Los besos más apasionados han sido cosa del cine, con permiso del dorado cuadro de Gustav Klimt. En ocasiones, actores y actrices han tenido que enfrentarse a dilemas horrendos pues con tal de llevar el sueldo a casa, se han visto obligados a darse de morros con compañeros de escena que habrían preferido tener a kilómetros de distancia.

En otras ocasiones, quién sabe si la cruda realidad de los males mundanos no hizo perder seguridad al galán de turno, como cuando al joven Clark Gable una enfermedad bucal obligó a que le sacaran de golpe todos los piños y a colocarle unas piezas de repuesto que, seguramente, no esperaría lucir hasta la vejez.

Así son los besos en el arte, apasionados y peliculeros, como si a los protagonistas les entrara en cada toma el baile de San Vito.

Lo curioso es que, en ocasiones, en la política también podemos encontrar este tipo de calurosas salutaciones. Como muchos sabrán, para conmemorar en 1979 el 30 aniversario de una de las prisiones más grandes de Europa -la República Democrática Alemana- el cejudo líder ruso Leónidas Breznev acudió a la conmemoración y le plantó tres besos a Erich Honecker, jefe del complejo carcelario. El tercer beso fue en los labios, todo un símbolo de la recia hermandad entre dictaduras.

El picotazo fue plasmado, con un toque más peliculero e intenso, en el Muro de Berlín y se convirtió en todo un símbolo de la sátira política.

Mucho más real pero no carente de teatralidad fue la fotografía del famoso beso, en el París liberado, de dos novios y el del marinero y la enfermera en Nueva York, también tras la II Guerra Mundial.

En la misma estela de artística declaración de amor, las calles de Málaga se han enriquecido hace muy poco con una obra que cuelga en el Pasaje Noblejas, en El Perchel y que por la postura de los intervinientes, sigue la estela de la del Muro de Berlín, aunque sin sátira alguna.

Al contrario, se trata de un cuadro que parece pintado en una finísima tabla colgada en la pared.

Representa a un hombre y una mujer con bata médica, gorro y mascarillas que, pese a los obstáculos se abrazan y besan como en las películas, los muros o las fotos. Una obra preciosa que homenajea a todos los trabajadores supervivientes de los recortes sanitarios que, a pesar de los hachazos y el ninguneo lo han dado todo por salvar vidas.

Sea creación original o no, pues un servidor ignora la autoría, confiemos en que no sufra los ataques de los integristas de la moral políticamente correcta. Ya saben, los mismos reaccionarios del siglo XXI que lograron que el estupendo dibujante Idígoras borrara un mural de calle Lagunillas con otro beso de película entre un hombre y una mujer, emulando la foto de París. Los que censuran besos que vayan a pedir trabajo al No-Do.