Hace unos días, La Opinión pudo constatar en un reportaje la paradójica situación del Jardín Botánico-Histórico de La Concepción, cerrado a cal y canto como casi todo en Málaga estos días, ahora que está con nosotros la estación más hermosa del año, con permiso de quienes abogan por el otoño o el verano.

Porque, aunque el jardín histórico sea un jardín subtropical con mucho verde y pocas plantas que florezcan, no ocurre lo mismo en el resto de la finca, donde se deja sentir bastante la primavera.

Y así, además del cenador de las glicinias, que a mitad de marzo ya anuncia que el motor de la Naturaleza se ha puesto en marcha, en estos momentos hay muchas plantas mediterráneas y de otros rincones del mundo en flor.

Será una primavera discreta en La Concepción por primera vez desde 1994, fecha de su apertura, dado que la famosa finca ha cerrado al público.

Para consolarnos, aparte del refrán que nos recuerda que no hay mal que cien años dure, desde los balcones de sus casas o mientras tiran la basura, al tiempo que acuden al supermercado o se dirigen a la farmacia -tres supuestos no multables- sólo tienen que aguzar los oídos. Porque esta ciudad detenida en el tiempo, sin coches que repartan por las ondas el reguetón machacón, vuelve a ser consciente de la Naturaleza que le rodea, aunque sea gracias a un decreto de confinamiento.

A este respecto, hace unos días, un vecino de la zona de La Victoria envió a esta sección un audio prodigioso que evidenciaba ese regreso del mundo natural, hasta ahora oculto en la turbamulta diaria de coches, conversaciones a voz en grito y el habitual ensimismamiento digital de tantos usuarios de móvil .

Se trataba de una grabación realizada en la calle Alcazabilla de unas cuantas decenas de pajarillos que, esta vez, se hacían oír desde su árboles al pie de la Alcazaba y en los vecinos jardines de Ben Gabirol, ante la ausencia de tráfico; pues incluso a esta peatonalizada calle llegaban los ruidos de coches del trasiego de la Victoria y los que entraban y salían del túnel de la Alcazaba.

Por otra parte, la ausencia de grupos de turistas, comensales, músicos callejeros, patinetes, bicis con sus timbres, guías y usuarios de móvil con complejo de altavoz, había enmudecido una de las calles más animadas de la ciudad y dejado todo el terreno libre a los pájaros.

Por las redes circula la presencia de un jabalí por el paseo marítimo. Quién sabe si animado ante la ausencia de tanto coche peligroso y alentado por el fragor del silencio, el animal no se envalentonó en busca de comida y el instinto le animó adentrarse más cerca del casco urbano.

Son los efectos colaterales de este parón económico de impredecibles consecuencias. La Naturaleza se hace más perceptible y nos recuerda que sigue entre nosotros, aunque pocos la percibamos en mitad del guirigay vital. Vivimos un paréntesis con trinos. Disfrutémoslo.