En la Colonia de San Eugenio, en La Trinidaduno de los sitios favoritos de esta sección por su encanto y pecularidad, don Eugenio García Serrano, el promotor de este barrio en miniatura, tuvo el acierto de copiar a los romanos.

De este modo, igual que en la Malaca romana se exhibían las planchas de la Lex Flavia y, quién sabe, quizás como en otros rincones del imperio las kilométricas hazañas del emperador Augusto, también él quiso exponer unas normas a la vista de todos.

Podemos leerlas en la calle Fernando Chirino. Se trata de siete observaciones, la quinta de las cuales dice: «La mejor prueba de cultura que puede darse en la Colonia es la buena armonía entre los vecinos, quedando prohibido promover escándalos».

A pocos metros, en un arco erigido por el propietario para celebrar el triunfo de su proyecto urbanístico, puede leerse en otro azulejo que «Se ruega la mayor cordura entre el vecindario».

Cordura y armonía es lo que una treintena de policías locales ha logrado imponer esta semana en el paseo marítimo de Pedregalejo, pues una pertinaz sequía de cerveza y mojitos había enardecido al respetable, hasta el punto de convertir el paseo en la Verbena de la Paloma, algo poco recomendable para la fase 1 del desconfinamiento.

En realidad, y como el miércoles explicó al firmante Carlos Conde, concejal de Málaga Este, el problema estribaba en que algunos clientes aguardaban de pie, en grupo, a que se quedara libre alguna mesa. La espera se alargaba, pues las mesas eran codiciadas por todos y no se abandonaban así como así, de ahí que los grupos a la espera de mesas libres se fueran multiplicando, con lo que se formaba la pelotera.

No hay que achacar toda la culpa a esa forma tan extendida en España de no tener en cuenta al prójimo (cuántos malagueños se han saltado estas semanas las normas de confinamiento con la no comprobada excusa de que no contagian a nadie...).

En este caso, también hay que pensar en el desfasado paseo marítimo, que se ha quedado diminuto ante tanta concurrencia.

Cuando se diseñó, los vecinos insistieron en que una acera dividiera de forma clara la parte para las terrazas del paseo peatonal, pero como saben, en el paseo peatonal es costumbre inveterada colocar una hilera de mesas en la mayoría de los establecimientos, con lo que la zona para el tránsito se estrecha.

Además con el buen tiempo, recordarán muchos, en el lado del murete se instalan muchos puestos de venta callejera, que atraen a clientes; si a eso sumamos los que aguardan el turno de mesas y los que tratan de pasar, nos encontraremos, en muchos puntos, con un desfiladero de las Termópilas.

Cuando este paseo se reurbanice habrá que hilar fino para que todos -negocios, clientes y viandantes- puedan convivir sin las apreturas de esta semana... y sin las de todos los veranos y fiestas de guardar. Con cordura y armonía.