Decía Arturo Bernal, ex gerente de Turismo Costa del Sol, que en sus años mozos leyó una guía turística en la que, en relación a Málaga, se decía a los visitantes que era una ciudad carente de interés. Todavía, muchos recuerdan cómo en los ochenta y los noventa quienes llegaban a la capital en tren, barco o avión, pasaban aquí el tiempo indispensable para ir a Sevilla, Córdoba o Granada o dirigirse a las cercanas playas de Torremolinos o Benalmádena. Hoy, esas estampas son sólo un recuerdo porque Málaga se ha convertido en un referente indiscutible del turismo cultural y de cruceros y ocupa puestos muy relevantes en cuanto a la atracción de talento e inversiones. ¿A qué se ha debido esa gran metamorfosis? Francisco de la Torre cumplió el pasado lunes dos décadas como alcalde de la capital, un tiempo en el que no sólo la ciudad ha cambiado, ha sufrido una gran metamorfosis, sino que él mismo, sociólogo e ingeniero agrónomo acostumbrado a la frialdad de los números y la soledad de los despachos administrativos, experimentó una transformación personal que lo hizo alejarse de la figura del tecnócrata y acercarse a la del regidor carismático que es hoy.

Podría decirse que la ciudad y su alcalde han cambiado a la par y, claro, esa estela ha dejado un reguero de luces y algunas sombras. Su hoja de servicios es casi impecable, aunque estos días ha celebrado sus 20 años en el cargo con una noticia amarga: la amenaza de una moción de censura que le haga perder la vara de mando después de que Juan Cassá, su socio de investidura el pasado mandato, haya decidido pasarse de Cs al grupo de no adscritos. De hecho, la rumorología política apunta a un previsible golpe de timón encabezado por el PSOE de Daniel Pérez y secundado por Adelante Málaga y el propio Cassá. Habrá que ver cómo discurren los acontecimientos, aunque el regidor malagueño y los suyos están tranquilos y esperando a ver qué sucede.

Además, el regidor se repone de una lesión cerebral de la que tuvo que ser intervenido el pasado Sábado Santo y el equipo de gobierno tendrá que hacer frente a una crisis económica sin precedentes desde la postguerra española para reconstruir una ciudad que había alcanzado importantes números en los ámbitos turístico y económico, pero en la que también hay algunos desequilibrios. Como ya saben, Francisco de la Torre fue recuperado para la política por Celia Villalobos, quien en mayo de 2000 abandonó la alcaldía para ser ministra de Sanidad en el segundo Gobierno de Aznar. Entonces, Paco de la Torre era edil de Urbanismo, tras ser llamado a la actividad pública en el 95, para lo que tuvo que abandonar su puesto en Agricultura. De la Torre ya conocía la política. No en vano, fue presidente de la Diputación Provincial (71-75), consejero en la Junta preautonómica y diputado de la UCD, el gran partido de Adolfo Suárez, en plena Transición. Su acercamiento a la esfera pública la hizo gracias a proseguir la labor de su padre en la Asociación de Amigos de la Universidad de Málaga, aquella inolvidable asociación que logró traer un centro universitario a la ciudad.

Al principio, pocos lo veían como alcalde. Se cuenta la anécdota de que Antonio Cordero, el recordado exconcejal de Seguridad, afeó a sus compañeros que lo llamaran Paco y no «señor alcalde». Todo su mandato ha sido un intento por dejar de ser llamado así para ser conocido como don Francisco: irónicamente, ya en el ocaso de su carrera política, volvió al Paco de la Torre, como se hacía llamar en los pasquines electorales. Y parece que esa metamorfosis nominativa explica certeramente la transformación personal y urbana de la capital de la Costa del Sol. De ser tímido pasó a asistir a todos los eventos en los que fuera invitado, sabedor del tirón popular de su antecesora en el cargo y de la importancia del factor humano en la política local; de vestir como un funcionario gris pasó a combinar colores de corbatas, trajes y camisas y renovó sus gafas. El técnico dejó paso al político popular que sabía lo que decir a cada auditorio; el hombre que sabía hasta lo que medían los bordillos de las aceras de cada proyecto de Urbanismo fue capaz de montarse en una bici, llegar a asistir a tres comidas de diferentes asociaciones de vecinos en un día, engullendo un plato en cada una de ellas, y de crear su propio estilo de hacer política: una omnipresencia populista combinada con un conocimiento técnico envidiable.

