El honorable y lenguaraz Samuel Johnson, una enciclopedia (británica) andante, aseguraba que para conocer Londres había que moverse no sólo por sus calles, parques y avenidas principales, también por sus callejuelas y recovecos.

En ese sentido, la norteamericana Jane Jacobs, pionera de un urbanismo con 'rostro humano', echaba en cara a los expertos de Nueva York que diseñaran la ciudad sobre el plano, sin patearse la calle y por tanto, con escasa idea de las necesidades reales de los vecinos. El resultado de esta miopía urbanística fueron ciclópeas y fallidas urbanizaciones, inspiradas en las utopías de Le Corbusier, y denunciadas por Jacobs, muchas de las cuales con los años terminaron siendo demolidas por inseguras e invivibles.

En la planificación urbanística de Málaga asistimos estos últimos años a un metafórico patinaje de muchos expertos y cargos públicos más atentos a los planos y al 'brilli-brilli' de las infografías que a la vida real de Málaga.

Primero, en un asunto tan sensible como la propuesta del hotel casino en el puerto, un rascacielos cuya construcción ha sido desaconsejada por el organismo que asesora a la Unesco en cuestiones de Patrimonio.

Pero nuestros políticos y urbanistas, jaleados por los colectivos que se beneficiarán de la tropelía, han desdeñado cualquier consejo y cerrado los ojos ante la insensatez del emplazamiento: en primera 'línea de fuego' del cambio climático y en mitad de la Bahía, para anular con su mediocre presencia La Farola y desgraciar las vistas de Málaga.

En segundo lugar, puede que patinen si siguen adelante con una propuesta que debería sopesarse con calma. Porque estos dos meses en los que una parte de la Humanidad está viviendo confinada están haciendo que el teletrabajo se convierta en una opción que, probablemente, aumentará de forma exponencial en los próximos años.

Con esta perspectiva, puede que haya que comerse con patatas, cuchillo y tenedor, una buena ración de las centenares de oficinas proyectadas entre el Camino de San Rafael y los antiguos terrenos de Repsol.

Como más de una vez hemos comentado en este sección, estos terrenos han vivido desde el PGOU de 1983 una auténtica involución medioambiental, con la reducción de las zonas verdes desde casi la totalidad de la parcela al actual parque proyectado, que no llega ni al 37 por ciento de los terrenos (de 17,7 hectáreas, sólo 6,5 se reservan para parque).

Situado entre los dos distritos más masificados de Málaga, nuestro miope Consistorio ha preferido achicar el improductivo parque y reservar terreno para cuatro rascacielos de oficinas, entre otras construcciones.

El tiempo dirá si el auge del teletrabajo no hará patinar a nuestros poco callejeados expertos ante tanta oficina sin alquilar.