La crisis sanitaria derivada del coronavirus y la depresión económica, que ya hemos empezado a notar, debieran tender a unir en el país a los principales representantes públicos, pero el pasado miércoles asistimos a la sesión más navajera del Congreso de los Diputados, con discursos cerrados e ideologizados y sin que nadie sea capaz de anteponer el bienestar del país a sus intereses partidarios, con la tensión filtrándose gota a gota a la calle y sin que nadie, ni Gobierno ni oposición, sea capaz de reconocer errores. Miren al sainete de la derogación de la reforma laboral con los herederos ideológicos de los asesinos. Nos adentramos a una crisis sin precedentes con los representantes nacionales de menos talla que se recuerden y eso, queramos o no, pasará factura, porque, como dice Pilar Urbano, para tiempos recios es necesaria la figura de un gran componedor y eso solo lo fue Adolfo Suárez, cuya memoria y maneras políticas en tiempos difíciles se han olvidado. A la crisis económica y sanitaria hemos añadido una institucional en el peor momento posible.

En la ciudad, por cierto, lo que sí hay es, al menos a priori, una mayor altura de miras (y por Sevilla, en ambas orillas, que todo hay que decirlo). El alcalde, Francisco de la Torre, se incorporó esta semana a su puesto después de la convalecencia impuesta por su lesión cerebral, de la que fue operado el pasado Sábado Santo. Y su reincorporación define a la perfección a la persona: ha sido una semana frenética, al menos en cuanto a intervenciones mediáticas se refiere. Llama la atención el peso del regidor a nivel nacional, con toda una cadena de entrevistas en las principales televisiones y medios del país, e incluso una carta en la que solicitaba un Gobierno de concentración nacional para hacer frente a la situación, tremenda, que tenemos ante nosotros.

Sin embargo, el alcalde tiene una china del zapato en casa, una importante, de las que aprietan conforme se acelera el paso en el camino trazado: la china es Juan Cassá, exedil de Ciudadanos que el pasado 4 de mayo dejó la disciplina naranja por supuestas desavenencias con la nueva cúpula liderada por Inés Arrimadas y anunció su paso al grupo de ediles no adscritos del Ayuntamiento. De paso, dejó al equipo de gobierno, sustentado por los 14 votos del PP y los dos de Cs, sin mayoría absoluta, al pasar de 16 a 15 concejales. Ello supone un empate técnico con la oposición, ya que el PSOE tiene 12 y Adelante Málaga, tres. Siempre que Cassá se mantenga neutral y se abstenga, el voto de calidad del regidor servirá para sacar las iniciativas de su ejecutivo, pero si Cassá se suma a la oposición, la cosa está clara: el mandato, hasta mayo de 2023, será un infierno para los populares y más en una situación en la que las prioridades sobre la gestión municipal han cambiado de forma total: es decir, de cómo ejecutar el auditorio, el plan del Guadalmedina se ha pasado a malagueños que no cobran prestación alguna y forman colas para comer y a empresarios que se van a arruinar para lo que les queda de vida, con el aplauso ruin de algunos tuiteros antitodo. ¿Es compatible la idea inicial del mandato que se habían dibujado Cs y PP y sus objetivos con dedicar muchos recursos a planes sociales y a la reactivación económica? El alcalde dice hoy en una entrevista que sí.

Además, De la Torre recogió esta semana la idea de elaborar un gran pacto con la sociedad civil malagueña, una propuesta, por cierto, lanzada en este mismo espacio hace pocas semanas (aunque tiene varios padres y madres, yo no soy dado a reclamar paternidades, para eso hay otros periodistas que nunca citan, pero siempre reclaman ser citados): en ese artículo no se pedía un acuerdo entre los grupos políticos, sino un gran pacto que implicase a la sociedad civil malagueña, desde empresarios a sindicatos pasando por colectivos vecinales, culturales, deportivos, de todo signo y naturaleza. Cuantos más haya reflexionando sobre la forma de salir de este marasmo, mejor.