La explicación de su éxito electoral hay que buscarla en esa metamorfosis personal, en su forma de ser, dado que es conocida su independencia respecto del aparato del partido, no en vano es definido como un verso suelto al que no le tembló el pulso para enfrentarse con ministros de su propia formación, como el general secretario del PP, Francisco Álvarez Cascos, o el exministro de Fomento, Íñigo de la Serna, a quien no le sentó muy bien hace un par de años que el regidor malagueño diera la murga con la necesidad de hacer la tercera ronda. Y, cómo no, su gestión le ha dado la vuelta a la ciudad y eso hoy no hay nadie que lo dude. Hay debes, claro, pero la valoración global la ha reconocido hasta la oposición.

El tirón de De la Torre

Un purasangre electoral

La metamorfosis personal y la consecuente transformación urbana de la capital, que discurrió de forma paralela a la primera, le ha valido imponerse con solvencia hasta en cinco elecciones locales: en 2003 alcanzó los 17 ediles, mayoría absoluta; en 2007 alcanzó el mismo número de concejales, en 2011 arrasó con 19 y en 2015 bajó a 13, pero gobernó gracias al apoyo de Cs. En 2019, contra todo pronóstico, sumó un edil más, pasando de trece a catorce, y gobernando gracias al apoyo de Cs, un sustento frágil que amenaza con acabar con su carrera política si Cassá cambia de bando cuando está a punto de expirar el primer año de mandato.

Los periodistas han manoseado el calificativo de «animal político» hasta la saciedad, pues pese a los intentos de su partido por relevarlo antes incluso de 2015, De la Torre se opuso con firmeza, anclando su reticencia a abandonar el puesto en una suerte de duda permanente que acababa por destrozar los nervios de quien esperaba la respuesta. Esa costumbre no sólo la ha aplicado en los asuntos orgánicos de su partido, sino también en la gestión diaria del Ayuntamiento. Asimismo, ha ido quemando uno a uno a todos los delfines políticos que pretendían, o se veían con fuerza, para sustituir a De la Torre en el despacho de la Casona del Parque (el caso más sonado fue el de Damián Caneda, exvicepresidente del Senado que acabó dimitiendo para dedicarse a sus asuntos empresariales, y hoy tristemente fallecido). Hizo fichajes estrella que acabaron estrellándose y se las tuvo tiesas con los diferentes presidentes provinciales del partido. Salvo un breve periodo en el Senado, De la Torre sabía dónde estaba su sitio.

Peatonalización

El embrión del éxito

La metamorfosis de la ciudad, su inicio, el punto en el que arranca ese cambio monumental que convierte a Málaga en una capital europea con gran tirón turístico ocurre en 2002, con la peatonalización de la calle Larios y la Plaza de la Constitución, un proyecto de Celia Villalobos que culmina De la Torre y que tuvo varias ampliaciones (calle Granada, el entorno de la Catedral, etcétera...), gracias también a magros fondos europeos. El Centro Histórico se revalorizó y de ser un lugar del que los malagueños huían en cuanto caía la noche, sólo transitado en Semana Santa, la Feria de agosto y Navidad, pasó a ser el gran salón de la ciudad, propiciando una revolución comercial y hostelera. Ello también ha tenido su cara 'B', claro, con el fenómeno de despoblación de vecinos censados en el corazón de la ciudad y la llegada, a veces, de un turismo que no siempre es el que interesa a la ciudad, lo que también se ha visto avivado por problemas de ruido o de convivencia, algo derivado de la proliferación de viviendas turísticas. Pero son estos fenómenos comunes a las grandes capitales y parece que, más allá de respuestas particulares, el reto requiere una reflexión conjunta en el país y, posteriormente, la aplicación de una serie de recetas.

El centro, por tanto, pasó a ser, de verdad, el corazón de la ciudad, y a lo largo de los años llegarían la remodelación del Paseo del Parque o de la Plaza de la Merced y Alcazabilla, así como la de la Alameda o el Soho, y, sobre todo: los museos.

Museos y proyectos

Infraestructuras

En 2003, culminaron las difíciles negociaciones de la Junta socialista para traer el Museo Picasso a Málaga. Se trata de una pinacoteca autonómica, pero es la joya la corona de una oferta que el alcalde completó, por ejemplo, con el Museo Carmen Thyssen, la llegada del centro Pompidou a la Esquina de Oro del Puerto de Málaga -el primero fuera de Francia a nivel mundial-, la apertura del CAC, la importante renovación de la Fundación Casa Natal de Picasso, la llegada del Museo Ruso al complejo municipal de Tabacalera o la inauguración del MUPAM, entre muchos otros. Málaga es, hoy en día, conocida como la ciudad de los museos, y a los buques insignias se suman otros espacios expositivos no tan conocidos pero igualmente importantes (el Revello de Toro). A estos hay que sumar el Museo de Málaga, bajo competencia autonómica pero reivindicado por el alcalde, junto a muchos otros malagueños, hace más de dos décadas. Esa fue, una de las pocas ocasiones, en las que la ciudad se movilizó para conseguir algo.

