La gestión de una situación tan desconocida como la que implica la crisis del coronavirus es una misión de alto riesgo allá donde se lleve a cabo. En los municipios pequeños aún más. Cada localidad se enfrenta a una pandemia global en la medida de sus posibilidades y con medios que, en ocasiones, son el fruto de ciertas limitaciones. Esta realidad cobra vida en los relatos de sus alcaldes. Así viven estas excepcionales jornadas de confinamiento los regidores de tres términos municipales enclavados en distintas comarcas de la provincia de Málaga: Mario Jiménez (Manilva-Compromiso Manilva), Antonio Campos (Macharaviaya-PSOE) y José Romero (Valle de Abdalajís-Adelante).

Mario Jiménez (Manilva)

«Mi rutina personal ha cambiado mucho, al igual que le ha sucedido a todos los españoles y al resto del mundo. Esto nos ha sobrepasado a todos. Esta semana hemos empezado a ir otra vez al Ayuntamiento. Las dos semanas anteriores lo mantuvimos completamente cerrado y atendíamos a los ciudadanos a través del teléfono o del correo electrónico. A los trabajadores de todos los departamentos se les ha ofrecido la posibilidad del teletrabajo y también se ha incorporado esta semana el personal de calle. Desde el primer día estamos desinfectando el municipio. Usamos a diario en nuestro pueblo 86.000 litros de agua con desinfectante y contamos con cuatro camiones cubas, cuatro furgonetas hidrolimpiadoras y 35 personas a pie por todos los rincones del municipio, no solo en los cascos urbanos tradicionales sino también en las urbanizaciones. Hemos puesto en marcha un taller que lleva elaboradas 14.000 mascarillas y las estamos repartiendo en las farmacias y los estancos. Ahí las pueden retirar los ciudadanos. La respuesta de los vecinos al confinamiento está siendo en un 95% muy buena, aunque se han producido algunas denuncias por parte de la Policía Local y la Guardia Civil. Siempre hay alguien que comete algún exceso. Por lo general, se está cumpliendo a rajatabla con lo que se ha ordenado. En cuanto a la actividad política, próximamente celebraremos un pleno telemático. Precisamente, la vida me ha cambiado en eso. Estoy constantemente trabajando por videoconferencia y por teléfono con los concejales. También hemos habilitado una línea telefónica para atender a los ciudadanos o ayudamos, a través de la Delegación de Asuntos Sociales, a las personas más necesitadas con la entrega de comida y vales para que compren en los supermercados. Hacemos todo lo que está en nuestra mano. Y haremos modificaciones presupuestarias para articular las máximas partidas posibles para ayudas esenciales. Igualmente, tomaremos medidas fiscales para rebajarle a los bares en un 50% la ocupación de la vía pública y a los vecinos y empresas les rebajaremos el IBI entre un 20 y un 30%».

Antonio Campos (Macharaviaya)

«Voy todos los días al Ayuntamiento, que está muy cerca de mi casa. Solo tengo que cruzar la calle. Al estar completamente cerrado, no hay ningún peligro de contagio. El único que está allí soy yo. En la calle trabajan los servicios operativos en la limpieza, desinfectando o cerciorándose de que las personas mayores están bien. También repartimos alimentos entre las personas que los servicios sociales nos dicen que están más necesitadas. Igualmente, trabajo en casa la mayor parte del tiempo. Eso ha cambiado mucho con el confinamiento. A veces, suceden las cosas lógicas de un Ayuntamiento pequeño. Puede ocurrir que se averíe algo y tenga que salir yo a arreglarlo. En mi tiempo libre, intento leer o ver series en Netflix. La vida diaria ha variado muchísimo. Y, como le estará sucediendo a tanta gente, uno no sabe exactamente en qué día de la semana vive. Antes, llegaba un fin de semana o un puente y nos poníamos loco de contentos. Pero ahora, en el confinamiento, te preguntas si es jueves o sábado. Esto se hace eterno».

José Romero (Valle de Abdalajís)

«Lo vivimos con bastante preocupación, ya hemos sufrido el fallecimiento de un vecino. Seguimos en tensión esperando a que pase esta pesadilla. Hacemos lo que buenamente podemos con los medios que tenemos. Llevamos a cabo labores de desinfección y, para ello, contamos con la colaboración de algunos vecinos. Porque desde la administración -aunque hemos recibido muchos mensajes, muchos correos electrónicos y muchas palabras- solo tenemos un ‘mucho te quiero perrito, pero pan poquito’. Las mascarillas que estamos repartiendo son las que han confeccionado los propios vecinos. Solo a las mujeres de la ayuda a domicilio les han llegado algunas que se pueden contar con los dedos de las manos. Y Almargen nos ha cedido algún material que traemos como antiguamente se hacía en el estraperlo, esto parece los tiempos de la posguerra a la hora de conseguir materiales. Sí es verdad que hemos contado con la presencia de la UME y el Infoca ayudándonos, lo cual agradecemos mucho. Con esos medios profesionales y contando con una residencia de mayores con 60 empleados, nos preocupaba mucho ese tema. Estamos aguantando, de momento, bien en esa cuestión afortunadamente. Pero a los ayuntamientos de los pueblos pequeños nos han dejado a los pies de los caballos. La información que llega es muy limitada. Hay mucha desinformación. Los vecinos nos piden datos y no podemos darlos porque no los tenemos.La gente está muy sensibilizada y concienciada, respeta las normas, pero si esto tiene más continuidad no se sabe qué puede ocurrir. Los bulos y los rumores pueden crear algún tipo de conflicto vecinal y aquí no tenemos los medios de las capitales para afrontarlo. Tenemos un policía y un auxiliar solo. Estamos muy limitados tanto en los medios para luchar contra la pandemia como en materia de seguridad. Mientras, yo acudo a diario al Ayuntamiento y al personal se le ha facilitado el trabajo telemático. Solo queda esperar a ver si salimos pronto del túnel».