Pese a su juventud -nació en 1993- Guillermo Medina ya es un arquitecto trotamundos, por eso el confinamiento por la pandemia le sorprendió en Vietnam. El malagueño nos cuenta sus experiencia y de paso comparte un dibujo sobre estas semanas de reclusión para animar a los malagueños porque «solo juntos venceremos».

P ¿Por qué se hizo arquitecto?

R Como la mayoría de mis colegas me hice arquitecto por la parte humanista de la profesión: ayudar con mi trabajo a que las personas encuentren mejores soluciones a los lugares donde van a vivir es lo que más me conmueve, y además poder hacerlo en cualquier parte del mundo.

P Aparte de en la Escuela de Málaga, ha aprovechado para formarse en Chile, la India y Turquía. ¿Cómo lo ha hecho?

R Es mi modo de vivir. He buscado cualquier oportunidad para ampliar mis experiencias fuera de España, los intercambios de estudio son un auténtico privilegio para poder hacer esto, aparte, lo que he trabajado lo he invertido en seguir moviéndome; he utilizado mis ingresos como arquitecto para viajar, pero en los años de estudio trabajé de lo que hiciese falta para tener los recursos suficientes.

P ¿Cómo recala en Vietnam?, no es tan normal en un arquitecto de 27 años.

R Era una opción que me atraía bastante: en el sur del país se pueden encontrar viviendas preciosas que construyen acorde al clima tropical, y este es un tema que me interesa mucho debido a que parte del clima en España está variando en esta dirección por el cambio climático. También cuenta con viviendas inundadas de vegetación en mitad de la ciudad y me interesa mucho aprender esto en relación con las construcciones sostenibles. Vietnam es, además, un país en desarrollo con casi 100 millones de habitantes y Ciudad de Ho Chi Minh donde vivo, alrededor de 15 millones; la gestión de la vivienda en masas tan grandes de personas es otro asunto que me interesa bastante.

P ¿En qué ha trabajado?

R Hasta ahora, como manager del Departamento de Arquitectura y en general, mi misión ha sido tratar de diseñar proyectos creativos que estuviesen fuera de lo común en el mercado vietnamita y gestionar que los proyectos saliesen adelante con el equipo de arquitectura.

P La pandemia le hizo dejar el trabajo.

R Me estuve preparando todo lo que pude en relación con la pandemia y justo a principio de abril ya tenía planeado dejar la empresa para estar preparado en caso de tener que volverme a España. Además, quería explorar la posibilidad de trabajar con otros estudios de arquitectura de la ciudad.

P ¿Cómo lo está gestionando el país?, ¿y usted?

R Vietnam está gestionando bastante bien la pandemia y lo más normal es que esté trabajando en un futuro cercano. Además, tengo algunas actividades que puedo poner en marcha en caso de que el parón se alargue demasiado. Hay que actuar con mucha resiliencia y entusiasmo para estos momentos.

P ¿Dónde está pasando estas semanas?, ¿piensa regresar a España cuanto antes?

R Actualmente sigo viviendo en Ciudad de Ho Chi Minh, al sur de Vietnam, en un apartamento compartido con tres vietnamitas. Las perspectivas de vuelos comerciales a España son limitadas o nulas, en cualquier caso, no parece adecuado volver en estos momentos, sería fácil contagiarse por el camino y empeorar la situación en España.

P ¿Necesita algo de las autoridades españolas?

R No, por el momento. Desde que comenzó la situación de emergencia estoy en contacto con la Embajada de España en Vietnam, nos llamamos por teléfono y contactamos por correo a menudo.

P ¿Cómo lo lleva su familia y todo su entorno?

R Toda la familia vive en Málaga, y Sonia, mi pareja, vive y trabaja, también como arquitecta, en Nueva Zelanda. La familia se echa mucho de menos; eso es una realidad, a mi padre, mi madre y mis dos hermanos los quiero muchísimo; pero además tengo la suerte de contar con una familia muy grande llena de buenísimas personas. Nos queremos mucho todos y nos estamos cuidando en estos momentos de confinamiento.

P ¿Qué está aprendiendo de la experiencia vietnamita?

R A aprender y a aceptar las diferencias entre las personas; a encontrar tu individualidad dentro de un colectivo y por supuesto, a aprender a sufrir y a hacerse fuerte; o te haces fuerte o te vuelves a casa.