Quienes le conocieron describían a William Randolph Hearst (1863-1951) como un hombre grande, con las hechuras de un armario, unos intentos ojos azules y con la inquietante costumbre de mirar largo rato a su interlocutor sin parpadear.

Sus miles de empleados distribuidos por los Estados Unidos y Europa le llamaban 'El Jefe', porque este poderoso multimillonario, dueño de decenas de periódicos sensacionalistas, fincas, inmuebles y una productora de cine siempre hizo su santa voluntad.

Hijo único de un minero que se hizo de oro, desde la adolescencia demostró una auténtica pasión por el coleccionismo de todo tipo de objetos y antigüedades, una pasión que al heredar la fortuna paterna incrementó con creces. Las adquisiciones las haría en ocasiones en persona y en otras, gracias a ojeadores repartidos especialmente por Europa.

Auténtico promotor de la guerra hispano-norteamericana, nuestra Guerra de Cuba, una buena parte de su fortuna y de las antigüedades compradas en medio mundo las volcó en una propiedad de ensueño, La Cuesta Encantada, también conocida como San Simeón, el Rancho Hearst o el Castillo Hearst, a medio camino entre Los Ángeles y San Francisco. Bien puede decirse de esta fastuosa mansión que es la versión norteamericana del famoso Neuschwanstein, el castillo del 'rey loco' Luis II de Baviera.

Lo llamativo es que San Simeón, donado en 1957 al Estado de California, y en el Registro Nacional de Lugares Históricos de Estados Unidos desde 1971, tiene una clara inspiración rondeña. Antes, hay que aclarar que el Castillo Hearst, levantado durante casi tres décadas -entre 1919 y 1947- lo forman la llamada Casa Grande -la mansión principal- y tres mansiones para invitados -la Casa del Monte, la Casa del Sol y Casa del Mar- construidas en una finca de medio millón de metros cuadrados. Como curiosidad, llegó a albergar un zoo con más de 300 animales.

La Casa Grande -con el nombre español original, igual que las casas de invitados- se encuentra en la cima de una colina con vistas al Pacífico y fue el lugar de celebración de todas las comidas y actos sociales y donde se encontraban el despacho y las habitaciones privadas de Hearst. Esta mansión es la que cuenta con una fachada en la que puede apreciarse, por partida doble, la torre de la iglesia de Santa María la Mayor de Ronda.

Se trató de una indicación del propio Hearst a la autora del proyecto, la arquitecta Julia Morgan. Las dos torres gemelas, de cerca de 42 metros, son casi un calco de la torre de Ronda.

En la inspiración rondeña no sólo se evidencia el interés del magnate por el arte y las antigüedades de España, la construcción del Castillo Hearst se enmarca en un periodo -los años 20 y 30 del siglo pasado- en el que la arquitectura de estilo español era la última moda en California, de ahí que muchas estrellas de Hollywood de la época se construyeran mansiones de marcados aires españoles.

Lo que sí parece claro es que su interés por el arte español fue anterior a esta eclosión. Como destaca el historiador estadounidense Richard Kagan en su libro de 2019 'The Spanish craze. The America's fascination for the Hispanic world 1779-1939', (La manía española. La fascinación de América por el mundo hispano 1779-1939), Hearst, quien durante su irregular estancia en Harvard estudió dos años español, ya escribió a su madre en 1889 interesándose por unas pinturas de Murillo y Velázquez que el duque de Dúrcal puso a la venta en Nueva York. Al final, 'sólo' pudo hacerse con un lienzo de Claudio Coello, hoy en San Simeón.

Kagan emplaza en 1905, durante un viaje por España y Portugal, la visita a Ronda de Hearst, en la que se quedó prendado del pueblo.

Parece que la mezcla de estilos de la iglesia colegiata de Santa María la Mayor llamó tanto su atención, que en 1919 ordenó a su arquitecta que empleara la torre campanario de Ronda como modelo para las dos torres gemelas de la Casa Grande. El multimillonario había pedido a Julia Morgan que la mansión principal luciera un estilo «Spanish baroc (sic)».

Ese 'español barroco' detallado por Hearst sería para el magnate la mezcla de los estilos árabe, gótico y renacentista, aclara el historiador.

Y mescolanza desde luego se encuentra en la bellísima iglesia colegiata de Ronda, en la que se funden los estilos gótico y renacentista, debido a que un terremoto en 1580 destruyó la cabecera de la iglesia y hubo que sustituirla. Lo mismo pasó con el alminar original de la mezquita mayor sobre la que se levantó el templo: fue alcanzado por un rayo en 1523 y reemplazado por la torre de pináculos góticos y rematada por un cupulín que encandiló a Hearst.

Depredador del Arte

Por otro lado Hearst, bien en persona o con la ayuda de su fiel agente en España Arthur Byrne, se encargó de adquirir ingentes cantidades de obras de arte muebles e inmuebles de nuestro país. Su 'caza artística' ha sido analizada en la obra de José Miguel Merino de Cáceres y Mª José Martínez Ruiz, 'La destrucción del patrimonio artístico español. W.R. Hearst: el gran acaparador' (Cátedra, 2012). Como explica el libro, Hearst se hizo para su colección de arte con el claustro del monasterio de Santa Marina la Real de Sacramenia (Segovia), con obras valiosísimas de la Cartuja de Miraflores (Burgos), con el pórtico románico de la iglesia burgalesa de San Vicente de Frías y con la reja del coro de la Catedral de Valladolid.

Por fortuna para Ronda, el magnate tuvo que conformarse con fotografías de Santa María la Mayor, que su arquitecta reprodujo con esmero y por duplicado para convertirse en el símbolo de San Simeón. El sueño cumplido de William Randolph Hearst.