El regidor malagueño recibió a todos los portavoces el viernes por la tarde, y quedó con ellos en entregarles el lunes o el martes un calendario y la metodología sobre cómo debatir acerca del pacto. En esos encuentros, según parece, el alcalde habló de la filoxera, de Cassá y del pacto. Vuelve en plena forma retórica. Daniel Pérez, portavoz del PSOE, le pidió que acabe ya con la comisión municipal sobre el Covid-19 y, de hecho, han anunciado que no acudirán más. Quieren la vuelta de los plenos y las comisiones de pleno sectoriales para comenzar ya a debatir. Y la creación de un órgano de trabajo, presidido por el PSOE, por cierto, para hablar del pacto y de cómo salir de este agujero negro. Los de Adelante Málaga, representados por Eduardo Zorrilla, pidieron un pacto centrado en la reactivación económica y en no dejar atrás a nadie. Zorrilla también quiere que vuelvan ya plenos y comisiones y esto empiece a andar. Este concejal es de los pocos que habla claro. Y Ciudadanos dejó clara su apuesta por la estabilidad de la ciudad, una promesa que no está en condiciones de hacer porque el único que puede dar estabilidad es Cassá y su silencio lo que provoca, precisamente, es lo contrario. El alcalde ha hablado con Cassá y le ha ofrecido entrar en el equipo de gobierno. En la entrevista que damos hoy en este periódico, De la Torre afirma que, del tono de las palabras y de los planteamientos del asturiano, se deduce que Cassá no tiene ganas de iniciar una moción de censura. Daniel Pérez, en su primera rueda de prensa, reconoció haber hablado con el exportavoz naranja pero sólo de cómo sacar a la ciudad de esta crisis. El único que no ha dicho nada es Cassá. A veces habría que recordar que los concejales no son dueños de sus silencios, sino que los propietarios son quienes les votaron y que los malagueños necesitan que se les hable claro. Y el primero que debe hacerlo es Cassá. Y luego el resto. Al desempleo, la falta de comida y otras situaciones dantescas habría que sumar la claridad y la verdad en el mensaje, no añadir una preocupación más.

Hay quien dice que con el PSOE no hay, ahora mismo, acordada una moción de censura y que Cassá se está dejando querer por el PP y por los socialistas, para abrazarse a quien le dé siete años de vida política. El que le ofrezca la supervivencia se llevará el gato al agua. Adelante Málaga, por su parte, jura y perjura que a ellos nadie les ha hablado de una moción de censura. Todos juegan al ratón y al gato, pero nadie le pone el cascabel al segundo.

A todo esto, la desescalada comienza a dejar constancia de que algunos ciudadanos son aptos para la Stasi, señalando bares de Pedregalejo en los que supuestamente se incumplen los condicionantes sanitarios; y de Pedregalejo se va a Teatinos y al Centro y en Twitter, ese estercolero, se da rienda suelta a la turismofobia y se ataca a todo lo que huela a empresa hostelera. ¿Irán estos ciudadanos a las terrazas después? Todos hemos de cumplir las reglas, claro, incluidos los hosteleros, pero ¿contribuye esa parte de los malagueños a ello? Avelino Barrionuevo, edil de Seguridad, ha desplegado treinta policías locales más en Pedregalejo. No está dispuesto a dejar pasar una. Ahora, además, hay que llevar mascarilla. Las fotos denunciando incumplimientos de hosteleros y ciudadanos se han hecho virales, dando un ejemplo de lo que no debería ocurrir ahora: por respeto a los muertos, es necesario que unos y otros cumplan, pero criminalizar a un colectivo por culpa de un par de garbanzos negros sólo nos sirve para echar tierra sobre nuestras aspiraciones de recuperar, algún día, los números turísticos que tenía la ciudad. Hace falta ya un debate sobre la sostenibilidad turística y hostelera para no morir de éxito. Garzón, si no quiere, que no participe, aunque debería hacerlo por su bien. Y ahí entra la Feria de Málaga, que el alcalde cree que podría celebrarse en septiembre, pero Teresa Porras, incombustible edil de Fiestas, quiere decidir sobre ello un poco más tarde, a finales de junio o principios de julio.