Hoy, confinado Día del Libro, hablaremos de una historia libresca que se desarrolla en un rincón muy conocido de Málaga y en un pueblo de la provincia, y que entronca con una biografía reseñada el pasado domingo en el suplemento literario de La Opinión.

Porque si hace unos días hablábamos de 'A París en burro', un libro que cuenta las andanzas quijotescas de dos periodistas, uno de ellos el malagueño Carlos Crouselles, en su viaje en sendos borricos de Madrid a la capital francesa en 1906, hoy le toca el turno a '¡Qué país, Miquelarena!', la biografía del periodista bilbaíno Jacinto Miquelarena (1891-1962), un espléndido escritor y corresponsal de ABC que ha sido recuperado gracias a la tesis doctoral de su nieta, Leticia Zaldívar, cuyo resumen es este libro en cuestión, editado por Renacimiento.

Miquelarena fue unos de los fijos de 'La Codorniz', además del fundador del primer diario deportivo que hubo en España, el 'Excelsior' de Bilbao y el primer director de Radio Nacional de España. Fue corresponsal durante la II Guerra Mundial y pasó largos años en las corresponsalías de Buenos Aires, Londres y París. En esta última ciudad perdería la vida al arrojarse a las vías del metro.

La cuestión que entronca con Málaga la cuenta la propia nieta en el libro, porque su abuelo, separado de su primera mujer, había rehecho su vida con otra pareja. Por este motivo, no daba con el epistolario del periodista desde que en 1949 inició la corresponsalía de Londres hasta su muerte en 1962.

Pues bien, lo curioso es que lo localizó en 2003 nada menos que en Frigiliana.

Y aquí entra en escena un joven estudiante de Derecho, Pablo Rojo Platero, hoy un conocido abogado de Frigiliana, quien cuenta a La Opinión que en 1994, tras una noche por el Centro de Málaga con la Tuna de Derecho, a la que pertenecía, se acercó a primera hora de la mañana al Rastro de Martiricos y en uno de los puestos localizó unas carpetas llenas de cientos de documentos y fotos. «Compré lo que pude con 4.000 pesetas que llevaba», comenta.

Entre los documentos, cartas de Miguel Mihura, de Jardiel Poncela y una reseña autobiográfica de la hispanista Kate O'Brien.

El estudiante, que tuvo que dejar en el rastro algunos álbumes de fotos por falta de fondos, en casa comprobó que había dado con la documentación de Jacinto Miquelarena.

En 2003 la casualidad quiso que el ya joven abogado viera un programa de libros de Fernando Sánchez Dragó en el que se habló del escritor bilbaíno y escuchó que la nieta estaba escribiendo una tesis doctoral sobre él.

El joven abogado localizó por internet a la nieta, quien viajó a Frigiliana para conocer la valiosa documentación, que Pablo Rojo puso a disposición de la investigadora.

El resultado es este completísimo libro, que habría sido otro bien distinto sin el azar del Rastro de Martiricos y la generosidad del abogado de Frigiliana.

Feliz 23 de abril, a pesar de todo.