A primeros de marzo, antes de que los españoles se encerraran por decreto en sus casas, Lola Romero Martín ya estaba sentada delante de la máquina de coser con el firme propósito de hacer mascarillas.

Esta antigua maestra de Infantil, que en mayo cumplirá 80 años y a la que el Ayuntamiento le dedicará próximamente un pequeño jardín con su nombre en Pedregalejo, cuenta que comienza a fabricar mascarillas «sobre las 10.15 de la mañana, una vez que arreglo mi casa» y no para hasta las 7.30 de la tarde, con la pausa del almuerzo, que previamente ha cocinado antes de ponerse a trabajar.

«Me encanta porque me gusta coser y la verdad es que estoy muy contenta porque, de alguna manera, aporto a las personas, y de paso, tengo el tiempo ocupado y no le doy vueltas a la cabeza», explica.

Lola, que vive sola en su casa, calcula que al día puede hacer entre 8 y 10 mascarillas, para las que emplea «unas sábanas para tumbonas que ponía a los niños (del colegio infantil) para la siesta, cortadas sin usar y sin terminar de hacer», y también sábanas «que tenía impecables». Y mientras espera un pedido de 100 metros de elástico, con la misma tela hace las cintas para atar las mascarillas, que son reutilizables: «Se les mete dentro un filtro y luego lo tiran y las lavan».

Como explica, todo surgió cuando le comentó a Nuria, una de sus hijas, su deseo de hacer algo «por los sanitarios que están pasando tanto». Su hija le habló de una asociación con la que podía colaborar pero ese mismo día una vecina le comentó que hacían falta mascarillas en una residencia de mujeres maltratadas. «A partir de ahí empecé a hacer para la residencia, y más tarde para la Guardia Civil de El Palo y ahora estoy haciendo para el Hospital de Vélez», comenta.

Lola Romero explica que ha montado su «taller» en la terraza y que pasa las horas trabajando mientras escucha la televisión, incluida una misa todos los días, pero sin dejar la máquina de coser, porque son muchas mascarillas las que todavía se necesitan. Por eso, trata de animar a todo el que puede.

«A mis amigas se lo he dicho porque un granito cunde bastante», resalta.

Su espíritu de servicio no es nuevo, porque como detalla, estos días se acuerda especialmente de los presos, dado que colabora en la Pastoral Penitenciaria y les envía cartas para animarles en este tiempo doblemente duro para ellos. Además, tiene muchas ganas de estrenarse como profesora de español para inmigrantes en Málaga Acoge, con la que ya está comprometida cuando pase la pandemia.

Jardines Maestra Lola Romero

En febrero de 2018, la comisión municipal de calles acordó dedicar un pequeño jardín en la calle Eugenio Sellés a esta maestra jubilada. La zona verde está a la espera de que sea inaugurada por el alcalde Francisco de la Torre.

El jardincito se encuentra a pocos metros de donde se levantaba su escuela infantil, San Luis Gonzaga, que dirigió entre 1978 y 2015, cuando cerró sus puertas para siempre. En el solar que ocupaba el colegio, el chalé 'Villa Macarena,' se ha levantado un bloque de viviendas.

La propuesta contó con el visto bueno del Consejo Social de la Universidad, el Ateneo de Málaga, la Academia Malagueña de Ciencias, la Academia de Bellas Artes de San Telmo, las tres federaciones de asociaciones de vecinos (Unidad, Solidaridad y Cívilis), así como de asociaciones de vecinos, colegios y asociaciones de antiguos alumnos.

En 1982, a los cuatro años de comenzar con San Luis Gonzaga, falleció su marido Luis Segalerva, y la profesora tuvo que seguir en solitario con el colegio y la crianza de sus cinco hijos.

En todos los años al frente del centro ha demostrado ser una enamorada de la Educación Infantil y una maestra al tanto de las innovaciones pedagógicas, en especial de la educación musical y el inglés entre los más pequeños.

Estos días, Lola Romero confiesa que echa mucho de menos el ver a sus nietos y a sus hijos. Le queda el consuelo de trabajar, día tras día, por seguir mejorando el mundo.