Nada más entrar en el Patio de las Cadenas de la Catedral, justo a la derecha, y pegada al Sagrario el paseante avezado podrá descubrir una discreta arqueta de agua de tiempos no tan lejanos a los de Maricastaña (una lucense que vivió a finales del siglo XIV), porque la arqueta es de 1.540.

Casi tan llamativo como la supervivencia de este modesto depósito es la doble portezuela de madera que hay justo encima, tachonada de recios clavos y con cerradura, porque lleva en el mismo sitio desde el siglo XVIII.

El hecho de que la Catedral sea un Bien de Interés Cultural permite que elementos tan humildes pero tan bonitos y cargados de Historia como estos, puedan sobrevivir a las modas y continuar enteros en nuestra ciudad. Estos dos objetos, por cierto, fueron mostrados al firmante hace años por el incansable investigador malagueño Francisco García Gómez.

La portezuela y la arqueta centenaria entroncan con las dos modestas puertas de garaje, contemporáneas de la Generación del 27, que todavía pueden verse en Villa Obdulia, un precioso chalé de estilo regionalista en la calle Conde de Ureña, del que dimos cuenta a primeros de junio. La vivienda, por cierto, cuenta con protección arquitectónica de segundo grado, pero no es seguro que tan bonitas y veteranas puertas se encuentren protegidas. En ocasiones, hay que apelar a la sensibilidad de los propietarios antes que a las normativas autonómicas y municipales de protección, para que algunos objetos perduren.

En la misma línea, cualquier paseante buen observador descubrirá una preciosa y modestísima puerta de madera, de las que ya se no se fabrican, en el número 32 de la Alameda Principal.

La vivienda, que fue construida en el XVIII, no es cualquier cosa; está situada en la acera norte, la de la Casa de Guardia, y en ella vivieron Manuel Agustín Heredia e Isabel Livermore, claro que el aspecto actual de la casa no es contemporáneo del industrial riojano.

En el año en que concluyó la I Guerra Mundial, en 1918, los dueños encargaron al todavía veinteañero Fernando Guerrero Strachan la reforma de la vivienda, que transformó su fachada en una más moderna, afín al estilo regionalista de la época.

Como mínimo de 1918 es la puerta de servicio o de un posible almacén que hay a la derecha de la puerta principal.

El paso del tiempo ha rescatado esta pieza de su invisibilidad para convertirla en una hermosa excepción. Con sus listas de madera en diagonal, el herrumbroso candado y un perfil que se adapta como un guante al suntuoso dintel de piedra y ladrillo diseñado por Strachan, nos encontramos ante una pequeña obra de arte de la carpintería tradicional, aderezada por esa artística verjita de seguridad que redobla su encanto. La casa cuenta con protección arquitectónica de primer grado. Confiemos en que la puerta continúe con nosotros muchos años.