La crisis del coronavirus está propiciando un obligado cambio de hábitos en la cesta de la compra y en el desplazamiento a los supermercados, con un mayor espaciamiento en las visitas oy una mayor preocupación por el ahorro, dada la situación de incertidumbre económica que también ha originado la pandemia. La Confederación Andaluza de Empresarios de Alimentación y Perfumería (CAEA), que aglutina a más de 4.000 supermercados de diferentes cadenas y a más de 45.000 trabajadores (alrededor de una quita parte de estas cifras corresponden a la provincia de Málaga), afirman que, de entrada, los clientes han espaciado la frecuencia de visitas a estas tiendas, que ha pasado de los habituales tres o cuatro días de antes del estado de alarma a una media de al menos una semana.

CAEA, que tiene como secretario general al malagueño Sergio Cuberos, propietario de Supermercados Maskom, recuerda que tanto en los días previos como posteriores a la declaración del estado de alarma (mitad de marzo) hubo«picos de demanda extraordinarios y un acaparamiento de productos elevado antes del estado de alarma debido al miedo, psicosis colectiva e incertidumbre».

En esas fechas, algunos supermercados de Málaga llegaron a duplicar e incluso triplicar sus ventas en relación a una semana normal de consumo. Y productos como el jabón de manos y el papel higiénico registraron una gran demanda, lo que provocaba que las estanterías quedaran vacías a las pocas horas de abrir las tiendas. Con el paso de la semanas, el flujo de compras se ha ido normalizando, con un aumento medio de ventas del 20% para este mes y medio de confinamiento. En este tiempo las cadenas asociadas a CAEA han contratado además a un millar de trabajadores extra en Andalucía para atender la mayor demanda.

«Se va menos veces al súper y la compra es mayor. Y el formato comercial preferido por el consumidor durante el estado de alarma es el supermercado de «hiperaproximad», el más cercano a los hogares que le permite abastecerle de todo lo necesario en su vida diarias sin tener que coger el coche», explica a este periódico el secretario general técnico de CAEA, Álvaro González Zafra.

A por los productos más básicos

A su vez, el importe del ticket medio de compra se ha moderado ante la previsión de los clientes de que la crisis económica derivada de esta emergencia sanitaria puede tener dimensiones muy significativas y una duración incierta. «El precio volverá a ser factor determinante entre los criterios de compra del consumidor ante la pérdida de poder adquisitivo del ciudadano», afirman en CAEA.

Como ejemplo, afirman que una compra media para siete u ocho días puede rondar los 90 o 100 euros, cuando antes, que se comparaba cada tres o cuatro días, esa factura era ya de entre 70 u 80 euros. Es decir, que el aumento del lapso de tiempo entre visita y visita no ha traído aparejado un aumento en la misma proporción del dinero gastado en cada compra. Eso se debe a que los clientes están optando por productos básicos de alimentos e higiene, priorizando la marca blanca y el ahorro y prescindiendo de muchos artículos más específicos y de algunos «caprichos» habituales.

«El consumidor se mueve por varios criterios cuando va a un supermercado (proximidad, precio, calidad, ...) y ahora estamos detectando que el factor preferente, como pasó en la crisis económica en 2008 y 2009, está siendo de nuevo el precio. Se reducen los caprichos y se compran los productos básicos. También hay que pensar en una cuestión de espacio en las casas», afirma.

Esta dinámica también se deja notar en la estanterías de los propios supermercados. Una tienda tiene habitualmente hasta 12.000 referencias de productos diferentes en su oferta al público, una cifra que con esta pandemia ha bajado al orden de las 9.000. Por el camino se han quedado, momentáneamente, gamas de productos más especiales, dada las necesidad de las cadenas de dejar más sitio a los artículos de mayor necesidad y demanda.

«Si hasta ahora teníamos tres o cuatro alternativas de marcas diferentes para cada producto ahora igual se han dejado sólo dos. El espacio es fundamental ahora, porque al pasar más tiempo entre cada compra, el cliente se lleva más», explica González Zafra. Y en esa criba es donde se observa una mayor apuesta de los supermercados por sus gamas blancas, en detrimento de las marcas externas. «Menos productos donde elegir, menor especialización, mayores garantías de abastecimiento de productos básicos y de primera necesidad, que son los que se están demandando en mayor medida», resume.

Respecto a los «caprichos», CAEA aclara que el consumidor sí se permite pequeños antojos para hacer más llevadero el confinamiento (cerveza-vino, snacks, aceitunas, patatas, etc.), pero son siempre gustos «económicos»o de precio bajo.

Tras la avalancha de compras a mitad de marzo, el consumo se ha moderado con el paso de las semanas «considerablemente», recuperando niveles normales e incluso ligeramente inferiores a los de una semana cualquiera, debido al gran acopio previo de las familias. La falta de determinados productos en las estanterías se debió a que los súper reponían una vez al día (de madrugada), algo que se ha flexibilizado ya en la normativa para permitir más aprovisionamientos diarios. «No tenemos carencias salvo de geles de manos, mascarillas y guantes, que no son tampoco productos habituales de supermercados», explican. en CAEA.

Ventas, precios e inversión

Así, la realidad que perciben los supermercados es que hay «mayor venta, pero de menor valor», es decir, se venden más productos, pero de menor precio. «Se ha asumido parte del consumo fuera del hogar, si bien no se puede hablar de un trasvase como tal del consumo del canal de hostelería y restauración hacia el supermercado ni en cuanto a volumen ni en cuanto a valor, comentan en el sector», dicen.

Y es que, por una parte, el consumo en el hogar sigue pautas distintas al consumo fuera en cantidad y variedad: no se come lo mismo en casa que fuera (se come menos y productos más básicos). Por otro lado, el gasto fuera es mayor que el gasto en supermercados para el hogar. Los precios, según los supermercados, están estables, aunque CAEA sí ha notado, puntualmente, un cierto encarecimiento del pescado, el marisco y la carne de cerdo y, por contra, la disminución de los precios de legumbres y hortalizas.

«Los valores permanecen estables tras más de un mes de confinamiento, pese a los picos y oscilaciones tan acusadas en la demanda y pese a las múltiples inversiones a las que han tenido que hacer frente las empresas (protección, desinfección, logística, personal, etc.). El IPC en alimentos y bebidas no alcohólicas en marzo respecto a febrero fue sólo del 0,1%.

Estas inversiones añadidas han sido «imprescindibles» para garantizar el funcionamiento de las empresas destinadas al abastecimiento de alimentación y la protección de trabajadores y clientes. Algunos operadores calculan estas partidas en aproximadamente un 20% sobre las ventas añadidas, lo que ha reducido los márgenes empresariales (es decir, el beneficio que sacan los supermercados sobre sus ventas), que suele estar habitualmente entre el 2% y el 3%.

A todo ello se suman inversiones en refuerzo de turnos, horas extras, incorporación de nuevos trabajadores o por bajas de personal de riesgo o aislamiento, gratificaciones salariales o incremento de costes logísticos, entre otros aspectos. Además, se ha priorizado aún más la limpieza de las tiendas, con desinfecciones varias veces al día. Muchas de estas medidas han llegado para quedarse, al margen de que la situación entre poco a poco en la famosa «nueva normalidad».