Desde que la cultura del 'usar y tirar' caló en las sociedades modernas, los mares y océanos ganaron un nuevo enemigo: el plástico, un derivado del petróleo que copa ya el 95% de los residuos que amenazan el fondo marino del Mediterráneo, según alerta Greenpeace.

La gravedad de este problema que, lejos de contar con una solución a corto plazo, se agrava año tras año, ha desencadenado multitud de campañas de concienciación y sensibilización medioambiental, en las que se apuesta por descartar los envases de un solo uso para optar por artículos reutilizables y reciclables.

Sin embargo, la crisis del coronavirus ha irrumpido para chocar de lleno con esta reciente filosofía y multiplicar por millones el uso de dos artículos desechables que, incluso antes de que llegue la 'nueva normalidad', ya se han vuelto imprescindibles en la rutina diaria para evitar los contagios: las mascarillas y los guantes.

«Los pescadores, sobre todo de marisco, ya están diciendo que cuando cogen sus redes se están encontrando mascarillas mezcladas entre lo que capturan», alerta Juan Jesús Martín, biólogo en el aula del Mar. Un problema que, según Martín, viene apareciendo desde la misma fase 1 en la que se abrieron las playas de Málaga para pasear y hacer deporte, y que augura que se agravará con la temporada de baño. «Nada más que hay que pasearse por las playas y ya vemos por la arena mascarillas, que al final con el viento todos sabemos que acaba en el mar y en el fondo marino».

Dos siglos en desintegrarse

Las mascarillas desechables, tanto las quirúrgicas como las FFP2, incluyen el polipropileno en su composición, un tipo de plástico muy empleado en el material de laboratorio y embalaje alimentario. Como un polímero más, según Juan Jesús Marín, su presencia en el mar se puede alargar más de 200 años antes de desintegrarse por completo.

Durante esos dos siglos por las aguas marinas, las especies tienden a confundir el material tóxico con alimento y acaban ingiriéndolo, una confusión ya endémica en los mares que afecta principalmente a tortugas, animales filtradores y, en menor medida, mamíferos. Por eso, el Centro de Recuperación de Especies Marinas (CREMA) de Málaga hace una radiografía a cada ejemplar que llega con algún problema aunque no presente síntomas, puesto que su origen, en numerosas ocasiones, está en el plástico:

«Muchas veces, aunque una tortuga traiga un golpe, es secundario porque se ha tragado un plástico. Se ha quedado flotando y como no puede sumergirse, por el oleaje tiene un golpe o porque una embarcación ha chocado con ella. La causa primaria es que tenía un plástico en su interior, que le dificultaba comer y sumergirse», explica José Luis Mons, coordinador del CREMA.

La ingesta de un plástico lo suficientemente grande como para que el animal no sea capaz de expulsarlo puede desencadenar obstrucciones intestinales, problemas de flotabilidad e incluso la muerte. «Si una tortuga está en una zona donde hay trozos de mascarilla o de guantes, lo puede confundir con algún invertebrado, las bolsas por ejemplo las confunden con medusas y las pueden ingerir».

Microplásticos

Por tanto, las mascarillas y los guantes no hacen más que acrecentar un problema arraigado en este ecosistema que también afecta a los animales filtradores, como los moluscos, cuya principal amenaza son los microplásticos, es decir, partículas microscópicas en las que el plástico se descompone, no apreciables a la vista, pero extremadamente dañinas para la flora y la fauna marina.

«Los microplásticos entran en la cadena trófica a través de los animales que filtran el agua, las almejas, mejillones, las esponjas... van filtrando y esas partículas quedan retenidas dentro de su organismo y cuando otro animales se los comen van ingiriéndolos también». añade José Luis Mons.

Los moluscos absorben los microplásticos, que pasan al organismo de los peces cuando se alimentan y que afecta a los seres humanos cuando ese pescado llega a nuestra mesa.

La incipiente presencia de mascarillas y guantes en las costas ha encendido las alarmas de cara a la temporada alta de baño y la llegada de turistas a las playas, en la que podría producirse un considerable aumento de estos deshechos en el litoral de la provincia.

En la cátedra de Ciencias del Litoral de la Costa del Sol de la UMA subrayan la importancia de la educación y el compromiso individual con el medioambiente. «Hay que apelar al comportamiento cívico, a la responsabilidad y que, aunque se lleven mascarillas y guantes a las playas, una vez que lo han usado lo introduzcan en sus bolsas de basura, y una vez que dejen la playa, dejen las bolsas de basura en los contenedores», incide el director de la cátedra, Francisco Franco.

En su opinión, las mascarillas y los guantes se han convertido en una de sus «preocupaciones máximas» este verano, no solo porque se convierten en vectores de transmisión abandonados a su suerte sino por la contaminación «tan difícil de gestionar» que generan. Por eso, solicita a los ayuntamientos campañas de concienciación este verano.

Educación ambiental

«Ahora es fundamental reforzar las campañas de sensibilización y educación ambiental en las playas. Estos vigilantes que se van a poner, que también se hable de cómo se puede disfrutar de las playas de una manera compatible con su conservación», apunta el biólogo del Aula del Mar, que además recuerda que la aplicación Infomedusas ya tiene incorporado un decálogo de buenas prácticas para cuidar de la costa malagueña, entre ellas, respetar la naturaleza que se ha relajado gracias al confinamiento de la ciudadanía. «Cuando vayamos al rompeolas, que veremos cangrejillos recuperarse, no vayamos con los cubos a cogerlos, porque al final del verano no quedará ninguno».

«No podemos poner a un policía detrás de cada persona, hay que tener conciencia clara y difundir la problemática que hay. Especialmente en los días de viento, que es más fácil que una mascarilla o una bolsa se te vuele, hay que extremar los precauciones», concluye el coordinador del Centro de Recuperación de Especies Marinas Amenazadas.

De no frenarse esta tendencia, los artículos ideados para proteger al ser humano -mascarillas y guantes- acabarán convirtiéndose en un arma arrojadiza contra el medio marino. Evitémoslo.