El pasado martes 24 nos dejó, tras una larga enfermedad, Francisco Jurado Rodríguez. Malagueño de Torrox, nacido en 1935, era hijo de una modista y un tabernero del pueblo. Las dificultades económicas empujaron a la familia a trasladarse a Cataluña en busca de una vida mejor.

En abril de 1950 comenzaron una nueva etapa en Manlleu (Barcelona), donde Francisco, entonces con 14 años, se colocó de aprendiz en una fábrica textil.

Probó suerte también en Barcelona, pero fue en Manlleu donde encontró un trabajo en Hilaturas Alvarado, donde estuvo 30 años, y más tarde compaginaría este empleo con una tienda de electrodomésticos por las tardes.

Fue en la capital catalana donde pudo disfrutar, en el campo de las Corts, anterior al Camp Nou, de los entrenamientos en solitario de Kubala y en 1965, durante un partido de fútbol, pensó que podía dedicarse al arbitraje. A esa vocación dedicaría 14 años, primero como árbitro hasta Preferente y más tarde como juez de línea, en su mayoría con el árbitro Tomeo Palanqués, con el que llegaría a Primera División.

El último encuentro en que formó parte del trío arbitral fue en 1977, un Atlético de Madrid-Betis, aunque uno de los partidos más memorables que siempre recordó no fue el último sino un homenaje a Kubala, el gran ídolo de su adolescencia, en el que pudo participar.

Durante la larga estancia en Cataluña, Francisco Jurado formó parte del naciente movimiento vecinal de Manlleu, su ciudad de acogida. Y así, cuando regresa a Málaga con la familia en 1985, ayuda a dar los primeros pasos a la Asociación de Vecinos de Bonaire, en la Carretera de Cádiz. Además, durante 15 años colaboró como contable en la parroquia del Buen Aire y luego de Virgen de Belén.

Su compromiso con la mejora de la calidad de vida en este rincón de la Carretera de Cádiz estaba siempre fuera de duda. En 2009 inició una campaña en La Opinión hasta que logró que el distrito renovara un nuevo mobiliario en Bonaire, porque se encontraba en muy mal estado.

En 2010 tomó parte en las reivindicaciones, junto con vecinos de La Luz y dirigentes vecinales, para que el centro de servicios sociales de la Carretera de Cádiz acogiera un centro de día.

Persona afable, cálida e irónica, también era de firmes convicciones, sobre todo cuando había que pelear por mejoras para los demás.

Hace un mes, el autor de estas líneas pudo visitarlo junto con el que fuera fotógrafo de La Opinión, José Luis Arciniega, en su casa de Bonaire, donde permanecía en cama. Siempre con una sonrisa, se despidió con las ganas de volver a pasear por su Málaga y hacernos la vida un poco mejor. Descanse en paz, Francisco Jurado.