Aunque el dicho proclame que de gustos no hay nada escrito, lo cierto es que hay toneladas de escritos sobre estética repartidos en mil y un libros, revistas,artículos y hasta cátedras del ramo.

De gustos se habla mucho cada vez que llega Arco, la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid, pues todos los años presenta alguna obra provocativa que una parte de la audiencia considera de mal gusto.

A este respecto, hace una década, en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga llegamos a contar con una famosísima cama sucia y deshecha ('My bed', de la británica Tracey Emin), que mientras unos la colocan en los altares del arte de finales del siglo XX, otros lo hacen en el vertedero de Los Ruices.

Con esta división de pareceres, también el mobiliario urbano mueve a polémica. Ya no sólo cuando se trata de instalar algo de rabiosos aires modernos, como la escultura Panta Rei de la plaza del Siglo o la de Jaume Plensa (Jaula para pájaros) de la plaza de Félix Sáenz.

El desacuerdo también aparece con algo tan prosaico pero tan útil para todos los mortales como un banco de los de sentarse. Porque el Distrito de la Carretera de Cádiz está cambiado los bancos de hierro forjado del paseo marítimo de Poniente por un modelo más sólido, de hormigón, aunque estéticamente más basto, parecido aunque no idéntico a los de la barriada de Girón.

Para una asociación cultural, que prefiere no dar su nombre, el impacto estético y visual de estos nuevos bancos es negativo y subraya la importancia de que una ciudad como Málaga preserve su mobiliario urbano y trate de buscar la armonía con el entorno.

Para el colectivo, en este paseo marítimo de espléndidas vistas e instalaciones los bancos de hormigón son lo menos adecuados.

Fuentes del Ayuntamiento contestan a las críticas que, hasta la fecha, no habían recibido ninguna y que la sustitución se ha llevado a cabo ante las quejas de los usuarios porque los bancos de hierro se recalentaban mucho con el sol y quemaban, aparte de que resistían muy mal el salitre.

Por contra, los nuevos bancos, señalan estas fuentes, están fabricados con gavillas galvanizadas con una imprimación especial para que sean más duraderas frente al salitre del mar.

Aquí tenemos, por tanto, dos posturas completamente distintas, la primera de ellas sustentada en razones de estética e impacto visual y la segunda en la utilidad.

Ni que decir tiene que el banco ideal habría sido aquel que conjugara los dos puntos de vista; el que, a la vez que útil para los paseantes fuera menos mazacote. En suma útil sin dejar de ser bello.

En cualquier caso, si el Consistorio se anima algún año a techar la absurda ristra de pérgolas que en los paseos marítimos de Antonio Machado y Antonio Banderas no dan sombra, los bancos ya no quemarán tanto.