Nació antes que el cine sonoro, el mismo año en que Primo de Rivera se hacía con el poder y en unos tiempos en los que el Balneario del Carmen todavía era un recién llegado a Málaga.

El pintor malagueño Francisco González Romero (1923) cumplirá 97 años el próximo 25 de julio y tantos años y experiencia le han enseñado a decir lo que piensa en todo momento y a exprimir la vida.

Por eso, aunque explica que no sale desde que se decretó el estado de alarma, «la verdad es que no me acuerdo de tal cosa, porque esta pausa me sirve», subraya, y reconoce que continúa haciendo lo que siempre ha hecho: «Toda la vida me la he pasado estudiando y trabajando».

Francisco González vive en la zona del Centro de Arte Contemporáneo, y mientras una señora le prepara la comida y le limpia la vivienda, cuenta que «desde las 8 de la mañana a las 10 de la noche estoy liado con el ordenador».

Aunque estos días no ha podido acercarse al estudio que desde hace muchos años tiene en el Centro, cuenta que ha sustituido las semanas sin pinceles por la escritura.

Como explica, desde hace años investiga y escribe sobre la Iglesia:«Aunque soy persona católica, la Iglesia no ha evolucionado y prohíbe cualquier cosa porque tiene temor», sostiene, al tiempo que pone como ejemplo contrario la evolución del arte, de la que es un gran entendido.

El artista es consciente de que uno de los secretos para mantenerse en forma, a dos meses de cumplir 97 años, es tener una razón de ser para seguir adelante: «Lo bueno es estar vivo y tener una tema para desarrollar, porque los años se cumplen», argumenta.

Pese a que la vida se le puso cuesta arriba tras la muerte de su padre y el ingreso, con 13 años, en un taller de reparación de buques para ayudar a su familia, lo que le obligó a dejar los estudios, logró luego entrar en la Escuela de Artes y Oficios. Y hasta trabajó con el famoso ingeniero Martínez Falero en la repoblación de Gibralfaro y los Montes de Málaga y en el ajardinamiento de los Jardines de Puerta Oscura.

Ganó dos oposiciones a funcionario del Estado y consiguió Estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Su exquisitas pinturas murales le llevaron a trabajar en los palacios de Riofrío, La Zarzuela y La Moncloa, tras ganar un concurso de Patrimonio Nacional. Llegó a contar en Madrid con un taller de arte y diseño con 80 trabajadores a su cargo, ha sido profesor en varias escuelas y facultades y es doctor en Bellas Artes.

Unas metas alcanzadas con esfuerzo, estudio y pasión, la misma receta que aplica desde marzo, para sobrellevar con mucho arte y estudio, el confinamiento.