La posteridad estiliza, y si no que se lo pregunten a don Manuel Domingo Larios y Larios, cuyas escasas fotografías que se han hecho públicas de su persona lo muestran achaparrado y ancho de vientre, a años de luz de la representación escultórica.

La maestría del escultor valenciano Mariano Benlliure convirtió al segundo marqués de Larios en un prohombre alto y esbelto y ese es el recuerdo que de él tienen los malagueños y visitantes gracias a su famoso grupo escultórico.

La reciente peatonalización de la Alameda ha conllevado la 'descentralización' del monumento, que ha abandonado la posición central en la que se encontraba para quedar aparcado más cerca de calle Larios, con el fin de no entorpecer el tráfico.

De paso, el marqués ha dejado de mirar a la Alameda, como hacía desde 1899, quizás para simbolizar -como recordaba en 2011 Rafael Esteve Secall en un libro conmemorativo sobre Benlliure- que el paseo más importante de la ciudad estaba a los pies de esta poderosa familia. A partir de ahora, el aristócrata contempla la calle que lleva su nombre.

Para compensar este desplazamiento, el Ayuntamiento se animó a restaurarlo a fondo, después de que cinco años antes la Fundación Mariano Benlliure, de la mano de la bisnieta del escultor, denunciara en La Opinión la dejadez en la que se encontraba.

Ahora, recuperado y esplendoroso, previo paso por el patio del Ayuntamiento para que los malagueños contemplaran más de cerca las esculturas de Don Manuel y de la Alegoría del Trabajo, el monumento al II Marqués de Larios, artífice de la calle más famosa de Málaga, vive unos inusitados días de orfandad.

Los atribulados malagueños que estos días acuden a sus menesteres con más prisa que concentración, puede que se percaten de la soledad del famoso monumento, que no recibe la visita de turistas y que además tiene enfrente una fantasmal calle Larios.

Tan insólita situación en cierta manera enlaza con las circunstancias personales del marqués, quien en 1891 no se presentó a la inauguración de su famosa calle, aunque sí lo hicieron algunos miembros de su familia como el dueño de la fábrica de La Aurora Carlos Larios y Martínez, nos informa el exdelegado de Medio Ambiente Ignacio Trillo, que cuenta con un extenso blog de investigación sobre los Larios.

Don Manuel prefirió quedarse en Biarritz porque no olvidaba los sucesos ocurridos 23 años antes, con la Revolución Gloriosa de 1868, en la que obreros de sus fábricas entraron en su palacete, lo que hizo que las mujeres de la casa huyeran por el tejado, mientras él, su padre Martín -el primer marqués- y su sobrino Ricardo eran retenidos hasta que los soldados los liberaron, aunque su padre marchó luego al exilio y allí murió.

La soledad del grupo escultórico estos días recuerda la 'soledad interior' de Don Manuel en Biarritz, enfadado aún con sus paisanos y con su ciudad natal. Murió en París, como su padre.