En el año 2007, el autor de estas líneas tuvo el privilegio de entrevistar a un antiguo cenachero de 89 años. Antonio Galdeano, alias, el Gigante, nacido en 1918 en Pedregalejo, contaba que cuando tenía cuatro meses Pepe el Guapo, el hermano del cenachero más veterano, Enrique el Guapo, le llevaba a una taberna metido en la faja.

Cenachero desde los nueve años, vendía en Puerta del Mar. Destruida su casa durante la Guerra Civil, pasó la contienda bajo un puente cerca del Peñón del Cuervo.

Terminada la guerra, estuvo siete meses en la cárcel de Nanclares de Oca por vender un kilo de jureles por encima del precio permitido. Tanta dureza recuerda las penas en Gran Bretaña durante el siglo XIX, cuando te enviaban a Australia -la colonia-presidio- sin billete de vuelta, por robar una oveja.

El recuerdo de Antonio el Gigante, que durante medio siglo tuvo una pescadería en la calle San Juan, entronca con el símbolo de estos días del coronavirus en Málaga. Como sabrán los lectores de La Opinión, se trata de la escultura del Cenachero de la plaza de la Marina, inmortalizado en una foto con la boca cubierta por una mascarilla.

Lo que quizás no se conozca mucho es que en el proceso de realización de la escultura su autor, Jaime Pimentel, tomó como modelo a tres cenacheros y no sólo a uno. La explicación estriba en que la primera versión del cenachero fue un regalo protocolario para el Ayuntamiento de unos 30 centímetros de altura.

Para esta primera obra, el modelo en el que se inspiró, porque no lo tuvo delante, fue Diego, un cenachero que el artista malagueño escuchaba pregonar cuando pasaba por la calle Carretería. La escultura lo representaba cargado de años y fue el propio alcalde, García Grana, quien le pidió que lo rejuveneciera y le colocara el sombrero un poco hacia atrás.

Entonces, para la segunda versión tomó como modelo a un cenachero de Almayate, Pepe el Petaca. La obra gustó tanto que el Consistorio le encargó la versión mayor. Y como Pepe el Petaca estaba en ese momento de pesca en África, la mujer le sugirió que tomara como modelo a su cuñado, Manolo el Petaca.

Así que la tercera versión, la de la plaza de la Marina, está basada en la figura del hermano de Pepe.

Al parecer, tras la inauguración de la obra en 1964, Manolo el Petaca estaba tan orgulloso de haber posado como modelo que pedía a los jardineros que le echaran un manguerazo a la escultura, «que me están cagando las palomas y las gaviotas».

En 1989 se extendió la leyenda en la prensa sobre la supuesta mala suerte de la escultura y justo ese año fue trasladada al paseo de la Farola, para regresar al entorno de la plaza de la Marina en 2004.

Así que detrás de la famosa obra hay tres cenacheros de los que vendieron pescado por las calles el siglo pasado.