Dos turistas malagueños, Ana Martín y Kino Gracia, iniciaron en febrero un viaje soñado para recorrer pistas de montaña junto a algunas de las más elevadas cumbres del planeta. Pero la crisis del coronavirus les sorprendió cuando aún preparaban su tercera y última ruta en dirección al Everest. A partir de ahí, la aventura deportiva se convirtió en una odisea que incluso les ha acarreado serias dificultades para encontrar alimentos mientras atravesaban a pie carreteras desiertas.

Sin respuesta oficial por parte de las autoridades españolas, exigen que se flete un avión como los que Alemania o Francia pusieron a disposición de sus turistas. A la espera de noticias, la pareja con residencia en La Cala del Moral se encuentra en la capital de Nepal, Katmandú, donde han recibido el calor de la población autóctona a la hora de encontrar cobijo y algunos alimentos para su día a día.

«El estado de alarma que aquí también se decretaba por sorpresa nos pilló en pleno trekking de los Annapurna. Desde ahí empezó el camino de regreso, con los viajes interiores de larga distancia interrumpidos y la mayoría de comercios y hoteles cerrados», explican quienes incluso llegaron a temer por su supervivencia.

Ana, que ejerce de profesora en Torrox, subraya que Kino es especialista en altura, de forma que contaban con experiencia previa en este tipo de viajes. Así disfrutaron en primer lugar del denominado trekking de Manaslu, en plena cordillera de los Himalayas. Y desde ahí se dirigieron al entorno del Annapurna, donde ya empezaron a ser conscientes de que se avecinaban dificultades: «Empezaron a comentar que se cancelaban los permisos para el Everest».

Pero en los lodges, una especie de refugios donde los montañeros además de cama y agua disponen de conexión de internet, supieron ya a ciencia cierta que Nepal fijaba el estado de alarma y detenía todos los medios de transporte. Ambos optaron entonces por dar por finalizado su viaje. Lo que no imaginaban era que incluso el regreso hasta Pokhara, la segunda ciudad más poblada del país (situada en el lago Phewa y a unos 1.400 metros de altitud), iba a ser bastante complicado.

«Al ir descendiendo ya resultaba bastante extraño ver las rutas a pie sin nadie. Pero al llegar a unas primeras carreteras aún más extraño es que no hubiese ni taxis ni ningún vehículo. Imaginábamos que sólo se habían cancelado las rutas en autobús. Así nos vimos ya en una primera dificultad de tener que recorrer un trazado complejo de más de cuatro horas para llegar a esta ciudad», manifiesta Ana.

Ocho horas en autobús

Cubiertos a pie más de 20 kilómetros con la incertidumbre de que no encontraron ni un turista, Kino y Ana alcanzaron una Pokhara desértica, con todos los establecimientos cerrados y sin la certeza de poder encontrar cama.

No fue nada fácil encontrar un hotel con camas disponibles, con las medidas de confinamiento recién instauradas. Comer durante los siguientes cinco días se convertiría en una «odisea increíble». Con el paso de las jornadas se hacía más complicado encontrar un local de comida para llevar, al objeto de saciar el apetito. «La gente nepalí era en todo momento muy amable. Ha sido lo mejor de esta experiencia», agrega Ana.

Ya alojados las noticias que con la ayuda del wifi les llegaban desde España cada vez les preocupaban más. Así procedieron a registrarse por internet en la embajada de España en India, la más cercana al no haber ninguna en Nepal. Desde las dependencias hindúes, a ambos se les recomienda viajar en avión hasta Katmandú, la capital. «Una chica desde la propia embajada, Ana, perteneciente al servicio diplomático y a la que la estamos bastante agradecidos, recomendó el traslado para intentar localizarnos algún vuelo», dicen.

Sin embargo, ante la falta de información sobre nuevos vuelos y precios, la pareja malagueña opta como otros turistas por tomar un único autobús hacia la propia Katmandú, «sin saber si al llegar íbamos a encontrar alojamiento».

El traslado de unos 200 kilómetros se hace a través de pistas serpenteantes en cerca de ocho horas. «Sólo hubo en todo el trayecto una parada, en mitad de la carretera, para orinar», señalan. Pasadas las nueve y media de la noche y después de casi un día en ruta se abre a lo lejos la capital nepalí. «Al menos conocíamos la capital por anteriores visitas y tuvimos suerte de trasladarnos a la zona hotelera y de encontrar cama. Incluso estos últimos días encontramos lugares donde obtener comida de manera gratuita», explica Kino.

Y en esta capital de casi un millón de habitantes se hallan aislados, sin la certeza de saber cuándo retornarán a España: «Estamos en dos grupos de WhatsApp comunicados con la embajada en India y la Policía Turística de Nepal, con la incertidumbre de saber qué va a pasar con nosotros. Nos han dicho que algunos españoles tuvieron la suerte de volar a Francia en el avión que este país puso y luego viajaron a Barcelona. Ojalá que las autoridades no nos olviden».