Quédate en casa. Tres palabras que se han convertido en un lema, un mensaje, un hashtag, incluso en un festival por redes sociales... pero sobre todo, que verbalizan amablemente una obligación, un deber.

Quédate en casa tiene una lectura sencilla, la de los sintagmas que se rigen por el modo imperativo, que ordenan, piden o imploran, esos que no tienen sujeto pero sí un destinatario, los que sean precisos. Hagámonos, por favor, los aludidos.

Hagámonos los aludidos por aquellos que no pueden cumplir esta consigna, precisamente porque están en los hospitales cuidando de los familiares que no podemos visitar, por aquellos que miran cara a cara al virus a diario. Por los tenderos de los mercados, las cajeras y reponedoras, los kioscos, los estancos, las farmacias... todos los que lidian a diario con nuestra histeria desmedida tras un mostrador. Por los distribuidores y repartidores que llenan a diario las baldas que después nosotros vaciamos. Sintámonos aludidos.

Entendamos que quedarse en casa no es solo no salir, es dar un golpe bajo a la pandemia, un gancho al mentón del Covid-19, un revés sin mano. Y hagámoslo por las limpiadoras y por todo el personal de mantenimiento que acude al puerto, al aeropuerto, a las estaciones... por todos los que se aseguran de que estas calles postapocalítpicas no acumulen el abandono y se mantengan limpias y seguras, para que cuando vayamos a comprar el pan nos digamos que no todo está perdido, para que queramos, aún más, volver a ser libres y caminar por las aceras que ellos han mimado.

Y quedémonos en casa por quien sale cada mañana a conducir un autobús, a llevarnos de urgencia en su taxi o por quien conducía la ambulancia de la sirena que escuchaste ayer y antes de ayer. Por los bomberos, los policías, los militares.

Por quien te cuida, cuida tú. A distancia. Por ese abrazo pendiente, por esos besos que nos quedan por dar. Hagámoslo por quien aún no ha regresado a su hogar y sueña con ello.

Por quien el teletrabajo no era una opción y ha perdido todo. Por aquellas empresas que estaban despegando y han vuelto a tocar tierra. Por los hogares donde están sufriendo un ERTE. Por los comedores sociales, los voluntarios y por quien mantiene vivo lo mejor del ser humano. Quédate en casa por aquellos para los que la calle es su casa.

Que este himno de tres palabras te haga aún más fuerte para ayudar a quien se marchita entre cuatro paredes, aquellos a los que ahoga el confinamiento y aún así entienden que así deben seguir, matando demonios todos los días. Quédate y ayuda. Lucha contra la ansiedad, la depresión, la soledad. Lucha contra todo. Pelea y sigue aplaudiendo cada noche.

Sencillamente, atrincherémonos por quien está en primera línea. Hagámonos los aludidos y quedémonos.