La política cultural, en general, ha sido uno de los espacios preferidos del regidor en los sucesivos gobiernos, con el impulso, por ejemplo, del Festival de Cine en español de Málaga, el Festival de Teatro o la recuperación de Echegaray. En el debe, la oposición ha criticado la factura excesiva que provoca la nómina excelsa de museos, que su gestión no se centralice en un solo organismo o la falta de apoyo al talento local y a la cultura malagueña, pero el tirón que tienen los espacios museísticos es notable, un reclamo que hay que sumar, claro, a los atractivos de la Alcazaba y el Teatro Romano. En este ámbito hay que destacar, por qué no, la recuperación del mercado de Atarazanas, un emblema gastronómico y cultural de la capital de la Costa del Sol.

Además de la peatonalización del Centro Histórico y la proliferación de museos hay, claro está, una serie de infraestructuras que han llegado a Málaga en estas dos décadas gracias al apoyo de otras administraciones y que han contribuido a convertir a la provincia, y, sobre todo, a la capital, en referentes turísticos. Por ejemplo, el soterramiento de las vías del ferrocarril, la llegada del AVE y la inauguración de la estación María Zambrano. El Ayuntamiento, no en vano, puso más de 20 millones de euros sobre la mesa para soterrar las vías y erradicar esa cicatriz urbana, en un esfuerzo llevado a cabo conjuntamente con el Gobierno, que fue el que más puso, y la Junta de Andalucía. El AVE ha hecho, que por ejemplo, muchos ciudadanos de otras zonas de España, sobre todo Madrid y alrededores, haya convertido las escapadas de fin de semana a Málaga en una costumbre. La Universidad y el PTA se han ampliado considerablemente en los últimos años. El Ayuntamiento, así, cedió un millón de metros cuadrados para la expansión del campus en Teatinos y también ha sido notable su colaboración con la tecnópolis. De impulso estatal, hay que destacar la ampliación del aeropuerto de Málaga, para lo que fue vital la colaboración del Consistorio, o la estación internacional de Cruceros en el dique de Levante, o la ejecución del hiperronda, que mejoraron la conectividad de la capital desde todos los puntos de vista, proyectos que fueron muy bien acogidos por el alcalde.

También fueron muy conocidos los enfrentamientos entre el expresidente de la Autoridad Portuaria Enrique Linde, y el alcalde en los años en los que se gestaba el Plan Especial del Puerto, hasta llegar al acuerdo del 7 de abril de 2004 y la posterior inauguración de la integración del recinto portuario en la ciudad, con usos comerciales, gastronómicos, de ocio y museísticos de los muelles 1 y 2, un cambio de fisonomía que se completó con la retirada de la verja. El alcalde suele presumir de la llegada del Pompidou a este entorno. El alcalde también mantuvo fuertes enfrentamientos con la Junta socialista en el tema del metro, cuyas obras comenzaron en 2006 y continúan aún. Finalmente, llegará soterrado al Civil tras el cambio de partidos en la Administración andaluza. También ha habido enfrentamientos sobre vivienda.

Pese a los indudables logros del regidor en temas urbanísticos, el alcalde presume, por ejemplo, de cómo mejoró la calidad del agua con la desaladora del Atabal, del impulso dado a los parques infantiles en todas las zonas de la ciudad, la puesta en marcha de los registros de ADN caninos, la política de VPO, la integración del edificio de Tabacalera y su puesta disposición de varios usos municipales, el papel del IMFE o Promálaga y la red de bibliotecas. La otra gran pata sobre la que la ciudad ha crecido la ciudad es una estrategia de captación de inversión y talento y la apuesta por las nuevas tecnologías. De la Torre suele sacar pecho de los foros tecnológicos que acoge la ciudad, así como del Palacio de Ferias.

Los errores

La limpieza y las Gemas

Las manchas en el currículum del alcalde son el tema del Museo de las Gemas, un enorme pufo de un espacio expositivo que debió abrir en Tabacalera, lo que nunca sucedió tras una inversión millonaria del Consistorio; las huelgas de limpieza que ha soportado la ciudad, ahora en vías de solución con la municipalización de Limasa, la suciedad, o la indefinición en proyectos como el Astoria, una parcela estratégica de la ciudad sin uso y sin un futuro claro, la necesidad de dotar de sostenibilidad al modelo de ciudad (no morir de éxito) y la indefinición en torno a proyectos como la Torre del Puerto, que tiene cierta contestación ciudadana, Repsol o la construcción proyectada de numerosos rascacielos.