El catedrático de Filología Griega de la Complutense, Fernando García Romero, nos recuerda que en las procesiones vinculadas con los misterios de Eleusis, el famoso santuario próximo a Atenas, era normal que el público asistente insultara a los participantes y que además les lanzara pullas de contenido sexual.

Las perlas soltadas al aire no eran ningún capricho: los insultos tenían como finalidad alejar a los malos espíritus, y las expresiones verdes formaban parte del ritual porque para los griegos servían para alentar la fecundación de la tierra.

Han pasado muchos siglos desde que se escenificaban estas procacidades, pero el firmante, como andaluz que habla español con acento andaluz de Málaga, tiene la sensación de ir por la vida como un participante en la procesión de Eleusis que recibe insultos y escucha obscenidades del respetable, no para que haya una buena cosecha sino por hablar andaluz. Pues para las mujeres es incluso peor.

Como saben, tan cíclicas como las estaciones son las burlas carentes de todo fundamento sobre nuestra forma de hablar de personajes de todo pelaje. El penúltimo inculto en retratarse fue el parlamentario de la CUP Antonio Baños pero como saben, borricos con sueldo público de casi todos los partidos en el Congreso han confirmado con sus burlas que lo más injusto de su trayectoria fue aprobar la Selectividad.

Y como no podía ser menos, en ese aspersor de insensateces en que tantas veces se transforman las redes sociales, hace unos días, mediante la consulta de un alma de cántaro al escritor Arturo Pérez-Reverte, hemos podido escuchar una nueva memez contra el habla andaluza.

En este caso la víctima ha sido la ministra María Jesús Montero, culpable de aspirar las eses y del inefable pecado del seseo, pues esta médica de profesión ha tenido la desfachatez de nacer en Sevilla. Y ojo, porque por lo que tanto se repite en los escaños y en las redes, parece que tan pecado es haber nacido en Málaga o en cualquier otra provincia andaluza.

Por supuesto, ningún razonamiento que tenga que ver con la filología española, la gramática ni la lógica justifica estos ataques. La forma de hablar español de Valladolid o Barcelona no es mejor ni peor que la de Granada, Almería, Tarragona, Managua o Bogotá. Y será una casualidad, pero la mayoría de las críticas las suelen recibir mujeres. Los ministros o cargos andaluces suelen librarse del escarnio.

No me digan que no es de película de Ozores esta ridícula actitud de machito clasista que mira a toda andaluza que ocupa un cargo con sorna y superioridad: Celia Villalobos, Magdalena Álvarez, Susana Díaz... y ahora, María Jesús Montero.

Qué patético resulta que el habla predominante en el 90 por ciento de los hispanohablantes del mundo, el de la suave y hermosa dicción de Juan Ramón Jiménez, Estrella Morente o Manolo Alcántara tenga que ser vapuleada año tras año por tanto semianafalbeto con complejo de superioridad.