Es una cita multitudinaria a la que se asiste desde un balcón, una ventana o a un metro de distancia. Toda un encuentro en el que se abraza sin tocar y se insufla ánimo, esperanza y coraje. Se traslada así desde los hogares hasta las puertas de los hospitales, donde todavía falta mucho para el descanso. El Hospital Regional es uno de ellos.

El reloj no marca las 20 horas y las manos ya están inquietas en los bolsillos, protegidos del frescor de la tarde en la que, a merced del horario de verano, aún luce algo el sol. Un gran grupo de sanitarias, todas ellas enfermeras, auxiliares, doctoras... todas salen a recibir a un retazo de Málaga que aprovecha la cercanía del hogar para dar las gracias. Y que aplaude.

Se suman las sirenas de los vehículos de la Policía Nacional, la Local y la que necesita pasar desapercibida en acción. Aparecen los bomberos subidos en su clásico camión de faena que ensordece con su alarma, aunque ahora emociona más que alerta. Los vehículos pitan y las ambulancias siguen el ritmo atravesando una densa niebla de camaradería.

"¡Vamos!", "¡Ánimo!", "¡Se puede!": Contraseñas ocultas tras la mascarilla para demostrar, desde lejos, que en esta lucha están juntos. Y el Regional da las gracias. Las da en las palmadas de cada trabajadora que en ese instante sale a tomar aire e impulso para afrontar el turno de noche; las da en las ventanas de la fachada principal donde en el diámetro central de las ventanas saludan unas letras: G-R-A-C-I-A-S; lo dicen las barandillas donde cuelgan, pero no languidecen, harapos con una profecía: "Sí se puede". Lo dice toda la ciudad cuando despista el silencio unos minutos para recordar que nadie olvida a nadie.

Es la cita de las 20 horas, sí. Unos cuántos fotogramas que son la gasolina para dejar atrás un día más. En una esquina, otro anuncio: "Todo va a ir bien".