Si el artista permanece gracias a su obra, ahora mismo la huella de Celia Berrocal está repartida por rincones de medio mundo, gracias a la gran acogida que siempre tuvieron sus cuadros, pero también en las cofradías de Málaga, cuya Semana Santa con tanta intensidad vivió y con la que tanto colaboró.

El pasado mes de marzo fallecía esta pintora malagueña, de cuya trayectoria vital y profesional tiene la amabilidad de hablarnos su marido, Eduardo Nadales.

Malagueña de 1942, nació un 3 de agosto en el Camino de las Pencas, como entonces se conocía a la Alameda de Barceló. Hija de Pedro Berrocal, agente de transportes y decano de los transportistas de Málaga y de Josefa Bueno, era la cuarta de cinco hermanos.

En la familia de su mujer, cuenta Eduardo, no había artistas, pero la pequeña Celia la vocación artística ya la demostró con creces en Colegio de Las Mercedes, en la calle Cristo de la Epidemia. «El dibujo se le daba bien y también el color. Ella pintaba y dibujaba desde pequeña y cualquier cosa que hacía en el colegio destacaba».

Con solo 15 años entró en la Escuela de Bellas Artes de Málaga, donde entre sus profesores se encontraba el pintor Alfonso de la Torre.

Continuaría en la Escuela de Bellas Artes en 1964, pero para estudiar la carrera de Decoración, que finalizó en 1969. En sus años como profesional vivió muy de cerca el desarrollo de la Costa del Sol porque realizó los proyectos de decoración para un arquitecto francés con estudio en Torremolinos. «Eran sobre todo para apartamentos de nueva construcción. Presentaba unos dibujos que ella misma adornaba, porque como su especialidad eran las flores, los adornaba con buganvillas, geranios... y arreglaba muchísimo los proyectos», cuenta su marido.

Como era normal en la época, al casarse en 1971 dejó el trabajo. Su marido recuerda que fue una amiga común la que los presentó. Celia Berrocal y Eduardo Nadales se casaron en el Santuario de la Victoria, y aunque en un primer momento se fueron a vivir a la entonces nueva barriada de La Paz, con los años se trasladaron a la calle Cristo de la Epidemia. «Aunque no nos iba mal en La Paz, ella estaba loca por venirse a su barrio», explica.

Pero la vocación artística de Celia Berrocal seguía su marcha y así, en 1973, se convirtió en la primera mujer y la única que ganó la medalla y el primer premio de la exposición provincial de Arte de Educación y Descanso.

Y compaginó la pintura con la familia, porque la pareja tuvo cinco hijos, los dos primeros, gemelos: Rafael, Fernando, Eduardo, Celia y Rosa. «En la casa pintaba cuando se acostaban los niños, solía ponerse en la cocina», recuerda Eduardo.

Y empezó a participar en exposiciones colectivas y ya en 1975 tuvo su primera exposición individual, en el Liceo de Málaga-Peña Malaguista. «Fue muy emocionante porque lo vendió todo», destaca.

En esa primera exposición ya comenzó a llamar la atención por las flores de sus cuadros. «No empezó con los balcones pero sí pintaba casas antiguas que siempre adornaba con flores».

Como curiosidad, en una de las bienales que organizaba la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, la institución le aceptó una escultura, la de un Cristo hecho de barro. Y aunque no se decantó por esta rama, Jaime Pimentel le aseguró: «Tú serás una gran escultora».

En el 76 expone en la Caja de Ahorros de Ronda y en el 77 en la Diputación de Córdoba. Por entonces, recuerda su marido, era costumbre exhibir la tarjeta de los compradores de los cuadros, y cuando el público vio que un cordobés muy conocido, el arabista Rafael Castejón y Martínez de Arizala, había comprado dos de las obras de la artista malagueña, «la exposición voló, a la semana lo vendió todo».

Balcones, rincones de Málaga, marinas, paisajes... ocho de las obras de Celia Berrocal adornaron el despacho de don Juan de la Rosa, el presidente de la Caja de Ahorros de Ronda. Precisamente, organizada por esta institución expuso en los locales de la Real Maestranza de Caballería Ronda en la plaza de toros, de nuevo con todo vendido.

«Siempre ha tenido mucho éxito y sobre todo ha gustado mucho su pintura», señala Eduardo.

Importante fue también una exposición en Barcelona, con la obra cultural de la Caixa, en 1980 y por la que la malagueña fue entrevistada por Luis del Olmo.

De finales de los 80 es por cierto un encargo para los consejeros de la Caja de Ahorros de Málaga. «Ella hizo unos trabajos para unas oficinas nuevas de la caja pero gustaron tanto que le hicieron el encargo para los consejeros».

De 1987 es la anécdota de una exposición en la que la pintora volvió a vender toda su obra. Se le acercó a visitarla su buena amiga, la también pintora Maria Pepa Estrada y al conocer el éxito de la muestra hizo la siguiente reflexión: «Claro, porque esto es Bellas Artes, lo mío son ‘pintamonas’, lo que pasa es que a la gente le gusta».

Pero, sin duda, un lugar vinculado estrechamente a Celia Berrocal ha sido la Galería Benedito de Málaga, con la que ha estado ligada desde 1993, siempre preparada para sus exposiciones bianuales.

Cofrade y artista

Estas pinceladas sobre Celia Berrocal quedarían más que incompletas si no se mencionara la vinculación, cofrade y artística, con la Semana Santa de Málaga. Sobrina del hermano mayor de la Pasión, Adeodato Altamirano, para la cofradía del Lunes Santo ya pintó en 1977 al Señor y al Virgen para los estandartes y en 1981, los 14 lienzos del vía crucis.

Otra obra notable fue el óleo que realizó para Fusionadas y que la cofradía regaló al Rey don Juan Carlos. Además, en 1982 ganó el concurso del cartel de Semana Santa.

En su casa de Cristo de la Epidemia, en un amplio salón, montaba su estudio, donde pintaba a cualquier hora del día o de la noche.

Allí recibió en 2003 a La Opinión. De sus famosos cuadros de balcones cargados de flores confesaba que cada uno de ellos era muy especial, «porque detrás de cada fachada se esconde una familia, un sentimiento, una vida». El arte de Celia Berrocal seguirá con nosotros.