Aunque su DNI asegure que nació con la II República y que en julio cumplirá 89 años, la bailaora malagueña Carmen Carrasco Gámez continúa con el optimismo y la vitalidad de una joven.

«La edad la tengo pero todavía ayudo a mis vecinas, saco al perro, no cojo el ascensor para nada y todavía puedo bailar», resume.

La charla es por teléfono, a causa del Covid-19, lo que no impide que esta malagueña extrovertida y llena de energía haga un repaso a una vida que le llevaría muy lejos.

«Soy del Molinillo de toda la vida, mi padre, Fermín Carrasco, era guardia civil y mi madre, Ana Gámez, tenía un restaurante, una pensión como se decía entonces, y luego tuvo una churrería».

Carmen es la menor de seis hermanos y entre sus recuerdos más tempranos, los borrosos de la Guerra Civil y los estudios en el Colegio de La Goleta, donde también hizo la primera comunión.

En cuanto a su vocación, la tuvo clara desde que era pequeña: «En esa época no teníamos radio pero a mí siempre me ha gustado mucho el cante y el baile; me inventaba mis cositas y me ponía a bailar», confiesa.

Tanto le gustó, que consiguió que le apuntaran a la academia de baile de Galiani, en la que el profesor, recuerda, «se peleaba conmigo porque me enseñaba los pasos y yo los hacía a mi manera, así ha sido de toda la vida, siempre a mi estilo y a mi aire», ríe.

En ese sentido, recuerda una conversación con Lola Flores, con quien trabajó, en la que la artista jerezana le comentó: «Te pareces mucho a mí cuando era joven».

Carmen reconoce que ha tenido suerte en la vida pero también que nunca ha ido a buscar nada. Un ejemplo lo tuvo a los 17 años, en 1948, cuando desayunaba en un bar con unas amigas y se le acercó el organizador de un concurso de belleza, Miss Molinillo, para pedirle que se presentara. Al final, se presentó y ganó.

Por entonces, hacía poco que había comenzado a actuar por Málaga. «Empecé por peñas y luego a actuar en teatros de ciudades». La bailaora comenta que en todos los desplazamientos acudía acompañada por su madre y que estos trabajos fueron de gran ayuda para la familia.

De Ana, su madre, cuenta: «Ella no sabía leer ni escribir pero era la que cobraba cuando terminaba de actuar, la que se ocupaba de todo».

La artista contó además con la colaboración de Llamas, su representante. Entre las giras, la que realizó con el Niño de Utrera y Porrina de Badajoz. «La verdad es que las personas con las que he trabajado me han tratado muy bien y les ha gustado como actuaba», comenta.

En cuanto a su baile, cuenta que siempre ha bailado en solitario, «pero cuando llegaba un cantaor que me decía que iba a cantar alegrías o zambra, pues las bailaba. Era una persona que me metía en todo».

Pero además de soleares, tangos, malagueñas o verdiales, también se atrevió con jotas o con 'La boda de Luis Alonso', «que era una cosa que la gente me hacía repetir», recuerda.

En el rodaje de dos películas

Y el cine entró en su vida con pocos meses de diferencia porque las dos películas en las que participó son del mismo año, 1954, y se rodaron en Málaga.

En la primera de ellas, 'Las aventuras del barbero de Sevilla', rodada en la finca de La Concepción, apareció como figurante junto al cantante Luis Mariano. «Mi representante me comentó que estaban buscando chicas para salir en una película». A Luis Mariano lo recuerda «muy agradable y muy guapo».

Pero su gran oportunidad llegó cuando actuaba una noche en una gran sala del Hotel Miramar, donde llevaba contratada dos años. «Éramos un pequeño ballet con seis chicas y luego yo tenía un número en el que cantaba y bailaba sola; cantaba 'La salvaora' de Lola Flores, cosas de ella».

Como explica, el director de la película 'Fuego sobre África', que se rodaba en Málaga, le vio actuar y tras finalizar la llamó a su mesa. « Tenía un traductor y me preguntó si querría actuar en su película». Carmen accedió.

La artista recuerda que su escena, supuestamente en un bar marroquí, se rodó en 'El Refugio' de la calle Alcazabilla. En ella Carmen Carrasco aparece sentada en una mesa junto a un capitán y cuando entra la irlandesa Maureen O'Hara, la malagueña dice: «Más competencia», y el capitán replica, «Eso parece».

Como curiosidad, a la bailaora le pusieron para la escena con un cigarro, «el primero de mi vida», ríe. Y por supuesto, la malagueña bailó: «Empezaron a tocar y bailé, era la primera vez que bailaba esa música, lo hice a mi estilo», reconoce.

De esos días de rodaje tuvo mucho trato tanto con la actriz irlandesa como con su hermano, que también actuaba. A Maureen O'Hara recuerda que la acompañaba en sus paseos por Málaga y que los malagueños le pedían autógrafos «sobre todo cuando salía del Hotel Miramar, que era donde se alojaba».

Tras terminar la película, Carmen explica que le enviaron «de América» una colección de fotografías de 'Fuego sobre África' que todavía conserva.

La carrera profesional de la bailaora continuó: actuó en la famosa sala de fiestas 'El Mañana' de Torremolinos y también con la compañía del Teatro Eslava en una gira de actuaciones por Marruecos y Argelia, dos países que, por las circunstancias históricas, contaban con nutridas colonias de españoles.

Boda en Orán

Fue además en Orán donde conoció a Raymond Serra, nacido en Orán pero hijo de emigrantes españoles, con quien contraería matrimonio en 1959 y tendría tres hijos. En la ciudad argelina vivieron hasta la independencia de Argelia, cuando la pareja decidió marcharse a Francia, donde el marido de la artista empezó a jugar de portero de fútbol en la Segunda División francesa.

Tras pasar por varias ciudades, el matrimonio se estableció en la ciudad de Romans. La artista cuenta que aprendió sola el idioma francés y que en el país vecino montó una academia de flamenco a la que asistían muchas hijas de españoles. Con ocho de sus alumnas francesas montó en 1985 el ballet Flor de España, y ella tomó como nombre artístico Carmen de Málaga.

«He paseado el nombre de Málaga por todos lados. A los franceses les gusta mucho el flamenco. En Marsella había muchos gitanos y no se creían, al verme bailar, que yo no fuera gitana», cuenta.

En 1995, cuando su marido se jubila del trabajo en la Seguridad Social francesa, el matrimonio decide trasladarse a Málaga. «En cuanto llegué, me puse a dar clases con las peñas, he estado una pila de tiempo», destaca.

A punto de cumplir 89 años, Carmen Carrasco, Carmen de Málaga, sigue disfrutando de la vida con el arte del que siempre ha hecho gala.