En el momento en el que se escriben estas líneas, Málaga va cerrando la sexta semana del Estado de Alarma con más de 2.700 contagios y 237 víctimas de la Covid-19. El aislamiento decretado por el Ejecutivo central para frenar la propagación del coronavirus comienza a dar señales de remisión, se reduce la cifra de nuevos fallecidos y se saborea cierto atisbo de cauta esperanza ante la llegada de esa «nueva normalidad». Sin embargo, hay algo que la pandemia sigue arrebatando a la población prácticamente en la misma medida que cuando se desencadenó la crisis sanitaria: la oportunidad de dar el último adiós.

En el Parque Cementerio de Málaga la bandera de esta tierra ondea a media asta y cada mañana a las 12 horas, el Miserere del célebre compositor de Benamocarra, Eduardo Ocón, inunda el silencio de este camposanto donde, por el momento, no hay espacio ni para el duelo, ni velatorios ni misas de Exequias.

El último adiós ahora se dispensa solo para tres familiares, acompañados por un capellán -en el caso de ser creyentes y si así lo solicitan-, que ofrece un pequeño responso, una oración de despedida de apenas unos minutos durante el entierro o en la antesala de la cremación, tanto si el difunto fue un contagiado por Covid-19 como si falleció por otras causas. Todos por igual.

«En estos días, las salas están cerradas, no puede haber concentración de familiares y el cementerio está vacío totalmente. Los capellanes esperan a que yo les vaya diciendo a cada uno la franja horaria en la que tienen que estar para no estar allí todo el día y puedan seguir en sus parroquias atendiendo a sus feligreses aunque sea desde el teléfono o a través de la videollamada», explica Miguel Doblas, el diácono encargado de coordinar a los seis sacerdotes y los cuatro diáconos que están oficiando estas breves oraciones de despedida del difunto, todos con entre 50 y 60 años. Los más mayores permanecen en sus parroquias para evitar la exposición.

«Nos suministran el material de protección, guantes y mascarilla. Otra cosa no necesitan porque la sala es lo suficientemente grande para que los tres familiares estén en una esquina viendo el féretro a través del cristal y atendiendo lo que reza el capellán en la otra punta de la sala», explica el diácono. «Lo que transmitimos son palabras de consuelo a la gente que llega allí en esta situación tan difícil».

Pese a las salas vacías, la capilla cerrada, las floristerías y el bar desiertos, y un aparcamiento inusualmente yermo, Parcemasa ha eludido el colapso y mantiene su actividad con una adaptada normalidad, sin lamentar ningún contagio por parte del personal. Así lo asegura la concejala de Sostenibilidad Medioambiental, Gemma del Corral:

«La realidad es que estamos trabajando con total normalidad, lo que está pasando en otras ciudades, en Málaga no ha ocurrido. Los familiares de las personas que son cremadas están recibiendo las cenizas en 24, 48 horas. Y el entierro es de forma inminente porque el decreto nos permite no tener que esperar las 24 horas después del fallecimiento. Eso es la mejor noticia que podemos dar».

Tal es así que Del Corral sostiene que se han ofrecido los servicios funerarios del Parque Cementerio de Málaga a otros consistorios más desbordados, como Madrid y Barcelona, aunque por el momento no han sido requeridos.

Asimismo, Parcemasa cuenta con un gabinete de atención psicológica gratuito desde hace más de una década y que ahora hace uso de esa larga trayectoria apoyando a los malagueños en su proceso de duelo para ayudar a superar una pérdida en plena pandemia, una situación en la que se anula la posibilidad de «la despedida física y el ritual que ayudan a que se disipe esa negación de la pérdida», tal y como declaraba a este periódico hace unas semanas el psicólogo clínico de Parcemasa, José Luis Cortés Barbero.

En caso de necesitar este servicio, basta con hacer una llamada al 900 500 500 o bien solicitándolo a través de un correo electrónico a goap@parcemasa.es para acceder a este servicio sin coste alguno. Para más información, puede consultarse la página web www.parcemasa.es.

Funerarias

Siempre es un trabajo difícil porque les acompaña el dolor ajeno, pero el coronavirus ha dispuesto que las funerarias, además, informen oficialmente a las familias del último trago amargo en la lucha contra el covid-19: una despedida breve, sin abrazos y reducida. «Todo es un poco más laborioso porque tenemos que hacerlo por teléfono... es doblemente difícil cuando le tienes que explicar que el número máximo de familiares en el cementerio son tres personas», confiesa la responsable de Grupo Sur Gestiones Funerarias, Rosa Cantarero, aunque en la mayor parte de los casos es una situación que la familia ya se espera. Por otro lado, las funerarias tienen que hacer frente a un alto grado de exposición al virus, ya que parte de su labor es recoger al fallecido de los centros hospitalarios, las residencias o los propios domicilios, por lo que estos días extreman las precauciones: «Estamos haciendo grupos, y esos grupos son los que están atendiendo a las familias, para que si un grupo se contagiase por cualquier cosa, apartarlo directamente del trabajo y que no se contagie el siguiente grupo», detalla Juan Antonio Robles, gerente de Funerarias Navarro, con sede en Coín y Fuengirola y una plantilla de siete funerarios y tres administrativos. «Las medidas que hemos tomado son las que marca la ley ante un fallecido con una patología infecciosa, por ejemplo, usar los EPI, el traje de buzo como nosotros le decimos, los patucos para proteger la parte de los zapatos, triple guante, gafas herméticas y mascarilla de doble filtro».

Además, según explica Robles, después de trasladar a la persona fallecida al tanatorio correspondiente, los vehículos que regresan a la base de la funeraria son desinfectados, tanto por fuera como por dentro, limpiando a fondo con desinfectante de contacto el «habitáculo donde ha estado el personal y el habitáculo donde ha estado el fallecido».

En cuanto a la polémica del engrosamiento en los presupuestos de algunas funerarias españolas, Robles afirma rotundamente que en su empresa cobran a sus clientes por aquello que se utiliza en cada servicio, que cuentan con una tarifa y se ofrecen todas las opciones disponibles: «Si utilizamos cámaras frigoríficas no te puedo cobrar una sala de velatorio. Lo único que se ha incrementado es el complemento del Covid, porque usamos un producto muy caro que antes no lo estábamos cubriendo».

Según este gerente, en Barcelona, un entierro antes del coronavirus estaba entre 7.000 y 8.000 euros, cuando un servicio completo en Málaga completo puede estar en 3.500 euros. «Aquí no se han subido los precios».

Después, el recuerdo

Cuando se levante el Estado de Alarma y pueda darse por vencida la pandemia, el Jardín del Recuerdo de Parcemasa contará con un espacio para homenajear y honrar a las víctimas de la Covid-19. Se plantará un Ginkgo, cuya longevidad y fortaleza simbolizará la «resistencia»; un cerezo, representante de la «fugacidad de la vida», y la periploca, un arbusto que encarnará con sus flores un gesto que escasea en tiempos de coronavirus: los abrazos.

«Dedicaremos un espacio a todas las personas que lucharon por sobrevivir y que no lo consiguieron», afirma Del Corral. Mientras, sirvan de consuelo las palabras de los trabajadores de Parcemasa en una carta abierta a quien vive la pérdida desde el confinamiento:

«Su ser querido no está solo, sigue rodeando de personas que lo van a cuidar y velar por ellos hasta el último momento. Tenemos el convencimiento de superar esta situación, donde todos los ciudadanos de este país habremos estado a la altura y saldremos fortalecidos, solidarios y más humanos, aún si cabe».