¿Qué le ha enseñado, como epidemiólogo y ser humano, todo lo acontecido durante estos cuatro últimos meses?

Sobre todo que, después de tantos años en el ejercicio médico, un simple virus es capaz de transformar toda la sociedad desde el punto de vista sanitario, económico y social. A pesar del desarrollo vital que he tenido, con un simple virus te das cuenta de la vulnerabilidad a la que estamos sometidos. Nos creemos inmunes. Nos creemos seres con mucho desarrollo en relación con la investigación, la supervivencia, los estilos de vida, la edad media alcanzada, el progreso tecnológico... Y, sin embargo, esto ha sido un auténtico baño de humildad. Ha provocado una respuesta de carácter sanitario tremendamente estimulante respecto al conocimiento del virus, a su modelo de comportamiento, a los avances farmacológicos y los prometedores avances en materia de vacunas.

¿Los que se han vivido con esta pandemia han sido sus momentos más difíciles en la medicina?

Sin ningún tipo de dudas. Me he enfrentado a brotes en otras ocasiones, no de esta entidad. Esto ha supuesto un marcaje a hierro en mi biografía como ser humano y, especialmente, como sanitario. Hay un antes y un después a partir de la existencia del coronavirus.Creíamos que procedía de un lugar lejano, China. Que nunca nos llegaría como el ébola, que lo entendíamos como una situación de amenaza y no nos llegó afortunadamente. Pero la realidad es que el movimiento humano conduce inevitablemente a la diseminación de los virus. Y esto es, básicamente, lo que ha ocurrido. No podemos realmente controlar el comportamiento de la sociedad. Es muy difícil.

¿Es optimista o pesimista sobre la posible aparición a medio plazo de vacunas y medicamentos que ataquen al virus?

Lo cierto es que hay un estímulo científico en la búsqueda de medicamentos y la Agencia Europea del Medicamento ha aprobado un medicamento que ya se venía utilizando en enfermos graves, que necesitan respiración asistida. Nunca en el campo de las vacunas, al que llevo mucho tiempo dedicado, he visto este nivel de inversión y este nivel de desarrollo. Hay cinco o seis prototipos de vacunas, algunos están ya muy avanzados y tienen líneas muy prometedoras. Siendo sensato y teniendo en cuenta que vamos a disponer de distintos tipos de vacunas, quizás el horizonte real es que en la primavera de 2o21 sería cuando tengamos acceso a una gran producción de vacunas que sean seguras, accesibles y masivas.

¿Cómo debería actuar la ciudadanía en lo que ha venido a bautizarse como 'nueva normalidad' para que no tropecemos dos veces con la misma piedra?

El nivel de diseminación que tiene el coronavirus depende del comportamiento de las personas. Incluso cuando se logre una mitigación a través del uso de la mascarilla, de la higiene de manos con jabón, agua o soluciones hidroalcohólicas, de las medidas de distancia social y el uso masivo de test, es muy difícil controlar el comportamiento de la sociedad. Creo que, en este momento, hay que hacer una llamada a la solidaridad respecto a los grupos de alto riesgo.

¿Entran dentro de lo normal brotes como el del centro de acogida de la Cruz Roja en Málaga?

Sí, claro. Los brotes son esperables y están produciéndose en todos los países. Después de un desconfinamiento viene una fase en la que hay una situación de diseminación. Afortunadamente, creo que las características del brote que tenemos en Málaga están muy bien gestionadas por parte de los epidemiólogos del distrito de atención sanitaria, de los centros de salud y todo el sistema de vigilancia. Es un brote que tiene cierta facilidad de control. Se trata de una población ciertamente cautiva, en el sentido de que está en un espacio cerrado. Las labores de investigación de los epidemiólogos ha permitido trazar muy bien toda las ramificaciones y todos los contactos que van más allá del centro de acogida. Técnicamente, el brote no tiene peligro de diseminación comunitaria. Mi opinión es de perfecta calma porque es un brote controlado. Creo que no es un brote que pudiera afectar a la comunidad de Málaga.

Más allá de distinciones como el Premio Príncipe de Asturias, ¿harán las instituciones un esfuerzo para que los sanitarios trabajen en mejores condiciones?

Sin duda. Siempre hemos sido un colectivo muy castigado, especialmente con los recortes y las jornadas. En Andalucía hay unas diferencias salariales respecto a otras comunidades con muy poco atractivo para quedarse a ejercer las profesiones sanitarias aquí. A la vista está que mucho de los residentes que formamos -especialistas médicos y especialistas en enfermería- emigran a otras regiones limítrofes porque simplemente les pagan más. Es necesario alzar la voz para hacer una equiparación con los profesionales del conjunto del país.

Ya apenas existen pacientes hospitalizados por el coronavirus, ¿cuánto ha mejorado el funcionamiento de los hospitales a medida que bajaban los contagios y los fallecimientos?

Ya no tenemos en el Hospital Regional de Málaga ningún paciente hospitalizado por coronavirus. Hemos atendido a 389 casos, 30 de ellos han requerido una estancia en UCI y se han producido 85 fallecimientos. Esto ha supuesto en términos de letalidad un porcentaje del 22%. Respecto a la planificación y organización del hospital, creo que ha sido absolutamente impecable. Ha permitido acomodar un hospital viejo con una estructura muy rígida y hacerlo muy flexible. Me siento orgulloso de pertenecer a la plantilla del Hospital Regional.

¿Ha quedado aún más claro, durante una etapa tan compleja, que Málaga necesita imperiosamente el macrohospital?

Sin duda. Málaga es una provincia que ha sido deficitaria en camas hospitalarias. Es una población creciente, una auténtica locomotora económica y un gran centro de atracción poblacional. Tenemos muchos activos que ponen de manifiesto las carencias en infraestructuras. Constituye una urgencia y una situación perentoria disponer de suficientes recursos hospitalarios y asistenciales en general. Si algo ha puesto de manifiesto en Málaga la respuesta al coronavirus, es que tanto los profesionales como la organización sanitaria lo han puesto todo, pero realmente necesitamos más infraestructuras.

Una parte de su trayectoria profesional estuvo consagrada a la lucha contra el tabaquismo, ¿ha debido ser el confinamiento un infierno para quienes intentaban dejar de fumar?

He podido contactar durante el confinamiento con muchas personas que tenían programas de seguimiento sobre el tabaco. Para algunos, ha sido motivo de recaída porque era una situación estresante. Ha sido el menor de los casos. A la mayor parte de las personas, la existencia de mucho soporte social y familiar les ha permitido mantenerse sin fumar en el confinamiento.

Concluye la entrevista con una pregunta más distendida, ¿qué sería lo primero que le pasaría por la cabeza si ve en su hospital a alguien ataviado con una camiseta que muestre una fotografía de Fernando Simón?

Que tenemos libertad de opinión. Que tenemos libertad para que cada uno exprese su parecer. Mi reflexión sería esa: que vivimos en un mundo libre.