Que la edad es algo que, además de en las arrugas, descansa en la mente es algo que hemos podido ver en artistas longevos como Picasso o Chaplin, que nunca abandonaron la energía y la ilusión de la infancia y la adolescencia, aunque el DNI dijera lo contrario.

Pese a que los caballeros medievales lo persiguieron con dispares consecuencias, no cayeron en la cuenta de que el elixir de la eterna juventud estaba dentro de ellos y no había que ir en pos de ninguna peligrosa aventura.

Tenemos con nosotros un feliz ejemplo en la persona del pintor malagueño Salvador Cobos. A pesar de que el pasado viernes alcanzó la provecta edad de 90 años es un dato que no casa con su mentalidad porque tiene las ganas de vivir y de crear de un chavea.

Como todo buen ciudadano, estos días no se mueve de su casa, en el Puerto de la Torre, donde vive con su hija Trini. Salvador aprovecha para animarnos a hacer un esfuerzo y a permanecer en nuestras viviendas siempre que sea posible y hasta que amaine el temporal.

El pintor malagueño lleva la reclusión con buen ánimo, porque uno de sus motores vitales es la creación, la pintura en todas sus facetas y es lo que más está haciendo estos días: pintar.

En todas sus facetas porque este malagueño de 1930 se ha hecho famoso por haber copiado todos los cuadros de Velázquez y ser el único además que lo hace a tamaño natural.

Hijo y nieto de vecinos de los Montes de Málaga, con sólo 9 años entró en la Escuela de Bellas Artes, un hito en su tiempo.

De niño fue monaguillo en la Victoria, en la Catedral y en la Purísima. El mundo laboral le condujo primero a una peluquería, más tarde a una empresa de la construcción y por último a la distribuidora del periódico de la Transición en Málaga, el recordado Sol de España.

Tras el fallecimiento de María, su mujer, empezó a volcarse en la pintura. Y comenzó pintando los viejos tranvías de Málaga, que le recordaban la profesión de dos de sus tíos paternos, que fueron, respectivamente, inspector y cobrador de tranvías.

Esta evocación es lo que le ha llevado a ser uno de los más fijos colaboradores de Tran-Bus, la asociación malagueña que restaura autobuses y tranvías antiguos.

Tras Velazquez, se ha atrevido con Leonardo da Vinci e incluso con el Picasso más vanguardista, obras que ha decidido que ya es tiempo de poner a la venta.

A los que se quedan en casa les da un par de consejos: «Ante todo mucha paciencia y que no salgan; igual que cuando uno pinta un cuadro antes lo recrea, que piensen en lo que puede pasar si salen». Y en segundo lugar, que no paren de hacer cosas y de crear.

Por cierto que cuando termine el confinamiento tiene claro lo que hará: «Iré al médico a pedirle un par de años más de vida y que me los recete». Este es el espíritu de Salvador Cobos. Felicidades.