Incluso el rincón que en Málaga lo recuerda, en el Camino de Antequera, puede mover a confusión, pues parece que a quien homenajea la calle Ruy López es al famoso padre del ajedrez moderno, nacido en Zafra (Badajoz) en 1530 y fallecido en 1590.

En realidad, hace referencia al malagueño Ruy López de Villalobos, nacido en Málaga capital a comienzos del siglo XVI y fallecido en 1546 en las islas Molucas. Pese a que fracasó en su intento de colonizar las llamadas Islas de Poniente, ha pasado a la Historia por ser la persona que las rebautizó como las islas Filipinas, en honor del monarca de la época, Felipe II.

Cuando en 1916 el alcalde Salvador González Anaya propuso inmortalizar a los más grandes malagueños de la Historia en el techo del Salón de los Espejos del nuevo Ayuntamiento, inaugurado tres años más tarde, terminó incluyéndose su nombre. Eso sí, no fue en la primera ronda, se incorporó después.

Desconocido para muchos de sus paisanos, las raíces de Ruy López de Villalobos son ahora menos confusas gracias a un trabajo publicado en 2016 para el Anuario de Estudios Americanos por el doctor en Historia por la Universidad de Málaga David Cuevas Góngora.

Este experto en los conquistadores españoles en América ha averiguado que el padre de Ruy López fue el leonés Juan de Villalobos, uno de los primeros repobladores de Málaga en 1489, cuando recibió dos casas en el Centro y otra en el arrabal que había tras la Puerta de Granada.

El padre ocupó desde su llegada varios cargos en la administración de la ciudad hasta ser nombrado regidor y más tarde regidor perpetuo a partir de 1508. Además, fue el primer alcaide del recién conquistado peñón Vélez de la Gomera, todavía hoy un enclave español en el norte de África.

Parece que don Juan enviudó y volvió a casarse con la madrileña Juana de Vargas, con la que tuvo a Rodrigo (o Ruy) entre 1505 y 1509.

En relación con el apellido López, en la edad moderna era normal cambiar los apellidos y tomar los de antepasados de más lustre; este pudo ser el motivo por el que no se apellidó Ruy de Villalobos sino Ruy López de Villalobos. El cambio se pudo constatar ya al otro lado del charco, en 1535, cuando nuestro personaje aparece en el Virreinato de Nueva España. Cinco años antes, en 1530 -informa David Cuevas-, su nombre aparece en un documento sobre la venta de una propiedad en Málaga, quién sabe si para reunir dinero para marchar a América.

El caso es que ya en México se casó con doña Juana de Ircio. Como destaca David Cuevas, el suegro del malagueño, don Pedro de Ircio, fue uno de los hombres que acompañaron a Hernán Cortés en la conquista de México.

En cuanto al aspecto y forma de ser de Ruy López de Villalobos, un trabajo para el libro ‘Malagueños en la Historia’ del catedrático de Historia Moderna y académico de San Telmo Siro Villas Tinoco recopila los pocos textos coétanos que lo mencionan.

En uno de ellos aparece descrito como «alto y flaco, de gran barba negra salpicada de canas». En otros se cuenta que era «gran persona, bien acondicionado y cortés (...) persona de mucha estima» aparte de «experto práctico en las cosas de la mar».

La expedición fallida

Según apunta el historiador Carlos Martínez Shaw, fue el parentesco con su cuñado, Antonio de Mendoza, primer virrey de Nueva España, lo que posibilitó que el malagueño comandara la llamada Armada de Poniente, para ocupar las islas de Poniente, luego Filipinas, en la estrategia de establecer una ruta entre las posesiones españolas en América y estas tierras, que ya habían sido visitadas por los españoles en dos ocasiones anteriores.

El gran escollo sería el ‘tornaviaje’, encontrar la ruta para el viaje de regreso, que sería el talón de Aquiles de nuestro explorador.

Años antes, por el tratado de Zaragoza de 1529, España dejó de aspirar a las islas Molucas (hoy Indonesia, al sur de las Filipinas) y cedió su explotación en usufructo a Portugal, así que la conquista de las islas de Poniente fue un movimiento más en la partida de ajedrez entre las dos grandes potencias mundiales, España y Portugal.

La expedición, la más grande hasta la fecha en la exploración y conquista del Pacífico, con seis embarcaciones y unos 800 hombres, partió de Nueva España en 1542. López de Villalobos pasó por las actuales islas Marshall y Carolinas y en febrero de 1543 desembarcó en Mindanao, en una bahía que bautizó con el nombre de Málaga, su ciudad natal, aunque el nombre, desgraciadamente, se ha perdido.

Después de explorar más islas e intentar, sin éxito, establecerse en ellas, ante la huida de los indígenas y disturbios entre los españoles, en agosto de 1543 ordenó al capitán Bernardo de la Torre regresar a Nueva España para dar la noticia, pero este no encontró la ruta y reapareció en Filipinas pocos meses más tarde.

Finalmente, el hambre obligó al malagueño a dirigirse a las Molucas, a territorio portugués, donde sopesó la idea de aliarse con los nativos, descontentos con los portugueses. Desde allí envió en 1545 en una de sus naves a Iñigo Ortiz de Retes para regresar a Nueva España. Tampoco este marino pudo dar con la ruta, con el tornaviaje, pero al menos descubrió y tomó posesión de la isla de Nueva Guinea, a la que le puso ese nombre porque los habitantes le recordaron el color de piel y el pelo de los guineanos de África.

La presencia del malagueño en las Molucas creó una gran fricción entre las dos potencias. En febrero de 1546 se acordó que sus hombres serían repatriados a España, a través de la India, en naves portuguesas.

La flota se dirigió hacia el continente indio e hizo parada en la isla de Ambón o Amboina, todavía en las Molucas, donde se encontraba el jesuita San Francisco Javier.

En esta isla fallecería el malagueño ese mismo año de fiebres palúdicas. En sus últimos momentos fue asistido por San Francisco Javier.

Los 144 supervivientes españoles de la expedición no conseguirían llegar a la Península hasta 1548.

David Cuevas Góngora, gracias a cuyas investigaciones sabemos más de las raíces familiares de Ruy López de Villalobos, hace balance esta semana de la campaña del malagueño. Para el historiador, «durante su empresa se tomó posesión de la isla de Nueva Guinea, descubrió varias islas del Pacífico y puso su granito de arena para que la corona española colonizara las Filipinas», algo que ocurrió con la siguiente expedición, la de Legazpi y Urdaneta de 1564.

La posesión de las Filipinas, explica, hizo de cabeza de puente con China y Japón y en suma, con el mercado asiático que los portugueses monopolizaban hasta entonces. El malagueño fue imprescindible en este éxito, aunque fracasara.