Málaga, y especialmente la familia que forma la sanidad malagueña, esa a la que tanto se aplaude estos días desde los balcones, llora sin consuelo el fallecimiento del doctor José Sarmiento, Pepe Sarmiento, quien falleció el pasado viernes, víctima de la pandemia del coronavirus.

«No se merecía morir así, sin que los suyos pudieran despedirle o cogerle de la mano en sus últimos momentos». La frase, desgarradora, le sale del alma entre sollozos a Maruja Mateos, ATS de las de antes, quien compartió su vida profesional con Pepe Sarmiento, desde sus inicios en el Hospital Civil.

Porque Pepe Sarmiento formaba parte de esa familia de profesionales sanitarios que marcó una época, una época en la que se aprendía por vocación, con mucha ilusión, mucha entrega y sacrificio, y pocos medios, como era la medicina de antes.

«Cuando yo empecé no había respiradores, la anestesia se aplicaba manualmente, bombeando el gas a través de una bolsa y se controlaba al paciente viendo si cambiaba de color, tomándole el pulso y auscultándole», comentaba Pepe Sarmiento en una entrevista concedida en 2004 a quien escribe estas líneas.

Veleño de alma y de corazón, Pepe Sarmiento estudió Medicina en la Universidad de Granada e hizo la residencia en el Hospital Civil. El doctor Franquelo le dejó vivir tres años en una habitación del hospital mientras se formaba como médico. Al ser el único que se quedaba al acabar la jornada, muchas veces atendía a pacientes en estado grave. De ahí nació su pasión por la anestesia hasta el punto de que muchos le consideran el padre de la Anestesiología en Málaga una vez ejercida por los médicos.

Porque hasta entonces, la anestesia la administraban un grupo de ATS encabezados por Antonio Rodríguez. Las primeras oposiciones a médico anestesistas las ganaron los doctores Carlos Clavero para el Hospital Civil y José Luis Muñoz de la Guardia para Carlos Haya, recuerda emocionado el eminente ginecólogo José Luis Oliva, desde la atalaya de su jubilación.

Al jubilarse el doctor Clavero, Pepe Sarmiento tomó las riendas del servicio de Anestesiología y Reanimación del Hospital Civil, que en 1989 se trasladó al Hospital Clínico. Quienes trabajaron con él afirman que era una excelente persona. «Siempre te sacaba una sonrisa cuando te veía un poco bajo de ánimo. Un día me vio deambulando de un lado para otro por un pasillo como consecuencia de los vértigos que padezco y me dijo: ¿Pero no sabes que no se puede venir borracha al hospital? Era un caso. Y sobre todo muy humano. Siempre se sentaba en la cama con los enfermos y les transmitía la tranquilidad que necesitaban», recuerda Maruja Mateos.

Y jamás decía que no, recuerda la ATS. «Antes, cuando los médicos hacían las guardias localizadas en sus casas, le podías llamar a la tres o las cuatro de la mañana y siempre acudía al hospital donde hiciera falta. Jamás te decía que no».

Sus compañeros bromean diciendo que vivía por y para el hospital, como los profesionales de esas generaciones que se formaron en el Hospital Civil. «Sólo salió del hospital para casarse con su esposa Cristina, a la que adoraba», afirma Maruja Mateos.

Fruto de ese amor nacieron dos hijos, Pablo y Cristina, para los que hoy no hay consuelo, como tampoco para su maravillosa nieta.

Y es que hace unos años, un infarto le provocó una insuficiencia cardíaca crónica aunque no fue suficiente para apartarlo de su vida: su familia y sus quirófanos. Porque hasta hace unos meses, a pesar de estar jubilado, Pepe Sarmiento seguía ayudando a los compañeros que recurrían a él cuando tenían alguna intervención grave, recuerda el doctor José Luis Oliva.

Porque sabían que no les diría que no, porque además de su gran preparación y de su gran experiencia, era muy tolerante con los cirujanos a la hora de fijar la medicación idónea para los pacientes.

Pero esa misma insuficiencia cardíaca se ha agravado por culpa del coronavirus. A pesar de tener que estar aislado, Pepe Sarmiento ha recibido el calor los anestesistas que ayudó a formarse y de todos sus compañeros del hospital, que se han dejado la piel por ayudarle hasta el último día, durante estas dos semanas de lucha contra el virus.

Ahora, Pepe Sarmiento, descansa ya junto a Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna, ese por quien junto a otros jóvenes dio un paso al frente en 1964 para fundar la Cofradía de los Estudiantes de Vélez-Málaga, cuyos hermanos ruegan una oración por el eterno descanso de su alma. Descanse en paz.