de 27 años es sometida a una cesárea de urgencia. Tiene coronavirus. Nace una niña. Llegan más de un centenar de efectivos de la Unidad Militar de Emergencias para realizar funciones de seguridad y desinfección de centros de comunicaciones e infraestructuras vitales. Los transportistas hablan de unas pérdidas de 52 millones de euros. Los números, fríos por naturaleza, comienzan a asustar.

Lunes 16 de marzo

Muere un chico de 21 años

Los malagueños se sorprenden al ver a los efectivos del Ejército blindados con trajes especiales para desinfectar María Zambrano. En el inmenso vestíbulo de la estación, su atuendo los asemeja a soldados imperiales de Star Wars, pero no es una película. Es real. Hay quien los fotografía y los graba. Son 130 efectivos ya. También se despliegan en el puerto y en el aeropuerto. La Junta anuncia que incorporará a médicos y enfermeros jubilados a los hospitales y unifica las Urgencias del Civil y del Regional. Muere un joven de 21 años, entrenador de fútbol, por el coronavirus, sumando cinco fallecidos en la provincia. Tenía una dolencia previa desconocida. Los números tienen nombres, vidas, caras. Los mayores no son la única población de riesgo. Hay 235 casos ya. El alcalde pide colaboración a los malagueños para salir de la crisis, garantiza el soporte informático para que 500 funcionarios municipales puedan trabajar en remoto. Agradece al Ejército, los sanitarios y otros colectivos su trabajo. La calle Larios presenta un aspecto fantasmal. En otras vías que a media mañana de un lunes cualquiera deberían estar bullendo de vida la situación es desoladora. La foto del derrumbe.

Málaga perderá 15 millones de euros por la suspensión de la Semana Santa debido al coronavirus, las cofradías malagueñas ofrecen espacio y voluntarios para luchar contra la enfermedad. Los abogados suspenden los servicios de guardia por falta de seguridad y los médicos hacen una bolsa de voluntarios para ayudar a sus compañeros. Ese día la Policía Local levanta 13 actas a personas que han incumplido el confinamiento. La insolidaridad también resurge en estos tiempos. Jupol pide mascarillas y desinfectante para los policías. Ante tamaño riesgo, los colectivos que están en la primera línea de fuego se sienten desprotegidos.

Martes 17 de marzo

200.000 millones de euros

Ante los ecos de recesión inminente, global, no sólo nacional, el presidente Sánchez anuncia la movilización del 20% del PIB, 200.0000 millones de euros para paliar los efectos económicos del virus. Habrá moratoria en el pago de hipotecas y beneficios para familias, empresas y autónomos. Los afectados por un ERTE, que serán muchos, cobrarán el paro en todos los casos. En Málaga hay ya seis muertos, 278 casos en total, 43 más que el día anterior. La Junta de Andalucía y reclama un plan para recuperar el turismo. El consejero de Presidencia, Elías Bendodo, dice que harán todo lo posible por ayudar al sector. Hay 80 hoteles cerrados ese día. La comunidad registra 70 ERTE. Los sindicatos temen una subida espectacular del paro. Se sigue construyendo como se puede. Las distribuidoras y mayoristas de alimentación o productos de primera necesidad siguen abiertas para garantizar los suministros. Colas en los supermercados. El papel higiénico se acaba. Imágenes apocalípticas de estanterías vacías.

En el PTA. Las viviendas turísticas se ofrecen a las autoridades sanitarias para ayudar y CGT pide guantes y mascarillas para los trabajadores de Limasa. El alcalde dice, en la primera rueda de prensa a través del canal municipal de Youtube de la historia, que el Gobierno debería permitir a los ayuntamientos usar el remanente para reactivar la economía, afirma que hay preparada una lista de edificios públicos y privados susceptibles de ser medicalizados si la crisis sanitaria avanza y cree no recordar una situación tan singular como esta: ni el golpe de Estado del 23 F ni la crisis de 2008 fueron iguales. Hay 300 indigentes en los albergues y espacios municipales. Las calles se vacían aún más, aunque nunca tantos habían paseado tanto a sus mascotas. Los psicólogos piden a los confinados establecer rutinas, marcarse objetivos cada día y no perder el contacto con amigos y familiares. Todos formamos parte de un esfuerzo colectivo por el bien común.

