Vivimos unos tiempos aciagos, aunque si los comparamos con la durísima posguerra y la matanza de la Guerra Civil, somos unos privilegiados y algunos hasta tienen mascarilla.

A estas alturas de la 'faena virológica', cuando ni se puede soñar con ganar la lotería porque está suspendida, los únicos sectores de Málaga que se pueden dar con dos cantos en los dientes son las tiendas de alimentación de todo tamaño, las farmacias y en breve lo serán las peluquerías.

Estos días de confinamiento si algo han potenciado han sido el consumo de series, películas y de la televisión en general. El siglo XXI será, ahora más que nunca, el del ser humano pegado a una pantalla.

Y en el actual desplome de nuestras expectativas, en el año más chungo para la hostelería y el turismo desde el boom de la Costa del Sol, puede que sea el momento para potenciar nuestro papel de prometedor Hollywood del sur de Europa.

Cuando a comienzos del siglo XX el modesto barrio de Los Ángeles empezó a recibir los primeros rodajes, los autóctonos de Hollywood trataron a los recién llegados como auténticos apestados por sus costumbres disolutas.

En Málaga esa fase nos la hemos saltado, afortunadamente. La llegada de tantos emigrantes de toda España desde finales del XVIII hasta nuestros días,ya reconvertidos en turistas, ha evitado que terminemos siendo un pueblo grande como Sevilla y por eso nos hemos licenciado como ciudad de vocación cosmopolita.

Sería el momento de potenciar más los rodajes de series. Algunas, como Malaka, han demostrado que también se puede sacar partido de más allá del calle Larios y la parte más turística.

Otro botón de muestra es la serie Toy Boy, rodada en la provincia, y que también se pasó por Málaga capital. Uno de los lugares de rodaje fue la calle Esperanza de Lagunillas la que los propios vecinos han transformado en plaza.

Como recordarán, en este espacio se escenificó una fallida operación de la Junta de Andalucía en la etapa socialista, la de las famosas tecnocasas, que finalmente no pudo hacer tras expropiar varias viviendas.

Las tecnocasas de Lagunillas pertenecen al territorio de los sueños de la misma manera que el Parque de los Cuentos del Convento de La Trinidad, pero por lo menos el espacio resultante, la plaza de la Esperanza, ha servido de esperanzador plató para una serie. Gracias a la televisión, se transformó en un rincón de Honduras lleno de colorido y sin apenas 'atrezzo', pues ya lo ofrecían las pintadas y las desmejoradas paredes medianeras de una operación urbanística nunca culminada.

Así que, hasta de las meteduras de pata se puede sacar partido. Málaga, nueva Hollywood andaluza... quién sabe si la crisis no nos obligará a cambiar muchas terrazas de bares por platós.

Algo habrá que inventarse para capear el temporal.