Las películas de romanos nos suelen mostrar a los ciudadanos de a pie ‘uniformados’ hasta la extenuación, pues pese a vivir en la ciudad más poderosa del mundo su industria textil, carente de imaginación, parecía haberse empeñado en vestir a todo 'quisqui' -por cierto, del latín 'quisquem', cada uno- con túnicas blancas.

La Historia de Roma, sin embargo, no es tan afín a las películas ni a los cuadros que la representan y parece que los romanos vestían con más imaginación y colorido.

Está más que demostrado que algo así fue la Málaga del XVIII. Frente a quienes la imaginaron con la blancura de la Málaga del siglo XIX, en el arranque de la centuria presente los malagueños nos hemos topado con la evidencia de una fiesta de elementos geométricos, trampantojos y algunos colores chillones, además del festín que para la vista supone la arquitectura fingida, mucho más barata que llenar una fachada de mármoles.

En este sentido, hay que recordar la estupenda labor de la Oficina de Rehabilitación del Centro, aunque también haya habido que lamentar pérdidas irreparables en el casco antiguo y en barrios como El Perchel.

Uno de los que se salvaron de morder el polvo durante los tremebundos ‘años del ladrillo’ lo podemos ver en segunda fila desde la Alameda, pues en realidad, un solar intermedio permite admirarlo pese a que se encuentra en calle Panaderos.

Es la famosa casa del reloj, probable propiedad de un indiano que dejó en la fachada sus correrías de ultramar, como evidencian las tiendas de indios y las ballenas, dos elementos que no abundan en la provincia de Málaga.

Pasó de moda la arquitectura simulada pero no todos los trampantojos. Alguno en nuestros días se ha adaptado a los tiempos, también a los de la pandemia y podemos encontrarlo, con un poco de vista, en algún balcón de Málaga.

El de hoy se encuentra en el barrio de la Victoria, muy cerca de la glorieta ajardinada dedicada al Padre Manuel Gámez, inaugurada poco antes del fallecimiento del recordado sacerdote.

En un bloque de la calle Amargura podemos ver a todas horas a un hombre exultante de alegría que luce un traje negro y un cuello clerical. Al sacerdote sólo le falta cantar o gritar de alegría. Es complicado porque se trata de una silueta a tamaño natural del modelo, que aparece de medio cuerpo.

El firmante desconoce el motivo, a lo mejor, transmitir un poco de humor y desenfado desde un balcón de Málaga. Una sonrisa, qué duda cabe, también es una manera de llenar de color la ciudad.

Encarna, hoy

El famoso número de ‘Encarna de noche’ de Martes y 13, de gestarse en 2020 ¿hablaría de las mascarillas de Móstoles?