Miércoles 18 de marzo

El discurso del Rey

El Rey habla por televisión. «Este virus no nos vencerá». Al mismo tiempo hay aplausos a los sanitarios desde los balcones cuyo rumor se entremezcla con la cacerolada que algunos dedican a Juan Carlos I por los presuntos millones que vienen del extranjero. La conducta ejemplar de los ciudadanos contrasta con otras. Málaga registra 333 casos y en un día mueren cuatro personas, dos hombres y dos mujeres, todos ellos por encima de los 70. Ya hay diez muertos. No son números, son vidas. China y EEUU ensayan vacunas lejanas. La Ciudad de la Justicia funciona con servicios mínimos y sin mascarillas. SPJ-USO pide el cierre completo de los juzgados. El Consejo General del Poder Judicial sigue en Disneylandia, como dice con sorna algún jurista reputado. Los ERTE en Andalucía son ya 1.600, cientos de ellos en Málaga. Fujitsu aplica en la capital el suyo tras pararse Toyota, su principal cliente. La suspensión de conexiones marítimas entre Málaga y Melilla afecta a veinte pasajeros atrapados en el puerto, todos ellos melillenses. «No podemos más, dormimos en el suelo», protestan. El Ayuntamiento promete un plan especial para recuperar el turismo en la capital, aunque el campo, como siempre, responde: mantiene su actividad y garantiza el abastecimiento. El mundo rural al rescate de una urbe fantasmal, vacía, donde los que pueden teletrabajan y los que no hacen zumba por Youtube o recorren el pasillo de arriba abajo. Al peluquero Antonio Almendral Moreno, la dueña de su local le perdona la mensualidad del alquiler. Una paciente aplaude a una limpiadora del Clínico. «Vosotras también sois héroes», le dice. Las llamadas se disparan en El Teléfono de la Esperanza de Málaga. Hay ansiedad y cunde la desesperanza.

Jueves 19 de marzo

San José

Pese a los miles de anuncios de los políticos, los sanitarios exigen más protección y denuncian la falta de material. Instan a que les hagan las pruebas del Covid-19, qué menos, y ven imprescindible la contratación de más personal. Y piden a los ciudadanos que se protejan. En las conversaciones al calor del hogar que se asemeja ya a una prisión, se habla de la curva y de su aplanamiento. Y de cuándo terminará la pesadilla. En China llevan casi sesenta días. Málaga alcanza los 361 infectados, sólo 28 de ellos son nuevos. Un rayo de esperanza. La mayoría de los puestos del mercado de calle La Hoz siguen abiertos. Sólo algunos han cerrado. Sus productos tienen la misma calidad de siempre. Los ERTE se disparan en la autonomía hasta 4.300 peticiones. Hay rifirrafes entre el juez decano y los abogados por cómo hacer las guardias con los detenidos. El fondo que subyace es que no hay material de protección. Los trabajadores de residencias de mayores, alarmados por lo que ocurre en Madrid, piden protección y alertan de un posible colapso. En Málaga hay ya trece muertos. Trece vidas segadas por el coronavirus, con familias, amigos, anhelos y preocupaciones.

Viernes 20 de marzo

Muere un médico

El Gobierno decreta el cierre de todos los hoteles. 5.000 turistas atrapados en hoteles de la capital vuelven a sus países en una carrera avivada por el pánico. Otros mil lo hacen este fin de semana y 150 van a ser reubicados en los pocos hoteles que quedan abiertos. Andalucía dibuja escenarios dramáticos, con picos de hasta 15.000 infectados y habla ya de medicalizar hoteles. En Málaga suben los casos hasta los 426. Mueren cinco personas más, cuatro mujeres. Hay 17 fenecidos. Uno de ellos es quien fuera jefe de Anestesiología del Clínico, José Sarmiento, con 73 años. El Vaticano dice que puede haber Semana Santa en septiembre y los ERTE no paran de subir, un 50% en concreto, hasta los 6.500 casos. La sangría económica y la sanitaria se confunden. El continuo de datos y la maldita curva, que no deja de subir, se han convertido en lo que fue la prima de riesgo en la crisis de deuda de 2008, de la que aún no hemos salido. Son números, pero con cada punto que subía aquel indicador alguien perdía su casa o su empleo. Hay homenajes en redes al médico fallecido. Málaga edita un vídeo dándose las gracias. Es la antesala de la primavera, pero el cielo está nublado.