Estos días los expertos se devanan los sesos para saber por qué italianos y españoles son los más afectados en Europa por el coronavirus.

¿En el caso español se debió a la irresponsabilidad que supuso el permitir partidos de fútbol, actos políticos y manifestaciones en una fecha tan tardía como el famoso 8 de marzo? Si así fuera, Francia debería ganarnos por goleada en infectados, pues su inconsciente presidente Macron fue aún más temerario que Pedro Sánchez y una semana más tarde todavía mantenía la convocatoria de las elecciones municipales, pese a la vecindad con Italia.

Y qué decir de Gran Bretaña, donde el alocado adolescente Boris Johnson sólo se puso serio con el virus cuando comprobó que estaba infectado. Y no digamos nada de Suecia, donde la vida es las calles era hasta ahora puro bullicio, al menos para los parámetros suecos.

Poco se sabe de este misterio vírico, pero también señalan expertos que algo tendrá que ver que italianos y españoles tengamos mucho más contacto físico y social, empezando por los nietos con los abuelos, que trabajan 'gratis et amore' de eternos cuidadores de infantes.

Hay un dato, desde luego, que al menos en Málaga explicaría por qué el virus no se ataja con más rapidez y es la insolidaridad. Porque, ¿cuántos malagueños hacen de su capa un sayo durante el confinamiento?

Como recordarán, el estado de alarma implica también no hacer lo que a uno le venga en gana en su bloque de vecinos. Ha quedado meridianamente claro que el concepto 'quedarse en casa' implica no usar de forma injustificada las zonas comunes, y eso incluye no salir a pasear por la urbanización o el patio de vecinos, no emplear las escaleras como gimnasio pero también, no convertir la azotea en la nueva zona de ocio de la comunidad.

Estos días, y sólo tienen que asomarse a los balcones para comprobarlo, demasiadas azoteas de Málaga se han convertido en el ágora en el que algunos vecinos se saltan a la torera todas las recomendaciones sanitarias.

Desde que empezó el confinamiento, tanto por testimonio directo como indirecto, a esta sección han llegado ejemplos de incivismo en forma de personas que confunden la azotea con un solárium, que salen a pasear por ella varias veces al día, familias enteras que salen en grupo para que los niños se fogueen y hasta monten en bici, mientras otros vecinos hacen gimnasia, charlan a corta distancia, corren o boxean.

La Málaga insolidaria, la que no se toma en serio a los demás, sale a diario de su casa con las excusas más pueriles. Luego, es posible que algunos de estos ejemplares ciudadanos salgan a las 8 de la tarde a aplaudir como descosidos a los sanitarios, cuando con su actitud irresponsable ponen en riesgo la salud de todos. Quizás sea esta la clave del éxito del virus: las prohibiciones nos resbalan y las adaptamos a como mejor nos vienen sin pensar en el prójimo.