El pueblecito luxemburgués de Schengen, a un tiro de piedra de la frontera con Francia y Alemania, es el ejemplo más conocido de punto multifronterizo, al menos en la Unión Europea.

Pese al famoso acuerdo de Schengen, en Málaga nos topamos con fronteras administrativas que se traducen muchas veces en acumulación de porquería.

Lo podemos ver la mayoría del año junto a una de las entradas del parque forestal periurbano de La Virreina, que cuenta con aceras limpias pero que unos centímetros más arriba, en unos terrenos que no son municipales, muchos fulanos tienen querencia por desterrar allí sus bártulos.

Ya no ocurre tanto en el parque de La Virreina, con esa pequeña vía de agua (el arroyo de Mendelín), la mayor parte del año seca, que por la parte del caserón de La Virreina solía exhibir algún electrodoméstico despanzurrado.

En noviembre del año pasado, el Ayuntamiento anunció una partida de mejora para diez parques forestales, que en lo que respecta al de La Virreina se traduciría a comienzos de año en señales (perdón, 'unidades de señalética direccional', en el relamido lenguaje administrativo), carteles (disculpen, 'cartelería informativa'), la mejora de los caminos y creación de pasos para el agua.

Son de agradecer estas novedades porque con la excepción de los primeros tramos, los que más pasean los usuarios, este parque ha estado bastante tiempo a su aire.

En ocasiones, el Ayuntamiento ha contestado a esta sección que eso mismo es lo que lleva parejo el concepto de parque periurbano: lo justo de mantenimiento y planificación.

En este sentido, y al menos en todas las ocasiones que ha visitado la zona el autor de estas líneas, permanecía muy cerca de la autovía una gigantesca rueda de hormigón que alguien se olvidó de colocar a la carretera.

Lo que se echan en falta en esas alturas con vistas magníficas a todas las barriadas de Ciudad Jardín y al Oeste de la ciudad son más árboles, quizás por la proximidad con esa repoblación de la cuenca del Guadalmedina que el siglo pasado se quedó a medias.

Para paliar la evidente falta de masa arbórea, un vecino de Málaga que prefiere no dar su nombre, y con el que el firmante ha recorrido alguna vez los andurriales del parque, ha puesto en marcha una simbólica iniciativa: el año pasado, durante varios meses, guardó las semillas de la fruta que comió, salvo los cítricos.

En marzo, antes del confinamiento, y previendo las próximas lluvias, se dedicó a esparcirlas por el parque (unas 500 semillas en total). Confía en que con las últimas lluvias algunas de ellas hayan agarrado y podamos contar un día con un paisaje menos yermo, gracias a unos cuantos árboles frutales.